Capítulo veinticuatro

—Scott, ve con tu mamá al hospital. Llegó un muchacho completamente quemado, necesita tu ayuda con eso —Melissa había llamado al Sheriff para que enviara a Liam o a cualquiera.

—Bien, pero cualquier cosa sobre Stiles y Eli, me avisas —miró las cámaras una vez más, pero seguía concentrado solo en aquella luz intensa que reflejaban los ojos de Mason—. ¿Podrías averiguar qué le pasa a los ojos de Mason en este video?

—Sí, claro. Ve —Scott se fue, y el Sheriff se quedó mirando la pantalla—. Oficial Pattinson.

—Diga, jefe —el oficial se paró frente al escritorio.

—Dado que Jordan no aparece, vaya al hospital y haga las rondas correspondientes allí y en la escuela —el oficial era nuevo, por lo que no entendía por qué lo enviaban a la escuela tan tarde.

—¿La escuela a esta hora? —El Sheriff asintió.

—Si no quiere ser un novato toda la vida, debería saber más sobre las historias locales y las reglas implementadas únicamente para los ciudadanos de Beacon Hills, oficial Pattinson —dijo mientras volvía a mirar el video. Ese resplandor era confuso.

—Lo haré, Sheriff —se fue confundido, aún sin entender.

Pasada media hora. Le dolían los ojos. Había intentado una y otra vez, pero no encontraba explicación alguna al resplandor de los ojos de Mason.

Apagó su computadora. Se rendía. Ya no podía más.

—Nichols —llamó al oficial Charlie Nichols, otro de los nuevos del turno de la noche.

—Dígame, señor —Charlie se posicionó en el umbral de la puerta de la oficina.

—Me voy a descansar. Cualquier cosa, llamas. Si mi hijo o Jordan regresan, también me llamas —el oficial asintió.

—Eso no será necesario —dijo una voz, y el Sheriff corrió. Al verlo, lo abrazó.

—Oh, hijo… ¿Dónde estabas? —Stiles le devolvió el abrazo, un tanto indeciso.

—Amm… papá, ¿podrías soltarme? —solo quería respirar.

—¡Lo siento, lo siento! —se separó de su hijo—. ¿Dónde estabas? —preguntó por segunda vez.

—Papá, acompáñame afuera —señaló, y el Sheriff asintió. Fue el primero en salir. Caminaron lo suficientemente lejos de la comisaría.

—¿Qué pasa, hijo? —preguntó confundido, mirando a todos lados, como buscando algo.

—Chicos, ya le pueden provocar un infarto a mi papá —al decir eso, el Sheriff lo miró con seriedad.

—Hola, Sheriff —el primero en hablar fue Boyd. El Sheriff casi se rompe el cuello al voltear tan rápido para ver de quién era aquella voz a sus espaldas.

—Hola, Sheriff —fue el turno de Ethan, acompañado de un Aiden que también saludó.

—Esto de volver de la muerte no me gusta. Es demasiado. Andar en auto no me fascina. Te cansa mucho —Erica se hizo la distraída, luego miró al Sheriff—. Oh, hola, Sheriff.

—¿Derek también está con ustedes? —los miró con asombro a todos. Se veían tan bien, tan vivos.

—No, pero fue con Isaac a buscar a Mason a su casa —dijo Erica con una sonrisa que iluminaba todo a su paso.

—Está vivo, entonces —dijo sonriente, lleno de esperanza nuevamente. Alegría. Una sensación tan intensa que incluso Stiles y los demás quedaron abrumados.

—Wow, sí que está feliz —dijo Erica, asombrada, cubriéndose la nariz para evitar oler más—. Solo se siente lo que siente el Sheriff.

—¿Cómo no estarlo? Derek es como mi segundo hijo —dijo con alegría. Estaba feliz de que estuviera de vuelta, aunque eso no quitaba las ganas que tenía de darle un sape por todas las cosas que no le confió.

—Eres increíble, papá —lo abrazó de nuevo. Se separó rápidamente al escuchar el sonido de un arma cargándose. Miró a los chicos. Ninguno de ellos fue. Entonces su vista se dirigió al otro lado, donde un hombre vestido de oficial estaba a escasos metros de ellos.

—Entreguen a la chispa o morirán todos aquí —apuntó al Sheriff y luego a los chicos—. Tengo balas con acónito.

—Inténtalo, y veremos qué pasa —el reto en la voz de Erica fue más que amenazante.

—Como gustes —presionó el gatillo. La bala salió disparada, dejando atrás el humeante cañón de una Desert Eagle, arma preferida por los cazadores.

—Oh, no. Nadie se me va a morir esta vez —la bala estaba a escasos centímetros de Erica cuando un escudo de energía se posicionó frente a ella, protegiéndola. El oficial estaba a punto de disparar otra vez, pero una ola de energía lanzada por Stiles lo impactó, haciéndolo volar unos metros. El arma se disparó, y Stiles cubrió a todos… pero olvidó un detalle.

Olvidó cubrirse a sí mismo.

La bala disparada impactó en su abdomen. Ni siquiera lo sintió, hasta que dio un paso atrás por el mareo. Entonces llegó la primera punzada de dolor. Stiles soltó una maldición antes de caer de culo al suelo, llevándose instintivamente la mano a la herida.

A lo lejos se escuchó el aullido de un lobo. Casi todos lo reconocieron, menos Stiles.

Erica, Boyd, Ethan y Aiden recordaban las veces que Stiles estuvo herido y Derek aullaba como si él mismo sintiera el dolor.

El Sheriff recordaba algo similar. Para él era más familiar. Lo había escuchado por años, antes de que llegaran llamadas del hospital o del FBI para avisar que su hijo había sido herido en algún enfrentamiento.

Todos sabían que era Derek. Derek sabía que su compañero había sido herido. El Sheriff estaba seguro de que llegaría antes que la ambulancia que acababan de llamar.

Mientras esperaban, Ethan se posicionó para sostener la cabeza de Stiles. Erica y Aiden a sus costados. Jordan se aseguró de que el oficial estuviera muerto o desmayado. Se dio cuenta de que, dentro de la comisaría, nadie se había enterado del disparo. Estaban fritos. Seguro eran los mimetistas.

Se apresuró a volver junto a Stiles, tumbado en el piso. Los chicos se turnaban para aliviar el dolor.

—Son ellos. Están aquí —dijo Stiles, pero fue suficiente para que Boyd, que vigilaba, se pusiera a la defensiva. Tomó el arma de Erica.

—Llama a Liam. No lo he visto hoy, seguro está con Scott —Mierda. Stiles sentía que iba a morir. Y solo era una puta bala. Por la diosa Luna, siempre ha podido con esto y más. ¿Ahora por qué no tenía fuerzas?