Eran las cinco de la mañana. Eli estaba sentado a solas frente al ventanal, con los codos sobre la mesa. El silencio del loft lo envolvía. Stiles, que recién despertaba, lo vio ahí. Aún medio dormido, se levantó con cuidado de no hacer ruido y caminó hacia él, esforzándose por mantener los ojos abiertos.
—Deberías dormir —dijo con suavidad.
Eli no se inmutó.
—Hoy será un día muy largo…
Nada. El muchacho ni siquiera parpadeaba. Parecía no haberlo escuchado.
—Oye, Eli… —le tocó el hombro. Finalmente, el chico lo miró—. ¿Por qué no duermes un momento?
—Lo siento —murmuró apenado—. Pero no puedo dormir más. Me desperté hace una hora… tuve otra pesadilla.
—¿Otra? —preguntó Stiles, intrigado.
—Sí. La madrugada de ayer, cuando Parrish se fue… también estaba despierto por una pesadilla. En ambas veía a mi papá morir. Y no podía hacer nada para evitarlo —confesó, bajando la mirada.
—Tranquilo. Lo traeremos de vuelta. Te lo prometo —le aseguró Stiles, sentándose a su lado.
Ambos quedaron en silencio, observando el pueblo dormido desde la ventana, mientras el cielo comenzaba a aclararse.
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Horas más tarde, ambos estaban profundamente dormidos sobre la mesa. Jennifer, al ver la escena, frunció el ceño con indignación. ¡Y eso que ella había comprado colchas para que todos durmieran cómodos!
—¡Vamos arriba, todos! —gritó.
El rugido de su voz hizo que Stiles y Eli se sobresaltaran y cayeran al suelo. Arlee y Stephanie se carcajearon. Jordan y Alec se cubrían la boca para no reírse en voz alta. Mason no se rió… porque el grito lo había asustado de verdad.
—Carajo… ¿te costaba mucho ser un poco más delicada? —se quejó Stiles, masajeándose la espalda.
—Creo que si no fuera hombre lobo, me habrías roto un hueso —bromeó Eli, sobándose la pierna donde Stiles había caído.
—Lo siento… —Stiles miró a Jennifer con fastidio—. Me duele todo.
—Ya, menos quejas y más acción —espetó ella, sin siquiera mirarlos. Luego se giró hacia Mason y Alec—. Ustedes dos, a comprar comida para todos. No se dejen ver por los demás. Y más les vale que no los rastree Scott.
Ambos hicieron un saludo militar exagerado y se fueron de inmediato.
—Tú, sabueso —dijo Jennifer mirando a Jordan—. ¿Encontraste algo en el Vita et Mortem?
Jordan asintió.
—Sí. Pero necesitaremos a Lydia, a Hikari y a mí —abrió el libro y señaló un párrafo para que Jennifer lo leyera.
Mientras tanto, Stiles se había sentado a charlar con Eli y las niñas. Pero Jennifer alzó la voz:
—Stiles, ven aquí.
Él se levantó con desgano y se acercó.
—¿Pasa algo?
Jennifer le sonrió.
—Vamos a crear un fénix elemental. Y no, no es un hechizo.
Stiles abrió la boca, atónito.
—¿Entonces… cuándo voy a hacer un hechizo genial? —preguntó, adoptando una pose estilo Dragon Ball.
Jennifer puso los ojos en blanco.
—Nunca, Stiles. Esto no es el mundo literario de Rowling, ¿entiendes?
A veces, le molestaba que él actuara así. Aunque por dentro sabía que era bueno verlo comportarse como el adolescente que había sido. Solo que no en momentos tan críticos.
—Bueno… pero no te enojes —se encogió de hombros y se sentó junto a Jordan—. ¿Me explican?
Jordan asintió y comenzó a explicarle el procedimiento.
—Pero espera… ¿dónde entra el collar? Digo… si ya no están las cenizas de Derek… —preguntó Stiles, dirigiéndose a Jennifer.
—Lee más abajo —ordenó ella—. Jordan, traduce.
Jordan frunció el ceño.
—Es que… ya no hay más texto —dijo señalando el final del párrafo.
Jennifer tomó el libro. Sus ojos captaron inmediatamente lo que los demás no vieron.
—Pues yo sí lo leo. Dice:
> Las cenizas van en el agua. Luego, el grito de la Banshee. Después, se rodea la tina con muérdago, y el sabueso debe encenderlo. Finalmente, la kitsune calentará el agua hasta que se evapore. El vapor invadirá el lugar, pareciendo una densa neblina. De ella surgirán sombras. Esas sombras serán el renacer del fénix.
—Muy poético y todo… pero, ¿por qué sombras? ¿No debería ser solo una? —preguntó Jordan.
—Porque puedes revivir a cuantos quieras en el mismo ritual —respondió Jennifer mientras escribía notas en una hoja.
Ya sabían lo que tenían que hacer. Solo esperaban que Mason y Alec regresaran con la comida.
Minutos después, ambos regresaron con lo que Stiles llamó "un desayuno de reyes". Tras disfrutarlo, Stiles tomó su teléfono y llamó a Lydia.
—Lydia, ve a la veterinaria de Deaton. Solo tú.
—¿Y si voy con Jackson? —preguntó ella, como si no lo conociera.
—Si llevas a Jackson o a cualquiera más, juro que los dejo dormidos a todos —sentenció.
Lydia suspiró. No tuvo más opción que aceptar. Stiles cortó la llamada y marcó otro número.
—¿Liam?
—¿Sí? —contestó Liam, con voz adormilada.
—Necesito que tú y Hikari estén en la veterinaria antes del mediodía. Pero no le digas a Scott, ni a Malia, ni a Peter… ni a mi papá.
—Sí, ya me enteré de lo que planean. ¿Quién más va a ir?
—Lydia… y tal vez Jackson, si logra colarse —suspiró—. Solo estén ahí al mediodía. Gracias.
—No hay de qué. También queremos a Derek de vuelta —dijo Liam antes de cortar.
—Ya todo listo —anunció Stiles con una sonrisa.
—Bien. Ahora vámonos. Ya son las nueve, y hay que limpiar la veterinaria —dijo Jennifer mientras le tendía un maletín—. Toma. Es ropa para Derek. Jordan insistió en llevar tres mudas de hombre… y una de mujer.
—¿Una de mujer? —Stiles alzó una ceja—. ¿Por qué?
—Le pregunté, pero no me contestó —Jennifer se encogió de hombros.
—Bueno… ya qué —Stiles se colgó el maletín al hombro—. ¿Ya están todos afuera?
—Sí. Solo faltamos nosotros.
Apagaron las luces del loft y salieron. La mañana apenas comenzaba. Pero sabían que ese día… sería uno que cambiaría sus vidas para siempre.
Editado: 10.07.2025