Capítulo veintiocho

La cosa se complicó. Dos mujeres aparecieron en la escena; el círculo no se deshizo, más bien las dejó pasar como si fueran dos diosas todopoderosas.

Jennifer las miró con atención, luego miró a Stiles con preocupación. Él le devolvió la mirada de la misma forma. Derek tomó la mano de Stiles al sentir su angustia. Erica fue hacia ellos de inmediato, jalando a Jennifer con ella. Boyd y Jordan hicieron lo mismo con el Sheriff, colocándolo junto a Stiles, mientras ellos se ponían delante. Jackson bajó de la camioneta junto a Lydia y se unieron al grupo. Isaac ya estaba ahí, por lo que solo miró a Liam y a Hikari para que se integraran. Ellos lo hicieron sin dudar.

—Tómense de las manos —ordenó Stiles.

Todos obedecieron. Al poco tiempo, el poder comenzó a fluir entre ellos. Pero alguien faltaba. Stiles miró a Scott, esperando que se uniera. Derek, mientras tanto, miró a Peter. Era su familia, lo apreciaba. Después de todo, lo había apoyado todos esos años criando solo a Eli. Jackson también observó a Lydia, quien se mantenía en la camioneta. Ella se negó con la cabeza. Peter ya se había unido, al igual que Ethan y Aiden, que ahora se acercaban sonrientes.

Scott se negó. No quería ser parte de eso. Se sentía traicionado, perdido. Stiles solo negó con la cabeza. Ese ya no era Scott, al menos no el que conoció. Él también había cambiado, pero para bien. Aprendía de sus errores. Scott, en cambio, seguía creyendo que ser alfa lo eximía de equivocarse. Como si el poder lo hiciera infalible. (Eximia: significa limpieza. Lo limpiaba de equivocarse)

Pero estaba bien. Aunque Scott no estuviera, Stiles se sentía completo con la manada allí. Sabía que tenían el poder suficiente para enfrentar incluso a dos ejércitos de mimetistas.

—Soy Megan Miller, y vengo por Derek y Alec. Entréguelos ahora y los dejamos ir —dijo con una sonrisa falsa, como si su nombre fuera importante para alguien ahí—. Si no lo hacen, sufrirán las consecuencias... y créanme, mis consecuencias son inmensas. —Rió con arrogancia—. Ella es Jenny Dagger, y como su apellido lo indica, es buena con las espadas. Puede romper escudos con ellas.

—Estás loca si crees que nos vas a intimidar. Tu energía proviene del sacrificio; la nuestra, de la unión —contestó Jennifer, con firmeza—. Osiel no estaría orgulloso de que su hija sacrifique a sus aliados.

—No sabes nada. Los sacrificios han existido en mi familia durante siglos —replicó Megan.

Jennifer se quedó sin palabras, pero Isaac no.

—Mira, rubia teñida, la única razón por la que esos sacrificios han durado tanto en tu familia es simple: el poder robado nunca es eterno —dijo con una sonrisa—. Hay muchos libros sobre rituales, y todos coinciden en algo... "el karma es una perra".

Megan perdió el control. Furiosa, lanzó una gran cantidad de energía, pero el escudo de la manada era impenetrable. Scott, fuera del círculo, intentó resistir, pero pronto comenzó a debilitarse.

Jenny lanzó su ataque también. De su mochila salieron cientos de dagas, todas controladas por su energía. Con una sonrisa cruel, las lanzó directo hacia la manada. Scott rugió para intentar detenerlas, inútilmente. Varias se clavaron en sus brazos y piernas. Las heridas comenzaron a humear: las dagas estaban bañadas en acónito.

La manada lo miró con pesar, pero no podían romper el escudo sin poner en riesgo a todos.

Derek quiso ir por él. No quería ser alfa, pero lo era. Le había jurado lealtad a Scott... pero no podía abandonar a su hijo, a Stiles, a sus betas. No otra vez.

De pronto, una energía extra recorrió el escudo. Era Jennifer.

—¿Qué haces? —preguntó Peter.

—No lo voy a dejar morir —respondió, mirando a Scott, herido.

Con un movimiento, tomó la mano de Peter y la unió a la de Stiles sin romper el escudo. Luego salió corriendo hacia Scott.

Jenny, viendo una oportunidad, intentó atacarlo directamente. Lydia, al ver esto, rompió el escudo y se interpuso entre ellos, recibiendo el ataque.

Las dagas se clavaron en su cuerpo. Jackson la alcanzó rápidamente y la llevó dentro del círculo. La protegieron en el centro. Jennifer regresó arrastrando a Scott con ella.

—Sáquenme del escudo —dijo Lydia con dificultad.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Stiles, confundido.

—Voy a morir. Y no creo que quieran estar cerca cuando grite por última vez —tosió sangre—. Será el grito más fuerte y mortal que jamás haya dado. Un truco de una sola vez.

Nadie sonrió. Nadie podía.

El escudo se rompió. Era la voluntad de Lydia.

—¿Qué haces, niña? —Megan se acercó—. ¿Quieres morir? —levantó las manos para atacar.

—No sin llevarme a alguien conmigo... perra —dijo Lydia, con una sonrisa desafiante.

Y entonces gritó.

El grito lo destruyó todo. El suelo tembló, las piedras se levantaron, las tuberías explotaron, el agua y el gas inundaron todo. El caos era total.

Después, solo quedó silencio.

El agua caía de las tuberías rotas. El gas flotaba en el aire. La comisaría, parcialmente destruida.

La manada estaba de pie, en shock. Nadie se movía. Derek fue el primero en abrir los ojos.

—Estamos vivos —dijo Jackson, tocándose el cuerpo.

Todos comenzaron a buscar a Lydia. Derek la encontró, cerca de donde Jennifer la había dejado. El agua caía sobre ella. La alzó en brazos.

—Está aquí —dijo, y todos corrieron hacia él.

—Tenemos que irnos —dijo Liam, atento al sonido de patrullas y helicópteros.

Todos asintieron. Fuera del lugar, los cadáveres de los mimetistas estaban esparcidos por todas partes.

—Esto es una completa mierda —gruñó Jennifer.

Stiles se acercó a Derek, apoyó su cabeza en su hombro, mirando el cuerpo sin vida de Lydia.

Liam abrazó a Hikari. Erica se abrazó a Isaac y Boyd. Ethan y Jackson se aferraron a Aiden. Jordan ayudaba a Scott, que parecía olvidado por todos. Peter se acercó a Jennifer.

Todos escaparon del lugar. El Sheriff, en silencio, se quejaba de que su lugar de trabajo estaba hecho pedazos, y del dinero que costaría repararlo.