Stiles despierta desorientado. Mira a su alrededor y no reconoce nada. Se observa a sí mismo: está sin camisa y solo lleva unos pantalones cortos.
—¿Qué carajo...? —recorre la habitación con la mirada una vez más. Luego, con cuidado y sin hacer ruido, se levanta y camina hacia el armario—. Santa mierda —reconoce toda la ropa, sonríe y acaricia la tela de una de las camisas con sus finos dedos.
—Despertaste —Stiles da un salto al escuchar su voz.
—Lo siento, no quería asustarte —agrega Derek, sonriendo.
—¿Cuándo me quedé dormido? —pregunta mientras bosteza y lo mira.
—En la mañana, cuando te traía en mi espalda —Derek sonríe al ver la mueca de vergüenza en el rostro de Stiles.
—¿Qué hora es? —se mira la muñeca buscando su reloj—. ¿Dónde está mi reloj?
—Son las tres de la tarde. Tu reloj no lo tienes desde ayer en el hotel —Stiles maldice por lo bajo.
—Tranquilo, puedes tomar uno de los míos. Están en ese gavetero —señala un bonito ropero con muchas gavetas.
—¿En cuál de todas? —pregunta.
—Segunda a la derecha —indica Derek. Stiles abre el cajón y se queda asombrado al ver la cantidad de relojes que hay.
—¿Por qué tantos?
—Es un requisito en el mundo de los negocios. Cada uno tiene que combinar con la corbata, los calcetines, el saco… y, para rematar, con mi auto.
—¿Tienes una colección de autos? —pregunta, ya que no hay forma de que todos esos relojes combinen con un solo vehículo.
—No, pero mi Camaro combina con todo —Stiles sonríe al recordar ese auto. —Ya, vamos. Vístete. Los chicos siguen durmiendo, pero podemos ir a preparar la cena antes de que despierten.
—¿Dónde está Eli? —pregunta mientras toma uno de los relojes y se lo coloca. Luego busca una camisa y se la pone antes de salir.
—Está limpiando el sótano. Quiere convertirlo en una sala de juegos. Dice que se lo debo por hacerlo pensar que me perdería para siempre.
—Bueno, entonces voy a aprender de mi hijo… ¿Y yo qué me merezco por pensar que te perdía? —Stiles se coloca frente a Derek.
—Lo que tú me pidas —le responde con esos ojos tan hermosos y expresivos.
—Quiero otro hijo. Quiero estar en todo momento contigo —le sonríe. Derek se queda mudo. Es demasiado pronto para hablar de hijos… aunque ya tienen uno, pero es diferente.
—Podría ser… cuando todo esto esté resuelto. El asunto de la manada… No quiero problemas con Scott.
Stiles piensa en Scott y en cómo tomaría todos estos cambios, que son demasiado bruscos. Pero ya no le importa. Desde que lo sobrenatural entró en sus vidas, él siempre ha velado por el bienestar de Scott. ¿Pero él? ¿Dónde queda él? Ahora es su turno. Y Scott… que se joda.
—Iremos paso a paso entonces —dice Stiles, asintiendo. Derek le sonríe.
—Sí. Después tendrás a otro Stiles corriendo por aquí… o una Claudia con maquillaje que le robó a Lydia —bromea. Tiene tanto que contarle a Stiles sobre Eli: sus primeros pasos, sus primeras palabras, sus travesuras, cómo ambos sufrieron con el destete… tantas cosas. Y siente que debe hacerlo ahora.
—Claudia —dice Stiles sonriendo—. Me hubiera encantado que conocieras a mi mamá.
—Ya lo hice —responde Derek con una sonrisa de felicidad pura.
—¿Qué? ¿Cómo? —tartamudea. ¿Cómo era posible?
—Cuando estaba muerto. No te lo dije antes porque quería contártelo cuando estuviéramos tú, Eli y yo juntos. Una charla en familia —siempre quiso eso con Stiles, incluso antes de entender lo que significaba.
—No te preocupes. No siempre tienes que hablar, y menos si no quieres. Pero después quiero saber lo que pensó mi mamá al verte —le sonríe. Derek se echa a reír al recordar lo que Claudia dijo.
Después de un momento de besos y palabras bonitas, ambos bajan a preparar la cena. Están a medio camino con un guisado de coco cuando baja Erica, quien les sonríe.
—Buenas tardes —Stiles le devuelve la sonrisa—. ¿Descansaste bien?
—Sí. Estas camas son mejores que las del hotel —Derek ríe ante la mentira. Sabe la verdadera razón por la que Erica sí pudo dormir aquí como un oso en hibernación.
—Son las mismas, Erica —ella hace un puchero.
—Pero se sintieron diferentes… más cómodas —insiste.
—Y sé la razón. No tienes por qué mentirme a mí —le dice Derek. Erica sonríe alegre.
—Lo sé. Solo que es vergonzoso admitirlo, más después de tantos años sin verte —se sienta frente al desayunador—. Ponle más sal a eso, desde aquí puedo oler que le hace falta —señala el guiso en la estufa.
—Gracias, eso iba a hacer cuando bajaste —Stiles busca la sal y añade dos pizcas—. Y dime, Erica, ¿aprendiste algo mientras estabas muerta?
Mira a Derek al sentir su intensa mirada. Derek alza las cejas; él solo rueda los ojos y mira a Erica, esperando su respuesta.
—Sí. De hecho, me gradué de abogada. Pero nadie me dijo que volvería de la muerte y tendría una profesión que no voy a poder ejercer.
Recuerda a Claudia.
—Extraño a tu mamá y sus consejos.
—¿También conociste a mi mamá? ¡Awww! —hace un puchero alegre.
—Sí. Me sentaba por horas a hablar con ella y con Laura. Era increíble —sonríe alegre—. Pero me alegra volver. Allá me sentía incompleta… no sé.
—Yo agradezco que regresaras —dice Stiles, sonriendo—. Lo único que no entiendo es cómo estudiaste y te graduaste allá.
—Ese lugar está lleno de profesores, abogados, licenciados, empresarios… y muchas almas buenas —dice con voz de niña pequeña contando su excursión a los papás.
—Wow, eso es hermoso —dice Stiles, sintiéndose orgulloso de saber dónde están su madre y la familia de Derek.
—Sí, lástima que aún no es nuestro turno, ¿eh? —bromea, y Derek le lanza una uva.
—¡Auh, idiota! —se acaricia la frente donde impactó la fruta.
—¡Derek! —Stiles lo mira enojado por la segunda uva que impacta en su cabeza. Derek solo se encoge de hombros y sigue comiendo uvas. Stiles lo mira con reproche, ya que las uvas eran para el postre.
Editado: 10.07.2025