La noche estaba nublada, con colores deprimentes y opacos, prometía cosas que ella odiaba, era como el aviso a la gran tormenta que se avecinaba; inconscientemente le recordaba a ese día en donde había iniciado todo para ella, el ambiente era igual de tenso, una costumbre que había disminuido y justo en ese momento, regresaba para atormentarla. Las nubes empañaban el cielo, siendo imposible poder observar aunque sea una simple estrella, la oscuridad la rodeaba, los árboles del jardín ni siquiera se movían, el ambiente se sentía estático, era como si el tiempo se hubiese detenido, o al menos se había detenido para ella.
Destiny deseaba que lloviera, desear era lo que ella hacía todo el tiempo. Deseaba ver a los cielos debordados, agitados, con grandes relámpagos y una lluvia persistente, porque ella sabía que si el cielo se desahogaba, ella lo haría también. Pero su alma solo se reflejaba en la inmensidad del cielo y parecía estar igual de congelado que ella. Sentada frente a la ventana, observaba su alrededor mientras su mente se llenaba de los recuerdos que por alguna extraña razón ella quería borrar, recordar todo lo que había vivido, recordar todo lo que tuvo y al mismo tiempo perdió, hacía que la amargura la inundara por dentro y que de forma disimulada sus ojos se llenaran de lágrimas; solo quería llorar, y ni eso se permitía.
La gobernadora despegó sus ojos color rubí inexplicables de la ventana y levantando su muñeca miró el reloj que desde que tenía uso de razón estaba consigo, un reloj que Damián le había puesto y que fue de ayuda para que su padre la encontrara, mirando la hora se dio cuenta que la noche apenas iniciaba, y que aún quedaba mucho camino para ella lamentarse, sabía que el dolor no disminuiría nunca, que las decepciones no hacían tanto ruido como un cañón pero dolían un más que este. Sentía que no se recomponería de eso nunca, sentía que su ida a la Ciudad de la Supremacía Radial no había servido de nada, sentía y realmente pensaba que todo había sido en vano.
Se había perdido a ella, se había perdido de poder tener una vida con su familia normal, se había perdido de pláticas y abrazos que no podían contarse, había perdido mucho tiempo de su vida, ¿luchar por libertad? ¿Y donde estaba que aun no la veía? ¿Cómo era que ella lucharía realmente? Solo se había unido a ellos, había convivido con ellos y había sufrido a manos de ellos. Había perdido a Javier, era algo que ni en cien años luz y ni creando una máquina para viajar al pasado ella podría recuperar. Y lo más tonto; había perdido su corazón.
A manos de quien menos pensó, a quien una vez tanto odio. Al que se prometió destruir, se había enamorado de Anthony quien era el cabecilla de lo que tanto sufrimiento le causó a ella y a los suyos. Había una parte de ella que los entendía, pero había otra que no. Todos ellos se criaron sin elección, se les imponía ser así, a ellos los habían creado para causar sufrimiento y dolor, en cierta parte ellos no tenían la culpa, no habían elegido ser quienes eran, no habían tenido voz ni voto cuando sus padres decidieron hacer de sus vidas un proyecto, pero lo que Destiny sabía también era, que ellos nunca habían intentado luchar contra su naturaleza, contra lo que eran, no habían intentado luchar por sacar a flote quienes verdaderamente eran, simplemente se habían estancado en lo que habían hecho sobre ellos sin intentar cambiar eso. Ya en ese tiempo, los gobernadores eran así porque querían, porque ya sus padres no estaban ahí para controlarlos.
Se habían dejado usar como marionetas, no solo los humanos eran robots, secretamente ellos mismos lo eran. Entonces, Destiny se daba cuenta de que el poder del Círculo no solo venía por parte de ellos, era un poder más grande que se había creado muchísimo tiempo atrás, encadenando gente sin poder respirar siquiera.
—Te traje la cena, y esta vez si vas a comer. Destiny, no quiero un no por respuesta —Sentenció Sol dejando la bandeja sobre la mesa de noche.
Destiny ni siquiera se movió, era como una estatua, se encontraba en la misma posición de hace semanas, comía poco, hablaba poco. Destiny estaba nublada, no sabía qué pensar. Demasiadas cosas la atormentaban, ella solo quería respirar.
—¡Por amor a Dios, Destiny! No comes bien desde hace un mes. ¡Tú no puedes pensar hacer esto ahora! Tú no eres de esas clase de chicas. ¡Despierta! No puedes tirarte a morir, las cosas pasan, siempre pasan. Personas sufren, personas mueren, personas siguen adelante. Estoy intentando ser comprensiva contigo, pero no puedo serlo cuando te veo en ese estado. Estancandote —Sol suspiró con frustración y se sostuvo de la pared cuando sintió un fuerte mareo, cosa que Destiny pasó por alto —. Tienes que continuar, esto aun no termina.
La guerra había pasado hacía mes y medio.
—Yo solo quiero que Anthony regrese —Confirmó en un susurro diminuto, creando que su corazón volviera a doler. Ahogó un grito de dolor con sus manos e intentó respirar varias veces.
No fue fácil tragarse esos gritos que amenzaban con destruirla, Era apretar sus manos con fuerza alrededor de su boca y nariz, era intentar no llorar. Era querer ser fuerte.
—Ay, Tiny...—Sol la rodeó en sus brazos cuando llegó hasta ella. Acarició su cabello en caricias suaves y constantes, volvió a suspirar. ¿Cómo era que Destiny había terminado así? Ella no era la más indicada para hablar, pero eso no dejaba que ella se cuestionara aquello.
—¿Por qué, Sol? ¿Por qué él? —Sorbió su nariz y se restregó los ojos intentando eliminar las lágrimas, y entonces no pudo evitar llorar —. Anthony.
—Todo estará bien, Destiny. Ya verás.
Comió de manera muy lenta, ni siquiera sentía los alimentos pasar por su lengua, tampoco era consciente de cuando los tragaba o como era siquiera que los masticaba, picoteo la comida literalmente, comía mientras miraba a otro sitio, entonces mientras se llevaba un bocado a la boca notó el collar de la gran piedra esmeralda que Anthony le había regalado y fue peor. El dolor volvió a instalarse en su pecho como una bomba detonante que explotaba sin previo aviso. Tragó con fuerza la fruta que se había llevado a la boca y dejó el plato con lo que restaba de lado, el estómago se le había cerrado.