Peter llegó a casa de Jennifer. No entró de inmediato; primero se fijó si la camioneta? de Stiles seguía allí. Caminó hasta él, intentó abrir la puerta, y por suerte estaba cerrada. Ojalá hubiera permanecido así siempre, ya que creía que Stiles moriría de angustia si algo se le perdía.
Entonces caminó hacia la casa. Se aseguró de oler y escuchar si todo estaba en orden. Allí estaban Jennifer, Jackson y Lydia. Tocó varias veces la puerta.
—Soy Peter. Stiles me ha mandado, quiere que vayan a la comisaría —la puerta se abrió de golpe y Jennifer apareció al instante frente a él.
—¿Nadie te siguió? —fue lo primero que preguntó.
—No lo sé. No tienen un olor en particular, no podría distinguir si me sigue uno o no. A menos que sean tan estúpidos como para estar con un humano e impregnarse de su olor —respondió con ironía—. Como tu esposo y tus hijas, que huelen a ti.
—No te acerques a ellos, Peter —le lanzó una mirada fría.
—Tranquila. Por suerte para ti, están protegidos bajo el ala de Stiles y Derek —dijo seguro. De todas formas, no tenía nada en contra de la mujer. Ella quería exactamente lo mismo que él: destruir a Scott—. Además, tú no estás en mis planes de destrucción, y si así fuera, no me iría en contra de tu familia. Eso es muy bajo, hasta para mí.
—Eso no me tranquiliza —dijo ella—. Pero bueno, no hay de otra. Ayúdame a buscar algo que abra una camioneta del FBI.
—¿Ya has probado con las llaves? —dijo con sarcasmo.
—No se las pedí a Stiles y no contesta las llamadas —se quejó.
—Pues él dice que no las tiene, y según la teoría de Derek, las dejó aquí, en tu casa —ambos entraron, buscando por todos lados.
—Puede ser. Salimos tan de prisa… pero ni siquiera recuerdo mucho de ese día. Estaba tan angustiada —se fue a la cocina—. ¿Stiles entró a la cocina?
Peter no se movía. No quería ver lo asquerosamente bien que era la vida de Jennifer. Era todo lo que él había querido tener nuevamente. Solo que no era tan paciente como Derek.
Lydia y Jackson estaban en las escaleras, mirándolo como si fuera un bicho raro. Ni siquiera entendía por qué lo miraban así, pero le restó importancia. Eran los que menos le importaban en ese momento.
Jennifer salió de la cocina y lo miró.
—Nada por aquí —se fue al pequeño jardín que se observaba desde la sala. No veía nada desde lejos, así que corrió la puerta corrediza y salió. Se desesperaba. Ese había sido el único lugar donde mantuvo a Stiles por horas hasta que dominó su energía.
Peter husmeó desde lejos. Se fijó en la mesa de la sala.
—¿Eso era sopa? —señaló un plato donde solo quedaban unos fideos y verduras con moho.
—Sí… creo que voy a tirar eso —se agachó a recoger los platos. Entonces las vio, colgando de una rama de sus flores en la maceta.
—No entiendo cómo sigue siendo tan infantil —tomó las llaves con enfado, junto con unas cucharas que llevaba semanas buscando—. Las tengo —señaló las llaves. Fue a la cocina, tiró los restos de la sopa y enjuagó un poco antes de dejar todo en el lavavajillas—. Vamos, las tengo.
—Tenemos que ir a la comisaría —dijo mientras caminaban hacia fuera.
—¿Por qué te haríamos caso a ti? —Lydia se detuvo y se cruzó de brazos.
—Bien, quédate ahí. Yo me puedo ir corriendo —señaló hacia el sur, en dirección a la comisaría.
—Lydia, ya basta, no tenemos tiempo para tus dramas —Jackson le señaló la camioneta de Stiles.
—Yo no te voy a esperar como estúpida hasta que decidas qué hacer —Jennifer abrió las puertas de la camioneta con el control.
—Es que…
Un aullido la hizo callar. Jackson reaccionó de inmediato y sus ojos se tornaron azules. Peter lo miró y ambos asintieron. Sabían que era Derek.
—Lydia, sube ya, no tenemos tiempo —dijo Jackson, con los ojos aún azules.
—Lo siento… no lo siento, Lydia, pero no quiero que Stiles me eche en cara que no te llevé —antes de que la banshee pudiera moverse, Jennifer la dejó inconsciente. Cayó como peso muerto. Jackson corrió a recogerla y la llevó al auto.
—Vámonos. El del aullido fue Derek, algo debió pasar —Jennifer asintió ante las palabras de Peter y ambos siguieron a Jackson y Lydia al interior de la camioneta.
—¿Ella despertará pronto, verdad? —Jackson le puso el cinturón de seguridad a Lydia. Jennifer empezó a conducir rumbo a la comisaría.
—Sí… ¿verdad, Jennifer? —preguntó. Jennifer le sonrió al notar el sarcasmo.
—Sí. Es un simple “hechizo” —rodó los ojos al decir "hechizo". No era una bruja, pero al menos le sirvieron de algo esos chistes de Stiles.
—¿No que no hacías hechizos? —preguntó Peter, confundido.
—Los druidas a veces hacen excepciones —dijo a Peter. Miró la guantera, notó que tenía candado y empezó a jugar con sus garras.
Jennifer se burló en silencio. Jackson ni siquiera usaba su oído para detectar que mentían. La banshee no despertaría hasta que ella quisiera.
El camino era largo. En ese momento todos maldecían que Jennifer viviera tan lejos. Ojalá todo estuviera marchando bien. Con ese pensamiento, se dirigieron a la comisaría.
Durante el trayecto, Jennifer llamó a Alec para pedirle que se quedara donde estaba y le mandó un mensaje de cariño.
Confiaba en que su energía era fuerte, por lo que hizo una pequeña petición a la diosa Luna.
—Luna Dea, cum sacrificio industriae meae praesidium amicis ac familiae tuae invoco, ut incolumes serves —susurró Jennifer mientras conducía. Frenó de golpe al sentir una ola de energía en el ambiente.
—¿Qué es eso? —preguntó Peter, refiriéndose a la energía.
—Es mi protección —dijo feliz de saber que había sido escuchada una vez más.
—Es cálida —dijo Jackson. Peter asintió. Jennifer se sintió en conflicto. Esos dos confiaban en ella. De otra forma, no habrían sentido su energía. Les sonrió con sinceridad.
Y retomó la marcha hacia la comisaría.
Editado: 10.07.2025