Capítulo Doce

Eli salió de la escuela aburrido —muy aburrido, por cierto— y molesto. Todos lo miraban con lástima. Claro, todos creían que su papá lo había abandonado. El único que había dicho saber la verdad fue Finstock.

Incluso se sintió aliviado de que no le permitieran entrenar, así que decidió llamar a Peter para que pasara por él. Y ahí estaba, subiendo al auto de su tío abuelo.

—¿Encontraron a Stiles y a Jordan? —preguntó apenas se sentó.

—No. El sheriff y Malia están buscándolos —suspiró Peter.

> (Me di cuenta de que olvidé a Malia en los capítulos anteriores… sorry.)

—Oh… es que en unos días más será luna llena, y Stiles prometió estar ahí —dijo Eli mientras tomaba el Funko Pop de su mochila entre sus manos.

—Tranquilo, si te lo prometió, seguro lo cumplirá —le sonrió Peter, luego encendió el auto y arrancó.

A medio camino, sonó el teléfono de Peter. Contestó de inmediato.

—¿Sheriff, alguna señal? —preguntó. Eli puso atención y Peter activó el altavoz.

—Jennifer está viva. Y Stiles está con ella… por voluntad propia. Están buscando a Jordan —dijo el sheriff con un tono nervioso.

—¿Jennifer Blake? —preguntó Peter, como si fuera una broma—. Pero si… carajo, ¿de verdad no sirvo para matar a nadie? —se quejó. Eli soltó una risa.

—¿Por qué querrían matar a una mujer tan bonita? —preguntó inocente, sin notar la cara de Peter, que ahora lo miraba con incredulidad.

—No cabe duda de que tú y tu padre tienen los mismos gustos —bromeó Peter. El sheriff se rió al otro lado de la línea.

—¿Pasó algo más?

—Sí… Jennifer me dijo algo que me dejó en shock. Al parecer tengo un nieto… y Stiles un hijo. Y ninguno de los dos lo sabíamos.

—¿Te dijo quién es la madre? —preguntó Peter, frunciendo el ceño.

—No… pero Derek lo sabía —confesó el sheriff.

Peter, claramente sorprendido, giró bruscamente en una esquina y estacionó como pudo frente a una farmacia.

—¿Me estás jodiendo, verdad? —dijo, mirando a su sobrino-nieto. Pero Eli no entendía por qué reaccionaba así.

—No… espera. Mejor hablamos cuando llegue a la comisaría —y el sheriff cortó la llamada.

Peter se quedó observando fijamente a Eli. Ahora lo veía con más claridad. No podía confirmar si el olor del chico era exactamente una mezcla de Stiles y Derek, ya que ambos habían convivido con él en la casa últimamente, y los olores se mezclaban.

Respiró profundo, mantuvo la calma y volvió a poner el auto en marcha, rumbo a la comisaría.

Una vez allí, Eli se fue con el oficial Mason a revisar carpetas viejas y conversar un rato.

Peter se dirigió al despacho del sheriff.

—Ahora sí… dime qué fue exactamente lo que te dijo Jennifer —exigió.

—No fue algo concreto. Pero me habló de los recuerdos… de cómo Derek cuidaba a Eli de bebé. Ese instinto maternal que solo una madre tiene con su hijo —susurró como si estuviera revelando un secreto prohibido—. También confesó haber estado en Virginia, donde Stiles supuestamente hizo una donación… y que un médico parecido a Deaton hizo la inseminación.

Peter frunció aún más el ceño.

—¿Estás seguro de que estamos hablando de la misma loca Jennifer? —preguntó incrédulo—. Porque aún tengo en mi mente cómo le desgarré la garganta.

—Sí. Y tú me acabas de confirmar que es ella —dijo el sheriff, encendiendo una grabadora que tenía en el escritorio—. Ella mencionó que tú le cortaste la garganta.

—Mierda. Tengo que matarla… pero esta vez de verdad —gruñó Peter.

—No puedes —le advirtió el sheriff. Peter frunció los labios, molesto.

—Tiene dos hijas… y un esposo que es policía. Creo que también es sobrenatural.

—Carajo… esto se pone mejor cada día —se dejó caer en la silla con frustración.

En ese momento, Lydia entró corriendo, alterada.

—¡Sheriff! ¡Sé dónde están! ¡Sé a dónde fueron Jordan y Stiles! —gritó—. ¡Están en el Nemeton! ¡Stiles está intentando resucitar a Derek!

Peter casi besa el suelo de la emoción. Gracias a los dioses de Beacon Hills, nadie se queda muerto por mucho tiempo… sobre todo no Derek. Estaba tan aliviado. Ojalá Stiles pudiera traerlo de vuelta.

—¡Hay que detenerlos! ¡Podría ser otro plan del Nogitsune! —dijo Lydia, muy nerviosa.

—¡No! —Peter se negó rotundamente—. Enfrentaré tormentas, guerras y maldiciones si eso me devuelve a mi sobrino. Si tú y tus amigos se meten, juro por la memoria de mi hermana… que esta vez sí te mato —la miró con los ojos azules brillando, llenos de furia.

—¡Podría morir gente! —reclamó Lydia.

—Sí. Y tú podrías ser una de ellas —espetó él con rabia.

—Oye, Peter, ya basta. No hagas una escena aquí —le pidió el sheriff con firmeza—. Lydia, si esto es otro juego del Nogitsune, no importa. Estoy dispuesto a enfrentarlo otra vez si eso trae de vuelta a Derek.

—Están peor que Scott… —resopló Lydia.

—Tú y tus cosas de banshee trajeron a Allison de vuelta —la miró con frialdad—. Estabas tan ilusionada de verla otra vez, que no pensaste en las consecuencias. Ahora déjanos a nosotros disfrutar esto.

Lydia miró a Peter con dureza, luego al sheriff, quien asintió ante las palabras del lobo.

—Bien. Me voy. No voy a quedarme a ver cómo mueren mis amigos —dijo con enojo. Salió de la oficina y caminó hacia Jackson, que estaba esperándola.

—Jackson, vámonos.

—Ah… yo… no me voy —respondió con miedo a su reacción—. Llamé a Ethan. Y… además Derek es mi alfa. No voy a perder esta oportunidad.

—¡Estás loco! ¡Podrías morir! —le gritó entre dientes.

—Derek murió por nosotros primero. No voy a abandonar a nadie más por tus miedos —se colocó al lado del sheriff y Peter, justo cuando estos salían a ver qué pasaba.

Pero Lydia… no eran simples miedos. Se arrepentía de no haber pensado en las consecuencias al traer de vuelta a Allison. Sí, estaba feliz de verla… pero sabía algo que los demás no: al devolverla, le había dado poder al Nogitsune para manifestarse físicamente. Y muchas de sus visiones habían sido producto de su manipulación. ¿Y si revivir a Derek causaba aún más muertes?