Resurgimiento.

Capítulo 7.

Fragmento del «Manual de control y supervivencia» Creado por los gobernadores, cita:

Captar una orden puede salvar tu vida o acabar con la misma.

Queda totalmente prohibido desobedecer una orden de un gobernador, ellos siempre tendrán la razón, los que los gobernadores ordenan, se cumple.

El círculo tienen total control sobre los ciudadanos de cada comarca, así pueden ellos librar de toda culpa a quienes le plazca, aunque esté fuera de la ley y tal persona merezca el castigo.

Nadie puede desobedecer al círculo. Después de todo ellos pueden ser ángel o demonio, depende de que cara quieran mostrar.

 

—Creo que no vivirá para contarlo si lanzo otro latigazo mas —Amenazó Anthony Abeel CollingWood de manera tranquila, su voz no sonaba alterada, su postura detrás de los agentes de control era relajada, pero su orden estaba cargada de autoridad.

Todo el mundo dejó en cierta parte de hacer lo que estaba haciendo, el gobernador, el líder, se encontraba ahí, todos miraban con ojos de plato la situación, un gobernador había intervenido, los jadeos de sorpresa fueron disminuyendo, mientras que un círculo de gente empezaba a acercarse.

El agente que azotaba a Axel detuvo su acción, dio vuelta esperando encontrar alguna persona inferior a él, pero se había equivocado de manera grave, al ver al gobernador su boca empezó a abrirse y cerrarse hasta que soltó el látigo y bajó su mirada.

Un décimo latigazo dio a parar en la espalda de Angie, el agente que la azotaba estaba poseído por el odio, estaba relacionando su vida con el exterior y, descargándose en una chica que no lo merecía, parecía no darse cuenta de la figura imponente detrás del y le costó.

Al Anthony ver que su orden no había sido captada, se enfureció por dentro, aunque su rostro no lo reflejara, su postura siguió tranquila, y eso era lo que mas miedo causaba.

El cuerpo maltratado de Angie cayó sobre el duro asfalto, casi en la inconsciencia pudo escuchar la orden, y sabia de quien se trataba, su mente solo procesaba que alguien los había salvado. Aunque por culpa de la misma persona se encontraban en aquella situación.

—Al parecer alguien no captó a tiempo mi orden —enfatizó Anthony paseándose por el lugar de los hechos. Él muy bien sabía que alguien solo era castigado cuando incumplía las leyes del círculo, pero algo lo impulsó a salvar a aquellos chicos, y aunque no sabía quiénes eran. Se dejaba guiar por sus instintos.

El agente se dio la vuelta con mirada amenazante y desafiante, el gobernador tan solo levantó una ceja esperando ver su reacción.

—Capté su orden gobernador. Estoy castigando a quienes no cumplen las leyes —Se defendió sin bajar su mirada.

—Lamento que no haya cumplido otras órdenes —dijo con fingida tristeza. Sacó su arma, la cual se encontraba escondida detrás de su espalda y apuntó directo al agente, disparó.

Su mirada fue a parar al otro agente, el cual se encontraba a unos pasos de él, lo miró de manera atenta. La multitud estalló en murmullos, mientras que todos hablaban de lo que había pasado ¿Estaba el mundo volviéndose loco? ¿O las agujas del reloj ya no marcaban perfectamente?

— ¿Tiene algo para decir agente? —Inquirió.

Este negó de manera rápida.

—Eso pensé —Sonrió —. Tiene diez segundos para desaparecer de mi vista.

El agente salió de manera apresurada del lugar, sin dejar rastros. A los pocos segundos ya no se sabía nada de él.

Axel se sintió alejado mentalmente, el dolor quemaba, quemaba como el mismo fuego, Angie no sentía su cuerpo, y su mente parecía querer abandonarla. Trató de estirar sus manos pero le era imposible, el escozor de su espalda era fuerte, mientras que el dolor tan solo quería llevarla a la oscuridad.

El intento de levantarse fue fallido, Axel tan solo quería ayudarla, sacarla de ahí, pero él mismo no podía salvarse, él estaba en las mismas condiciones que ella. Se odiaba, de manera constante la ponía en peligro, era su culpa, su solo presencia en la vida de Angie traía mala suerte. Debía alejarse, era lo mejor, según él.

Los pasos de Anthony dieron a parar cerca de Angie. La cara de ella se encontraba pegada del asfalto, las lágrimas le picaban en los ojos, debía ser fuerte ¿Pero cómo ser fuerte cuando sentía que su espalda se desgarraba? ¿Qué la vida se le iba de las manos? No pudo evitar que unas cuantas lágrimas se esparcieran por sus mejillas.

—¿Estás consciente? —preguntó Anthony estando en cuclillas frente a ella, retiró con una de sus manos el cabello que le tapaba el rostro.

Angie no se permitió abrir los ojos, pero asintió mientras las lágrimas descendían. Anthony la miró atento, cierta curiosidad se apoderó de su cuerpo. Extendió sus manos, incorporándola, apoyó todo el peso de Angie en su costado, y la guió hasta la fuente en el centro de la plaza, en una orden hizo que se sentara en el muro de concreto.

—Señor gobernador —Llamó uno de sus agentes. Volteó el rostro sin dejar de sostener a Angie —. El señor concejal y su esposa solicitan hablar con usted.

Asintió.

—Sostenla mientras regreso.

Sus pasos se fueron alejando, y cada minuto el dolor de Angie aumentaba, el dolor la consumía, la oscuridad la llamaba en un intento de absorberla, su cuerpo pesaba toneladas, y sus sentidos no estaban trabajando de forma correcta.

Descargó su dolor derramando sus lágrimas, pero ni eso la hacía sentir mejor, el agente real la sostenía por los hombros, y para ella es como si nadie lo hiciera, se sentía cayendo en picada y el final cada vez se encontraba más lejos, estaba débil y no tenía control de su cuerpo.

—Señor gobernador —Saludó cordialmente James Williams.

—Concejal —Extendió su mano hasta estrecharla con el hombre.




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