Cuando la vida se resume a mentiras y a cambiar constantemente, los humanos no saben a qué aferrarse. Los sucesos son tan rápidos que solo le da tiempo a pensar con rapidez o a morir en el intento, a tomar rápidas decisiones o quedarse estancados en un lugar. Todo eso para ella era demasiado, pero se mantenía en pie como la verdadera guerrera que era, y que iniciaba a formarse. Ella no era como otros, ni actuaba o pensaba como otros. Simplemente era Destiny, con una mente tan extraña como para ser entendida. Lo cierto era que trataba de llevar todo eso que le pasaba de la mejor manera, de saber sobre su verdadera vida, sobre su padre y familia. De que era una gobernadora cuando siempre odio al Círculo, de que una lucha podría aproximarse, y de que podría perder mas de lo que ganaría.
La luz la azotó mareándola, sintió el mundo girar y girar sin querer detenerse. Su visión era muy borrosa y su cuerpo no lo sentía. Dormir por treinta días tenía sus estremecidas entumecidas, haciendo que hasta parpadear doliera. No se había movido, el único movimiento que emitía era el de sus ojos queriendo acostumbrarse, su garganta estaba quebrada. En ese momento era la presa más fácil que podrían cazar. El vértigo que la recorría la mantenía alerta, el saber que se encontraba en un lugar desconocido la mantenía de forman alarmante inquieta, en ese momento lo mejor era permanecer al acecho, y no emitir palabras que puedan usar en su contra.
No había pasado por alto la pregunta tan ruda que le había hecho Anthony, y saber que estaba a pocos pasos esperando una respuesta la tenía de los nervios. Ella sí había escuchado lo que el había dicho días atrás, cuando su corazón se aceleró casi matándola. No podía poseer miedo, pero en ese instante el miedo comenzaba a ser su compañero. Temía por su vida, y por la de los Aliados, temía por los provinciales, y temía por el mundo completo. Tenía miedo de sus sentimientos. Estando tan al frente de la realidad, chocando con ella, se dio cuenta de que quizás no había sido la mejor decisión. Era el principio del camino de fuego, y nadie le garantizaba que llegaría al final salva.
¿Cómo podría salvar tu vida, sociedad?
Si no sé cómo cuidar la mía.
¿Cómo saber cuidarte, sociedad?
Si mis pies andan desnudos sobre el principio del camino de fuego.
Arden.
Se queman.
El fuego me consume,
me carcome,
me inunda.
Voy a explotar.
¿Cómo podría yo curarte, sociedad?
Si todavía no encuentro la forma de salvarme de mi misma.
El dolor físico era insoportable, su estómago dolía, aunque sabía que la habían mantenido con vida gracias a vitaminas, y líquido que entraban por sus venas. La habían bañado y cambiado definitivamente era la cosa mas extraña que le había pasado. Eso le dio a entender que no importa lo que tuviera que hacer ella lo haría, aun si le costara su vida.
Las luces comenzaban a ser menos brillantes, y el mareo pareció mejorar. Unos brazos la tomaron ayudándola a incorporarse, apoyando su espalda de las almohadas, estrujó sus ojos queriendo desaparecer todos esos puntos negros que le nublaban la vista. Lo primero que su mirada captó con nitidez fueron los intensos ojos azules de Joshua. De cerca parecían tan irreales, pero combinaban perfectamente con su rostro pincelado. Su mirada era muy preocupada, y la de ella se tornaba tan feliz que cuando chocaban nada se entendía. No le importaba que fuera su primo, o si antes se hubiese besado con él. Simplemente había confundido los sentimientos, cuando su propio cuerpo le decía que eran familias. Tenía todos sus recuerdos, y en casi todos estaba Joshua, el que siempre estuvo con ella, el que la cuidó y nunca le dio la espalda. Era tanta la historia que tenía con él, que simplemente el verle le hacia feliz. Sin importar que se encontraba en un entorno tenso, con tantos pares de ojos mirándola, solo importaba el por qué se encontraba ahí.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Joshua en un susurro. La inspeccionaba buscando cualquier rastro de que no estuviera bien. Antes, cuando la había visto convulsionando de un ataque al corazón se creyó morir. Era tanta la sangre que emanaba de su cuerpo, que el terror y pánico habían bañado su cuerpo por varias semanas. Le alegraba tanto que ella estuviera ahí, y que fuera tan fuerte. Había soportado mucho, y seguía de pie.
Abrió su boca en un intento de emitir palabra, pero nada salía de sus labios. Asintió, entendiendo de que su garganta no le permitiría hablar tan rápido. Observó su alrededor con recelo. Se encontraba en una habitación gigante, con la cama donde ella se encontraba. Con una pared de vidrio asombrosa, decorada tan pulcra y perfectamente. Cuadros antiguos, y jarrones de reliquias, tocador, espejos. Era tantos lujos, tan elegante y extravagante. En su recorrido encontró a los gobernadores uno a uno. Azael estaba receloso apoyado del marco de la puerta, lo observó detenidamente recordando todo lo que sabía de él, y de todo lo que él le había hecho cuando sola era una cría. Su mirada no podía reflejar mas perfectamente que no le agradaba su presencia, Luna estaba a pocos pasos de él, su rostro estaba contraído en una mueca de intriga. Masha estaba sentada en un juego de muebles blancos que se encontraban en la habitación, la miraba con ese tono aburrido, como si aquello no fuera de su importancia. Anne y Kay se encontraban junto a la gran pared de vidrio, esta daba paso a una terraza que tan solo le causaba escalofríos de la vista tan extraordinaria que lograba ver. Le causo intriga no encontrar a Anthony, si cuando había despertado escuchó claramente su pregunta.