Resurgimiento.

Capítulo 18.

El avión despegó de la zona secreta de los Aliados en un viaje directo a la isla. Los nervios de Sol estaban a flor de piel, un sentimiento extraño viajaba por su torrente sanguíneo, perturbándola, inquietándola, sabia que cuando volviera las cosas no serían fáciles, menos si ella había ayudado a Destiny en una misión tan suicida, donde habían demasiadas cosas en riesgo y muchas personas y sentimientos de por medio. Otros habían ayudado también, pero sabía perfectamente que a la hora en que Damián se enterara, toda la responsabilidad caería sobre ella.

El tiempo se encontraba a su favor haciendo del viaje un transcurso sin contratiempos. En su interior deseaba que algo pasara que retrasara el viaje hacia la realidad, pero era un pensamiento absurdo, no le gustaría llegar toda golpeada por una mala caída a la isla. El silencio estaba demasiado prolongado, a bordo solo se encontraba ella, el piloto y un joven que había decidido regresar ese mismo día, de alguna misión pequeña que le habían impuesto. Suspiró sin entender realmente qué era eso que la frustraba, con sus manos echó su cabello rubio hacia atrás, la mueca de sus labios no desapareció en ningún momento. ¿Qué había hecho? ¿Qué estaba pensando en ese momento? Al parecer el sentimiento de estar haciendo algo bien por primera vez era mas embriagador que cualquier licor refinado, ese sentimiento de libertad la había embriagado a tal punto de mandar a su prima directo a la muerte.

Cerró sus ojos y se recostó del asiento, tenía que buscar una solución pronto, estar con Destiny. Necesitaba estar lo mas pronto posible en la Ciudad de la Supremacía Radial. Necesitaba ayuda de Joshua, ni siquiera tenía comunicación con Tiny ¡Santo cielos! Ni siquiera sabía como estaba, había tenido que irse antes de que la reconocieran y supieran que ella había acompañado a la verdadera gobernadora hasta el comedor. Los nervios terminarían carcomiéndola, intentaba relajarse, un intento en vano. La situación podía mas que ella.

—Comandante, uhh.. —El chico que viaja con ella se acercó de manera torpe, rascó su cuello de manera nerviosa. Sol abrió sus ojos, observándolo —. Me preguntaba si comería algo. Ya pasó la hora de comida, y quedan unas horas de viaje.

Tenía ganas de golpearse ella misma. Eran muchos soldados, pero siempre tuvo buena memoria, y solía acordarse de todos los nombres. Apenas se recordaba si lo había visto alguna vez, era de estatura promedio, de cabello negro en un corte militar, de tez morena y ojos pequeños, como si fuera descendientes de chinos, sus ojos rasgados lo hacían ver mucho mas joven de lo que era.

—Comí antes de abordar, no te preocupes —murmuró, aun mirándolo, trató de recordar su nombre. Fue una misión fallida —. Lo siento ¿Cuál es tu nombre?

—Soy Dernier —Hizo una pausa moviéndose nervioso, hasta que tomó asiento frente a ella —. Dernier Leston.

Asintió mientras removía sus pensamientos en busca del nombre. Recordó las prácticas, él junto a Eliana habían obtenido las mejores calificaciones en todas las pruebas. ¡Como pudo olvidarlo! Era uno de los primeros en el pelotón 1 de la isla.

—Lo siento, pensaras que soy una desubicada. No te he olvidado, fuiste uno de los mejores soldados en la práctica. Debes de estar muy orgulloso de ti mismo —comentó.

—Creo comprenderla. Digo...Desde que estamos en el aire ha estado ausente, con eso de que ha estado días fuera de la isla, y la noticia que acaban de pasar, creí que estaría ¿Desesperada?

El cambió de tema la había sacado de balance.

—Espera. ¿Qué noticia?

—Al parecer intentaron explotar el avión donde viajaba la verdadera gobernadora, y bueno... Como Destiny desapareció de la isla se piensa que es ella, y no se han tenido noticias del infiltrado allá —El gesto nervioso volvió y observó a la comandante perder la calma lentamente.

—¡Oh Dios mío! ¿Qué han intentado que? ¿Por qué no hay más noticias? ¡Damián va a matarme! ¡Santo cielos! ¿En qué estaba pensando? —Se preguntó perdiendo la calma —. ¿Fueron los protestantes? Estoy segura que fueron ellos. Son unos.... ¡Agh! Unos malnacidos.

—Tranquila comandante. Estamos llegando, no pierda la calma. Seguro en la base tienen mas noticias, será una novedad verla nuevamente. Nadie la espera hoy, o la esperaban en un largo tiempo.—dijo —. Digo, su abuelo ordenó que no se le buscara.

Solo encontró conveniente asentir, las palabras ya ni le brotaban ¿Y si Destiny estaba mal? ¿Y si...? ¡Agh! Se ordenó ella misma dejar de pensar. Era su plan, lo que habían decidido. Ambas eran mayores, solo quedaba confiar a ciegas. Aun tenían a Joshua, sabía perfectamente que él no dejaría que nada le pasara. Ni en un millón de años.

No era momento para desesperarse, era momento de pensar con calma. De observar al enemigo, de medir sus pasos, de memorizar sus movimientos. De analizar sus gestos. La sangre y la gloria iban de la mano, ella lo tenía muy confirmado.

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El viaje se le hizo rápido, culpa de los nervios que se mantenían en plan de traicionarla. Mientras descendía de la nave, sentía ese hueco en su estómago como si le avisara de que algo no estaría bien. Ese sentimiento tan extraño que pocas veces había experimentado pero que comenzaba a odiar. Era como si todo su ser le advirtiera, o presintiera, todo lo que se avecinaba. El corazón parecía encogérsele en un intento de protegerse.

Cuando algo verdaderamente le interesa al ser humano. Cuando quieren lograr algo con todas sus fuerzas, suelen dejar el corazón. Alma de doble filo que no solo puede acabar con el enemigo, sino también consigo mismo.

Nadie los esperaba en la base de aterrizaje, pero el jeep de traslado se encontraba en el mismo sitio de siempre. Había subido primero y cuando sus compañeros lo hicieron el recorrido inicio. Rápido, así lo sentía. Todo en cámara rápida, como si el tiempo había decidido correr un maratón. La dejaron justo en la entrada de la casa Crowell, y allí permaneció hasta que se sintió un poco mas segura. Sus pasos hacía la entrada era lentos, tratando de hacer del momento mas prolongado. El sol se escondía en el horizonte proyectando sus últimos rayos de luz, el cielo se tornaba de ese color, azul, y púrpura, distrayéndola una milésima de segundos. Las luces en el jardín se encendieron dando a entender que la noche había iniciado. Abrió la puerta y entró sin demorar.




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