Scott estaba ayudando con el quemado. Al parecer, se trataba de un hombre lobo beta que estaba solo; pronto se convertiría en un omega. Su manada lo había abandonado al verlo tan herido… al menos eso pensaba Scott.
Las heridas del sujeto eran similares a las de Peter cuando fue quemado: no había nada reconocible.
—¿Mamá, sabes qué pasó? —preguntó preocupado, temiendo que fueran cazadores.
—Es bombero. Hubo un incendio, fue en el otro condado, y el hospital más cercano era este —explicó Melissa.
—¿Entonces no son cazadores? —suspiró aliviado.
—No, pero te traje aquí porque su dolor es demasiado. Está en coma ahora, pero el anestésico no funciona y tiene crisis constantes por el dolor —señaló al hombre, que por suerte estaba inconsciente. De estar despierto, ya habría destruido medio hospital.
—¿El Sheriff sabe de esto? —preguntó Scott.
—Sí. Él tiene que saber todo lo que pasa en su pueblo —respondió ella.
Pero el chico se había herido en otro condado, donde el Sheriff de Beacon Hills no tenía jurisdicción. Ya era responsabilidad del otro Sheriff tener todo bajo control de su lado.
Con cuidado, Scott tomó la mano del beta y comenzó a absorber parte del dolor, poco a poco, sin exigirse demasiado.
Así pasó un rato aliviando el sufrimiento por momentos. Melissa estaba agradecida: así podía limpiar las heridas sin que el beta sufriera una crisis.
—Esto es más fácil así —Melissa le sonrió.
—Sí, me gusta ayudar —respondió él.
—Qué bueno que estés aquí —le dijo con una sonrisa melancólica. En realidad, lo que pensaba era que si Derek estuviera vivo, sería él quien estaría quitándole el dolor al beta. Era tonto, porque amaba a su hijo, pero extrañaba tanto a Derek. Le había tomado cariño. Siempre llegaba con un café o comida para ella durante sus turnos nocturnos… o mandaba a Eli a entregarlos.
—¿Mamá, estás bien? Huelo tu tristeza —Scott la observó—. ¿No es por el beta, o sí?
—No, es solo que… en una hora será mi descanso y no hay nadie que me traiga mi café o mi comida —le vinieron recuerdos: Derek con su café en mano y Eli, aún bebé, trayendo su comida en una manita mientras se aferraba a la chaqueta de su padre con la otra.
—Si quieres, puedo ir por tu comida —ofreció Scott, haciendo una seña.
Melissa negó con la cabeza. Sabía que era estúpido, pero quería a su amigo. No quería que su hijo egoísta fuera por su comida, no cuando ni siquiera se había tomado el tiempo desde el principio. Como lo hacía Derek.
El regreso de Allison la había tenido distraída de la realidad, pero ahora sentía más pesada la carga. Derek era su amigo.
—No, estoy bien. Son solo tonterías mías. Puedo comprar en la cafetería del hospital —sabía que su hijo podía atraparla mintiendo. Pero ella no era tonta. Si a Scott realmente le importara, notaría esos pequeños detalles. Y su acelerado corazón.
—Está bien, yo te puedo traer algo. Pensaba llevar a Allison a cenar. Es tarde, pero ella entenderá —sonrió.
—Sí, lo entenderá. Porque ella es muy bondadosa —le devolvió la sonrisa. Terminó de limpiar las quemaduras del beta, dejando las gasas sucias a un lado con cuidado—. Ya he terminado. Puedes ir con Allison. Me la saludas —le dio un beso en la frente—. Cuídate.
Scott estaba por salir cuando escuchó el aullido. Su mirada fue hacia su madre, quien sonreía como una loca. Reconocería ese aullido donde fuera.
—¿Escuchaste eso? —preguntó ella, viéndolo.
—Tendría que estar sordo para no escucharlo —sabía cuáles eran las intenciones de Jennifer y Stiles, pero no estaba seguro de que funcionaran.
Había estado asustado al no encontrar la forma de traer a Derek de regreso, pero ahora... ahora ahí estaba. Sabía que era él. Tenía que serlo. Pero también estaba más asustado: lo habían traído de vuelta… sin él.
Melissa anotó los signos del paciente y los dejó en su lugar antes de salir de la habitación. Scott la observó.
—¿Ya has acabado? —preguntó, intentando que no se notara su nerviosismo.
—¿No es obvio? —respondió con ironía. No quería sonar grosera, pero tenía prisa. Había más pacientes que atender—. Sí, Scott. Eso ha sido todo. Te agradezco que hayas venido. Ve con Allison —y salió.
Scott respiró profundo, tratando de relajarse. Luego se fue. Tenía que buscar a Allison… y luego ir con el Sheriff. Y después… con Derek.
Con ese pensamiento, se subió a su motocicleta y salió del hospital.
Melissa, por su parte, estaba sonriente. Su sonrisa era tan brillante que incluso sus pacientes tristes comenzaron a sonreír con ella. Sus familiares le agradecían por ser tan animada y hacerlos reír.
La hora de su comida llegó. Estaba frente a la computadora haciendo sus notas cuando escuchó que alguien tocaba el escritorio de madera.
—Guiso de pollo con coco, a la orden —la voz hizo que Melissa volteara de inmediato.
—¿Me has extrañado?
—Derek —sonrió ampliamente.
—Te traje pollo —señaló la bolsa.
—Hace tiempo que no traías pollo —tomó la bolsa y la dejó a un lado—. Qué bueno que estés de regreso. Escuché tu aullido. ¿Stiles está bien? —intentó actuar como si fuera un día cualquiera, como si no fuera un reencuentro tras casi tres semanas desde que Derek murió calcinado.
—Está herido. Venía de camino cuando pasó. ¿Me das algo para las infecciones? —pidió. Ella asintió, se perdió unos segundos por los pasillos, y volvió con una bolsa.
—Toma. Es todo lo que te puedo dar. Ahora los medicamentos están más controlados —era cierto. Cada doctor y enfermera tenía una clave y autorización para tomar solo medicamentos preescritos. Pero Melissa se arriesgó. Era Stiles. Era Derek.
—Gracias, Mel —la abrazó.
—¡Derek, vámonos ya! —entró Isaac—. Hola, Melissa.
—Isaac —ya no sabía si todos se habían propuesto sorprenderla ese día. Su boca dolería de tanto sonreír.
—El mismo que viste y calza —se señaló—. Pero más guapo.
Editado: 10.07.2025