Resurgimiento.

Capítulo 20.

Las cortinas de seda roja flotaban en una danza junto al viento. Bailaban chocando entre sí, mientras la brisa las mecía de un lado a otro, era un movimiento hipnótico para ella. El movimiento mantenía sus ojos ocupados observando el mecer de estas telas, cubrían casi todo el salón del comedor. Daban un toque demasiado elegante y sofisticado, adornando los grandes ventanales de cristales. Habían tantos cristales que solo podía imaginarse que ellos podrían ser igual. Tan duros mientras no son golpeados, tan fuertes para resistir las tormentas, pero tan débiles para una caída, las personas siempre terminaban siendo de cristales, no importa que tan fuertes sean o que tanto han luchado. Siempre habrá algo que con un solo toque destruya a un ser dejándolo siendo miles de pedazos tirados en el suelo. Siendo fragmentos tan diminutos como para volver a restaurarse. Pero existe eso que dice "Después de la tormenta viene la calma" Y así como hay cosas que destruyen y aniquilan, existen cosas que salvan y dan ganas de vivir.

Quizás sus ganas de vivir venían gracias al fuego liberador que existía en ella, ese que la invitaba a seguir adelante con ese plan tan suicida que tenía. Eso era lo que la mantenía fuerte, ese sentimiento de que por primera vez estaba haciendo algo bien, de que estaba peleando para un bien. Liberar el mundo era su misión, mas no encadenar su vida. Y era lo que sentía que había hecho. Estar tan de cerca de la realidad, de frente con los gobernadores podía ver la presión tan grande que chocaba con ella. La tensión no abandonaba su cuerpo, sintiéndose encadenada en aquel palacio rodeada de siete gobernadores que quizás no tardarían en destruirla. Lo peor era que ella era uno de ellos, y el mundo la vería como tal. Cruel, despiadada, sin corazón. Porque esa era la visión que el mundo tenía de ellos, ¿Cómo confiaría esa gente en ella? ¿Cómo iban a creerle que solo buscaba la libertad? Quizás debía procurar cuidar su imagen, podría hacer lo mismo que Anne Marie, era una gobernadora y el mundo no la creía tan mala.

Solo te queda resistir, y no dejar que te coman el cerebro como los gusanos que parecen ser.

El tintineo de los cubiertos era lo único que se escuchaba en el comedor. Sumándole el pequeño sonido de sus respiraciones, la mesa estaba repleta de postres, dulces y bebidas, mientras los ocho merendaban. Cada silla tenía en el espaldar grabado el número de orden, estas eran demasiado cómodas según ellas, doradas y cojines rojos. La mesa era grande y cuadrada, estando cuatro frente a cuatro. En el lado izquierdo se encontraba Azael, Anthony, Anne, y Masha. Seguidos en el lado derecho frente a ellos, por Luna, Joshua, Destiny, y Kay.

Destiny introdujo en su boca otro pedazo del pastel que desde hace algunos quince minutos estaba comiendo. Trataba de no levantar la mirada evitando encontrarse con algunos pares de ojos curiosos, el silencio parecía reinar. Estaba segura que no duraría mucho tiempo, no cuando ella seguía callada, y ellos llenos de preguntas.

—¿Cuando recuperaste tus recuerdos, Destiny? —Preguntó Luna llenando el enorme silencio. De manera elegante bebió de su copa.

Despegó sus ojos del plato posándolos en ella.

—Creo que fue hace casi dos meses —dijo maquillando su historia —. Me encontraba encerrada, por cosas que prefiero no explicar. Supongo que siempre tuve un trauma con los espacios cerrados, viví mis cuatro primeros años dentro de 4 jodidas paredes grises.

Luna asintió —Quizás no lo sepas, pero mi entrenador Willian siempre me dijo que tenía alguna especie rara de conexión contigo. Todo el tiempo que duraste sin recordar nada, que tu mente sufría sin que lo supieras. Tus recuerdos terminaban en mi cabeza, terminaban afectándome a mi.

—¿Conexión? —preguntó en un intento de no asustarme. —¿Qué tipo de conexión? —Hizo otra pregunta, era un nuevo tema. Algo que podría derrumbar su suelo. Claro dependiendo de qué tipo de conexión sea, lo peor sería que no pudiera tener ni siquiera espacio personal en su propia cabeza. Cavaría su propia tumba, si Luna pudiera saber todo lo que ella pensaba.

—Nunca hemos podido investigar perfectamente a qué se debe o que puede hacer en su totalidad. No todos tuvimos la misma suerte que tú, Arnold sigue vivo. Mi entrenador ya no —Sus ojos violetas se tornaron oscuros —. Estoy segura que su deseo siempre fue averiguar de qué se trataba la conexión, sigo trabajando porque es algo que le debo. Pero tranquila, te noto tensa. No es como si pudiera leer tu mente, no soy una criatura mágica, cariño. Soy un super humano —Sonrió mostrando los dientes —. Creo que viene siendo una especie de apoyo mental que poseemos.

Asintió comiendo otro trozo del pastel.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —inquirió Kay —. Joshua contó la historia a medias, pero sabemos que no llegaste a comer los nanobots.

—Yo no las comí, vi personas morir frente a mis ojos y me alarme. Fue un episodio terrible —Negó con su cabeza —. Joshua me ayudó a salir con vida. Sin él hubiese estado muerta —Rió de lo último que dijo —. Bueno muerta no es la palabra, ya que hubiese estado aquí antes. Pero fueron días de horror, perdí mucho. Allí en la aldea de los LP, Sin saber de mi madre...Fueron días melancólicos, la vida de esa gente es deprimente. ¿Por qué los mantienen así?

—No todos nacen con las mismas suerte, Destiny. Para que el mundo pueda marchar bien tienen que existir gente de todo clase, ricos, de clase media, pobres. Los que tienen el poder, los que nacen esclavos. Los que mandan, y los que sirven. Es el círculo giratoria de la vida —comentó Kay —. ¿Crees que nosotros somos los malos cierto? Se que con todo nuestro dinero podríamos erradicar a los pobres del mundo. Pero después la vida no tendría sentido, estaríamos buscando nuestro fin nosotros mismos. ¿Quién labrará la tierra? ¿Quién sería maestro? ¿Quién curará a otros? Si todos fuésemos ricos, nadie quisiera trabajar. Por eso los mantenemos así, los LP son los perdidos. Los que por mas que luchen no tienen salida, por más que naden no tienen escapatoria. Nacieron para servir, y para morir. Así de simple.




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