Resurgimiento.

Capítulo 15.

Fragmento del «Manual de control y supervivencia» Creado por los gobernadores, cita:

Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos errores, los cuales son originados en aquel vicio como su fuente principal. El vicio es una falta, un defecto, una enfermedad, un mal hábito. Los siguientes vicios quedan prohibidos totalmente:

Gula

Ebriedad

Avaricia

Lujuria

Vanagloria

Corrupción política

Ignorancia

Apatía

Negligencia

Misantropía.

[...]

Los valores desde el principio de los tiempos han sido uno de los elementos mas importantes en una sociedad, contribuyendo a una buena formación en las personas y creando un ambiente sano y libre de habitar. En esa isla la cosa mas importante eran los valores, y gracias a eso, el lugar era protector y acogedor. En donde a todo el mundo le gusta vivir, gente que no vivía de la crítica, que no destruía, que no era envidiosa, con gente que no le molestaba que el otro crezca, con gente bondadosa, solidaria, honesta y honrada que espera vivir en un mundo de paz.

En esa isla existía la paz y después de tres semanas el deseo de darle esa paz a todo el mundo había crecido tanto en ella que no resistía las ganas de crear un plan y conseguirla a todo costa. Tres semanas en la que convivía con su familia, en donde todo el mundo la miraba con esperanza, respeto, como Destiny Svetlana Crowell, como si fuera la luz que alumbraría el camino en el futuro. Tres semanas en la que pudo notar que como su familia no habían dos. Todos formados en valores, con una mentalidad buena, con el pensar de que el amor era lo mas importante, y cada día todos trataban de demostrarlo. Veintiún día en los que se adaptaba, se unía, conocía.

Veintiún días captando y guardando cualquier información que fuera importante. De a poco se iba uniendo con los grandes de la isla, aprendiendo con ellos. Tanto que la base central de la isla parecía su verdadera casa.

Tantos días en los que aun no se acostumbraba a los mismos de sus abuelos, a la constante protección de su padre, era como si pensara que fuera a romperse en cualquier momento. A los desayunos entre bromas, comidas entre risas y cenas numerosas a cada momento todos juntos. Los Crowell parecían una manada.

Y ahí estaba ella, rodeada de personas, con una gran familia cosa que nunca cruzó por su cabeza. En todo esos días había conocido mas todo lo que la rodeaba. Sus primos mas pequeños eran un amor, Sofia y Ebers , ambos se habían hecho inseparables de Javier. Sus tías gemelas tenían 40 años, eran muy carismáticas y amorosas, demostrándole cuanto la quieren a cada momento. Su tía Danna 30 años, una de las mejores enfermera de la isla, una mujer dura y sobreprotectora, aunque tenía un carácter risueño que salía a relucir en los mejores momentos. Su tía vivía el día velando por la salud de todos. Después de su papá el que se había hecho mas cercano a ella, era su tío Jonathan, el medio hermano de su madre. Lo cierto era que a su lado se sentía a gusto, gracias a él sabía muchas cosas de su madre. Con los que menos establecía conversación era con los esposos de sus tías, que políticamente eran sus tíos. Pero estos siempre estaban dispuestos a ayudarla en cualquier cosa, eran buenas personas.

Sol, esta se había vuelto la mejor amiga que nunca tuvo, junto con Eliana parecían el trío inseparable. Gracias a ellas conocía la isla de punto a punto, su manera de sobrevivir, sabía que ellos mismos buscaban sus recursos, cosa que era facilitada por estar en una excelente isla, cosechaban frutos, tenían sus propias industrias pequeñas, procesaban alimentos, tenían agua potable, y tener el océano rodeándoles le favorecía en la pesca, teniendo variedad de peces para comer sin olvidar los animales que domesticaban para el consumo diario.

Aquello era perfecto, pensó. Termino de atar su coleta y se miró por última vez en el espejo de lo que ahora era su habitación. Paredes blancas, decoraciones de color morado, una cama grande, baño propio, y un closet con ropa para sustentarla mientras tuviera vida. Nada por lo que quejarse, el espacio era acogedor y contaba con ese gran ventanal que daba vista a los cientos de árboles que había detrás de la casa.

Abrió la puerta saliendo al pasillo iluminado por luces blancas, a Destiny la casa le parecía un museo de reliquias, lleno de cuadros y objetos antiguos, muy importantes para todos ellos. El estilo americano predominaba, en su familia podía ver que seguían con algunas costumbres de su antigua vida, las cuales poco a poco ella iba cogiendo.

Al lado de su habitación estaba la de su padre, al lado de este las de sus abuelos. Las de sus tías estaban en el siguiente pasillo, y las de sus primos del otro lado. Javier y Ebers desde aquel día compartían habitación.

—¡Tiny! —Rachell se levantó del suelo y la rodeó con sus pequeños brazos, una de las cualidades de esa niña rubia era el madrugar y jugar con sus tan amadas muñecas —. Te estaba esperando.

—¿Sí? —inquirió sonriendo —. ¿Y eso por qué?

—Para que me cargues hasta el comedor, mi mamá no quiso, dijo que me porte mal, y que soy una niña mala ¿Crees que soy una niña mala?

—¡Claro que no! Eres buena, solo tienes que portarte bien —comentó Destiny soltando una pequeña carcajada.

—¿Vas a cargarme hasta el comedor? Prometo no portarme mal, es que me duele la rodilla. Además el perfume se cayó solo de mis manos —Infló sus mejillas y juntó sus manos.




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