Resurgimiento.

Capítulo 8

Fragmento del «Manual de control y supervivencia» Creado por los gobernadores, cita:

Todos somos iguales, porque somos humanos.

Pero no todos nacemos en la misma posición.

Somos el nuevo mundo, organizado, transformado, y de calidad. Divididos en clases, según nuestra posición.

Queda totalmente prohibido socializar con una clase que no le corresponde. Algunos somos primero.

 

 

Sus manos empezaron a temblar, sus ojos se cristalizaron, miró a su alrededor en busca de una salvación, pero no lo había. Reunió fuerzas tratando de no liberar ninguna lágrima, debía ser fuerte, debía ser fuerte..., debería ser fuerte. No encuentra esa fuerza que buscaba en ningún lado, miraba las paredes esperando de pronto que explotaran, y así la salvara de aquella situación, pero no había nada que lo evitara, el dolor era algo que siempre estaba ahí y, aun, sin ser bienvenido, entraba en la vida de alguien arrasando con todo. El pecho comenzó a dolerle de una forma que nunca creyó posible, comenzaba a sentirse rota de una manera que antes no había experimentado y ahí estaba ella, intentando no derrumbarse.

—No puedes estar hablando en serio... —Su voz salió una octava más baja de lo que pretendía, le dolía, le quemaba el pecho, volvió a confiar, y le pagaron con la misma moneda.

Cerró sus puños intentando restaurar fuerzas, se le estaban agotando. Se iban drenando de su cuerpo en grandes cantidades, como si una fuerza invisible la estuviese consumiendo.

—¿Tú qué crees Angie? —cuestionó Axel tratando de parecer indiferente, como si aquella situación no le doliera, como si no estuviera rompiendo el corazón de una chica que le dio su confianza.

Su reflejo era lo que intentaba aparentar, pero su cuerpo sabía lo que verdaderamente sentía, era como si lo estuvieran rasgando a pedazos, se estaba comportando como todos los idiotas de la clase en la cual pertenecía. Se odio por aquello, en realidad él se odiaba por muchas cosas, pero esa situación en especial hacía que le hirviera la sangre. Tres malditos días llevaban en aquel hospital, sus heridas parecían ir en mejoría, pero los doctores decían que aún no estaban aptos para abandonar el hospital. Angie observó la imagen de Axel frente a ella, desaliñado, con ojeras leves, y sentado en esa silla de rueda desde que había irrumpido en la habitación de ella.

—Si tan solo me hubiesen dicho de que eras igual a todos ellos, las cosas fueran más fáciles —susurró dolida —. ¡Eres igual de maldito que toda esa gente!

—¿Mas respeto quieres? —espetó —. No blasfemes de los que son tus superiores.

Angie rió de manera irónica, ¿En serio lo estaba escuchando bien?

— ¿Sabes cuán idiota te ves diciendo eso? —preguntó riendo —. Días atrás no querías que nadie se enterara de quién eras, nunca me dijiste que eras el hijo del concejal, tuve que enterarme por terceros. ¿Ahora quieres respeto a la gente de tu clase, cuando antes no querías pertenecer a ella?

—Solo estoy haciendo lo correcto —Se defendió.

—¿Sientes correcto jugar conmigo? —Eso parecía afectarle más de lo que demostraba.

¡Cielos, era el único amigo que tenía en años! —, ¿sientes correcto todo esto? Confié en ti Axel ¡Maldita sea! Confié en ti como no lo he hecho en nadie desde hace tanto tiempo —Su voz se quebró —. Y tú me pagas de esta forma, creí...creí que eras mi amigo.

—Solo vine a despedirme, lamento haber creado un vínculo en una amistad que no tenía futuro, nada de esto debió pasar nunca, tú y yo no somos iguales —Si su misión fue herirla, lo consiguió. 

Angie cerró sus ojos y mordió su labio con fuerza.

—Axel no tienes que hacer todo esto, podemos... podemos seguir siendo amigos, podemos...—Pidió con desesperación tiñendo su voz.

La tristeza cruzó por breves segundos en los ojos de Axel, se estaba autodestruyendo, pero seguiría adelante, por el bien de ella. Su respiración se volvió irregular, no sabía qué decir, pero debía ser duro, si quería que todo saliera bien. Bastantes problemas había tenido Angie por su culpa.

Angie esperaba desesperada una respuesta de su parte, habían pasado poco tiempo juntos, pero fue el necesario, como para hacer que Axel tenga un espacio en el corazón de Angie, le había gustado tanto su forma de ser, era... Era como sentirse en casa para ella, alguien en qué confiar, con quien estar, alguien en quien podría apoyarse cuando ella no pudiera sostenerse.

Pero él se estaba despidiendo, y nuevamente quedaría sola.

—¡Entenderás de una buena vez que no podemos socializar! ¡No quiero ninguna amistad contigo! ¡Solo teníamos un pequeño juego de romper reglas pero se acabó! —Escupió fuego por la boca, así lo sintió Angie.

— ¡Vete! ¡Largarte de una buena vez! ¡No quiero volver a verte! —Grito histérica, quería golpear algo, romper algo. Romper su corazón en pedazos, eso era lo que quería. Romperlo como él había hecho con el de ella. Se lo merecía.

—No me voy porque tú me lo estés pidiendo, me voy porque no soporto estar en la misma habitación que la gente de tu clase.

Golpe bajo ¡Cobarde! Eso era lo que él era, pero ya las palabras estaban dichas, no podían devolverse. Salió empujando su silla de ruedas él mismo, las puertas se abrieron y con ello la presencia de Axel se alejó, al volver a cerrarse el mundo de Angie pareció caer en caída libre.

Una lágrima, dos, tres. Hasta que ya no podían contarse ¡Maldito gobierno! ¡Malditas leyes! Todo era culpa de ellos. Recordó la advertencia de Anthony, la mantendrían vigilada eso lo tenía seguro, ¿Es que su vida no podía ser fácil? Pero todos los problemas los busco ella misma, desde el momento en que decidió estar en contra del círculo.




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