Habían pasado dos días desde su discusión, y aún no veía a su padre. Pero hoy, Stiles sentía la necesidad de llamarlo. Quería contarle que estaba por devolverle a su consultor favorito en la comisaría. Sin embargo, levantar el teléfono le resultaba casi imposible. Había intentado dos veces marcar su número, pero se contuvo. Sabía que su padre estaría molesto y que lo primero que escucharía sería una sarta de reproches. No quería arruinar la armonía que se sentía en el ambiente desde aquella mañana, cuando descubrieron cómo traer a Derek de vuelta.
—¿Cómo te sientes? —la voz de Jennifer lo sorprendió por la espalda.
—Extraño… —respondió él, sin girarse—. El ambiente afuera se siente como si algo festivo estuviera por ocurrir. Como esos días en los que todo el mundo celebra algo sin saber exactamente qué.
Jennifer sonrió. Sentía lo mismo. Le fascinaba ver cómo a Stiles se le desbordaba la alegría por cada poro.
—Se acerca algo grande —admitió, con una sonrisa brillante—. Será lo más hermoso que viviremos.
Sin embargo, su expresión se volvió seria al recordar lo que tenía que confesar.
—Pero antes de que todo comience, necesito decirte algo…
—¿Es algo malo? —preguntó él, preocupado.
—No… no en lo que a mí respecta —tomó sus manos entre las suyas—. ¿Recuerdas cuando te dije que fui una de las enfermeras que te atendieron cuando hiciste la donación de tus… hijitos?
Stiles soltó una risita al recordar el apodo ridículo que le había puesto a su esperma ese día.
—Sí… dijiste que estabas con mascarilla, por eso no te reconocí.
—Bueno… robé esa muestra —dijo Jennifer sin rodeos.
Stiles parpadeó.
—¿Qué?
Ella continuó con rapidez:
—La robé para un amigo. Mi único amigo en el mundo. —Señaló el collar rojo que colgaba del cuello de Stiles—. Él no lo sabe, pero cuando me confesó que quería tener un hijo, le hablé sobre cómo podía hacerlo. Le conté que había una forma de llevar vida dentro de él… algo especial que solo podía lograrse gracias a lo que tú llevabas en tu interior.
Stiles la miraba con los ojos muy abiertos, aún procesando lo que escuchaba.
—Él no sabía nada sobre la chispa —continuó Jennifer—. Ni sobre lo que significaba. Pero yo sí. Sabía que él solo podría tener hijos tuyos. De ustedes dos. Y como él solo pensaba en protegerte y dejarte vivir tu vida lejos del peligro… nunca se lo dije. Solo fui a Virginia con la excusa de buscar al donante perfecto. Y así fue como, siete meses y medio después, nació Eli.
Jennifer cerró los ojos, esperando el estallido.
Pero no hubo gritos.
Abrió un ojo, nerviosa. Stiles seguía ahí, paralizado.
—¿Stiles?...
—¿Es verdad lo que estás diciendo? —su voz era un susurro.
—Sí. Es más posible de lo que imaginas —le sonrió—. Estamos en Beacon Hills, ¿recuerdas?
Y entonces Stiles rompió su parálisis. Dio un salto hacia ella y la abrazó con fuerza.
—¡Oye! ¡Ya, necesito oxígeno! —se quejó entre risas—. Por favor… suéltame.
—¡Lo siento! —la soltó, con lágrimas en los ojos—. No puedo creer que tengo un hijo… ¡Tengo un hijo!
Miró a Eli, que jugaba ajedrez con las niñas de Jennifer.
—Y es buen jugador… como su papá —dijo con una sonrisa emocionada al verlo celebrar una victoria.
—Sí, lo es —coincidió Jennifer. Ni ella ni Alec habían logrado ganarle ni una sola partida a ese niño.
Estaban tan distraídos que no notaron la llegada de Lydia, Jackson, Liam y Hikari.
—¡Hola! —gritó Lydia al entrar. Corrió a abrazar a Stiles, quien dio un brinco del susto—. ¡Lo siento! Llegamos temprano… pero Scott está como loco buscando a Eli.
—Pues que se quede con las ganas —gruñó Stiles, zafándose del abrazo—. No se va a llevar a mi hijo.
—¿Tu hijo? —Lydia lo miró, luego a Jennifer—. Seguro tú le metiste ideas raras en la cabeza…
Jennifer fingió sonreír, y se acercó para abrazarla.
—Actúas como una colegiala celosa —le susurró al oído—. Te recuerdo que fuiste tú quien lo dejó. No te sorprendas si ahora cuida del hijo de la única persona que siempre ha amado.
—Es un gusto verte de nuevo, Lydia —dijo, con una sonrisa falsa.
Stiles, que lo había escuchado todo, simplemente le sonrió a Lydia antes de seguir a Jennifer. Ella se había acercado a Liam y Hikari.
—Tú debes ser el beta de Scott —le dijo a Liam—. Qué pena que no lograste matarlo… le habrías hecho un favor al mundo.
—Yo no mato personas. Las salvo —respondió Liam con firmeza.
—A veces, para salvar a unos, hay que sacrificar a otros —replicó Jennifer justo cuando Stiles se unía a ellos.
—Liam, Hikari… ella es Jennifer.
—¿La que sacrificó mal a su profesor Harry? —preguntó Liam con una sonrisa incómoda mientras le tendía la mano.
—Harry no era un sacrificio. Solo… sabía demasiado.
—¿Eso fue una amenaza?
—No seas paranoico. Además, eres amigo de Derek. Estás a salvo —Stiles rodó los ojos, suspirando.
—En fin, ya estamos todos. No hay necesidad de esperar más.
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La veterinaria estaba impecable gracias a Jordan y Alec, quienes protestaron bastante al respecto. Pero ni Jennifer ni Stiles prestaron atención a sus quejas. Stiles, por su parte, pasó ese rato con Eli, cada vez más convencido de que aquel chico era su hijo… y el de Derek.
Jennifer indicó cada detalle del procedimiento. Jackson y Liam llenaron la tina con agua.
—Es hora, Lydia —anunció Jennifer—. Da el grito. Solo di su nombre.
Lydia asintió, tomó aire… y gritó.
—¡Derek!
El nombre se alzó como una melodía desgarradora y poderosa.
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Mientras tanto, en otro plano...
Derek tomaba café en un restaurante junto a Paige, Aiden, Laura, Erica y Boyd. Disfrutaban de un desayuno en paz, cuando una vibración atravesó el aire. El grito de Lydia.
Derek levantó la vista de inmediato.
—Lydia… —susurró. Y luego, sorprendido—. Dijo mi nombre.
—¿Quién es Lydia? —preguntó Paige, algo confusa.
Editado: 10.07.2025