Resurgimiento.

Capítulo 13.

Fragmento del «Manual de control y supervivencia» Creado por los gobernadores, cita:

Cada gobernador está formado para gobernar el mundo de cierta forma. Desde el principio del nuevo mundo, ellos son los elegidos para estar a cargo.

Nosotros gobernaremos el mundo, y nuestro gobierno no sé cambiará, ni se hará votaciones para elegir otro.

Cuando no estemos nosotros, estarán nuestros descendientes.

Cada ley es creada para respetarse, y cumplirse.

Queda prohibido querer tomar el puesto de los gobernadores, sea de manera pasiva o mediante guerra.

Nosotros siempre llevamos la delantera.

 

En los últimos meses se había puesto en más peligro del que nadie en su sano juicio se pondría, tanto peligro como para estar al borde, como para querer rendirse, en ella causaba todo lo contrario, cada obstáculo la hacía más fuerte, cada nuevo peligro le daba más valentía, cada peligro que encontraba la empujaba a seguir. Esta vez no estaba en peligro, se encontraba en el lugar más seguro que podría existir, esta vez estaba en problemas, y al parecer uno muy grande.

El rostro del que por acto reflejo reconoció como el líder, le decía que estaba en uno muy grave, tan grave como para que la vena del líder parecería querer salir en cualquier momento, el rostro tan rojo como un tomate causando un escalofrío en su cuerpo, y los ojos llameantes la hacían desear estar en cualquier lugar menos en ese.

— ¿Quién es usted? —Inquirió el líder, tratando de no sonar duro.

El temblor en sus manos le impedían levantarse, unos brazos la incorporaron de manera delicada. Ese debía de ser el mencionado Jonathan, cabello negro peinado perfectamente hacia atrás, nariz perfilada, rostro tosco pero delicado, pequeñas arrugas junto a sus ojos, de tez blanca, alto, de alguno treinta años o más. Aquella apariencia la hizo temblar, era como si estuviera viendo ciertas cosas de ella en ese hombre.

Le agradeció con la mirada, y tocó su labio inferior en busca de sangre, el sabor metálico inundaba su boca. Tenía miedo de mirar al frente, era un sentimiento extraño, pero dominante. Cuando lo hizo no pudo evitar pensar que fue su peor error.

El líder de la Alianza, parecía enojado, cruzado de brazos resultaba intimidante, el cabello rubio le caía por todos lados, aquellos ojos grises la miraban desafiante, alto, ejercitado, rostro marcado y fuerte, esa mirada parecía exactamente la que ella ponía cuando se encontraba en esas situaciones.

—Y-yo me he perdido...y t-termine en este lugar —respondió tartamudeando nerviosa, quería golpearse ella misma, nunca había tartamudeado tanto, y menos con aquella voz tan baja, se sentía morir.

— ¿Quién es? ¿Sector? ¿Apellido? ¿Nombre? —cuestionó en tono más fuerte.

—Damián creo que debes de calmarte, la señorita acaba de aclarar que se ha perdido —Salió a relucir Jonathan, poniendo su mano en el hombro de su colega, tratando de aminorar aquel estado tenso en que se encontraba la habitación.

El líder lo fulminó con la mirada —Tu cállate, Jonathan, sabes cómo odio que uses mi nombre delante de los habitantes —Siseó más molesto.

Angie comenzó a retroceder ¿Dónde mierda se había metido? ¿Por qué no se quedó dónde estaba?

—Le pregunté su nombre ¿Quién es? ¿Cuánto escucho? ¿Ya está pensando en cómo venderse al mejor postor? Ser malagradecida, y traicionar su isla como hacen casi todos, ¡Admítalo! Ya quiere salir de este lugar y darle toda la información que escuchó al enemigo que más la beneficie.

Angie se sintió ofendida, estaba segura que si decía aquello era porque sabía la nueva información y eso era gracias a ella. Se sintió juzgada, más que ofendida, aquello la descolocó.

¿Cómo podía el líder pensar eso de ella sin conocerla? ¿Juzgarla? ¡Se había perdido! Sintió rabia, enojo, ira. Todo eso haciendo su sangre bombear con fuerza, tres sentimientos devastadores haciendo estragos con ella. Sus mejillas rojas parecían querer explotar, sus ojos parecían consumir, tanto que las lentillas que la protegían le lastimaron los ojos.

— ¡Usted no sabe nada! ¿Entendió? ¡Nada! Le he dicho que me perdí, llegué aquí por accidente, no pienso contarle nada a nadie, ni siquiera conozco más de dos gentes en esta isla ¡Llevo dos benditos días en este lugar! —Lo apuntó con su dedo índice —. No me juzgue, porque no me conoce.

— ¡La que debe de entender es usted! Orientarse antes de meterse en lugares donde no le corresponde ¿Perdida? ¡Eso no se lo cree ni usted misma! Vamos ¿Quién se puede perder en este lugar? Cualquiera pudo haberla guiado —Soltó en tono fuerte.

— ¡Le he dicho que no me juzgue! Ni siquiera sabe quién soy —gritó —. ¡Pensé que era diferente! ¡Pensé que era más inteligente!

— ¿Sabe usted con quién está hablando? ¡No me falte al respeto, y menos me grite!

— ¿Sabe qué? ¡Tómelo como quiera! —dijo Angie histérica, dando varios pasos atrás.

— ¿Qué lo tome como quiera? ¡Está usted escuchándose! —Comentó indignado.

— ¡Agh! —gritó exasperada y jalando de su cabello —. ¡Siempre lo mismo! Siempre me juzgan sin saber razones o entenderlas. Siempre la misma reacción en casi todas las personas ¡No me juzgue! ¡No me conoce! ¡Me perdí! Tengo ganas de... Ganas de golp... —Dejo la frase a medio terminar, y el puño suspendido en el aire.

— ¿Usted intentó golp...? ¿A dónde cree que va?

Angie retrocedió mas, lo miró una vez más y se dio la vuelta dispuesta salir de ese lugar.

— ¡No he terminado con usted señorita! ¿A dónde cree que va?

— ¿A dónde voy? ¡A un lugar donde no sea juzgada!

Damián suspiro frustrado.

— ¡No me falte al respeto!




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