Capítulo dieciséis

Derek tomaba café junto a Paige, Aiden, Laura, Erica y Boyd en el restaurante de estos últimos, cuando el grito de una banshee atravesó el plano espiritual.

—Lydia —dijo Aiden, mirando a Derek—. Dijo tu nombre.

—¿Quién es Lydia? —preguntó Paige, confundida.

—Una amiga —respondió Derek.

—El amor de mi vida —suspiró Aiden, completamente enamorado.

Derek le sonrió con diversión.

—Te recuerdo que está con Stiles.

—¿Y no te molesta, por cierto?

—No. Ya lo superé —respondió con tranquilidad—. Además, estoy muerto.

—Pues si yo tuviera otra oportunidad, la recuperaría a ella —dijo Aiden, cruzándose de brazos.

—Suerte con eso —le palmeó el hombro Derek, justo cuando frunció el ceño al sentir una intensa oleada de calor.

—Creo que está demasiado caluroso aquí —comentó Erica. Los demás asintieron… excepto Paige y Laura.

—¿De qué hablan? Está a menos tres grados —dijo Paige, mirando el termómetro junto a la puerta del restaurante.

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Mientras tanto, en la veterinaria…

Lydia colocaba muérdago alrededor de la tina. Al terminar, indicó a Jordan que lo encendiera. Él se transformó en sabueso infernal, y en cuestión de segundos, las ramas ardieron con fuego azul brillante.

Jennifer observaba con atención, asegurándose de que todo transcurriera sin errores.

Eli y Stiles estaban tan nerviosos que se mordían las uñas.

—Hikari, es tu turno —le indicó Jennifer con calma, aunque también estaba tensa.

La chica asintió, se posicionó frente a la tina y comenzó a calentar el agua con su poder hasta evaporarla por completo.

Jennifer llamó a todos con señas para que se mantuvieran juntos, por si algo inesperado ocurría.

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De vuelta en el restaurante...

Paige y Laura observaban, aterradas, cómo Erica, Boyd, Aiden y Derek comenzaban a ser consumidos por el fuego.

—¿¡Qué hacemos!? —Laura gritó con desesperación, mirando a su hermano.

—Tranquila… estaré bien, lo prometo —Derek intentó sonar sereno, aunque el dolor lo quemaba por dentro—. Te amo. Dile a mamá y a todos que los amo también.

—¡Derek! ¡DEREK! —gritó Laura cuando él desapareció por completo.

Paige y ella se quedaron en shock. Miraron a la nada... y luego, simplemente rieron como si nada hubiese pasado.

No recordaban nada.

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En la veterinaria, el vapor formaba una densa neblina. Las sombras comenzaron a hacerse visibles.

Lydia estaba aterrada: había más de una.

Jennifer, con gesto serio, colocó a Alec y a sus hijas detrás de ella. Liam y Hikari se adelantaron, listos para enfrentar lo que viniera.

—¿Derek? —una voz familiar resonó entre la bruma.

Stiles y Lydia abrieron los ojos como platos.

—¡Boyd, Ethan, contesten! —gritó esa misma voz, asustando a ambos.

—Estoy aquí —la voz de Derek se escuchó por fin. Eli y Stiles prestaron atención de inmediato.

—Yo también —respondió Boyd.

—¡Y yo! —se quejó Aiden—. Erica, ¿estamos en el infierno?

—¿Dónde más si no? —respondió Erica con sarcasmo.

Ella trató de avanzar, pero tropezó y cayó justo frente a Jordan. Se levantó lentamente, y al ver sus propias manos, notó algo curioso.

—Vaya… chico, a ti te quemaron peor que a nosotros —comentó al ver las marcas en Jordan. Luego miró a su lado—. Stiles —le sonrió—. Derek… creo que no estamos muertos.

Liam corrió hacia la puerta y la abrió. El calor contenido escapó al instante, y con él, la neblina comenzó a disiparse, revelando a los cinco recién regresados… completamente desnudos.

El primero en reaccionar fue Eli, que corrió a abrazar a su padre sin importar su estado.

Jordan lanzó mantas a Erica y Boyd. Luego una para Derek, otra para Aiden, y una más para Stiles que la entregó en persona.

Jennifer, paralizada por la emoción, no podía quitar los ojos de su mejor amigo. Alec y las niñas la abrazaron.

Erica llevó su manta a Boyd. Lydia y Stiles se acercaron lentamente hacia Aiden y Derek.

—Toma —dijo Lydia, nerviosa. Jamás imaginó esta posibilidad.

—Gracias —respondió Aiden, con un millón de palabras en la punta de la lengua. Pero se las tragó, recordando las palabras de Derek: “Ella está con Stiles.”

—¿Estoy soñando? —preguntó Eli, aún abrazado a su padre.

—No, por supuesto que no —Stiles recorrió con la mirada a Derek, quien frunció el ceño y luego miró a Lydia.

Stiles lo notó, así que simplemente le entregó la manta.

Derek la colocó alrededor de su cintura. Luego miró a Stiles.

—¿Qué fue todo esto? ¿Cómo es posible?

—Fue mi idea… pero todo fue posible gracias a Jennifer —señaló hacia ella.

—Claro que sí —dijo Derek, no precisamente contento. Pero no por haber vuelto a la vida.

—¿Estás enojado porque te trajimos de vuelta? —preguntó Eli.

—No. Allá me sentía… fuera de lugar. Aunque cumplía un sueño —abrazó a su hijo y besó su frente.

—Esto es una locura —dijo Aiden—. Ya quiero ver la cara de Ethan. Se va a morir de un infarto.

—Ni lo digas —respondió Jackson, mirando su teléfono—. De hecho… ya está aquí. Scott, tu padre y Allison también están buscándonos —miró a Stiles.

—No nos encontrarán. Estamos ocultos por Jennifer —dijo Mason. Eli asintió.

Todos giraron a mirar a Jennifer.

Aiden mostró los ojos azules, listo para atacar, pero Derek mostró los suyos rojos y lo detuvo.

—Detente. Te dije que había cambiado —le advirtió.

—Lo siento. Perdí el control un momento —Aiden bajó la cabeza.

—Tranquilo —Derek le puso una mano en el hombro.

—¿No es luna llena, verdad? —preguntó Stiles.

—No, pero en dos días sí —respondió Mason, que siempre llevaba la cuenta.

—¡Súper fantástico! —exclamó Eli con sarcasmo.

Derek y Stiles soltaron una carcajada.

Sus miradas se cruzaron. Y fue suficiente. No había desesperación ni prisa. Había conexión. Una más fuerte, más madura, más estable. Solo quedaba hablar… y decidir. Porque ahora compartían lo más importante del mundo: su hijo.