A la luz de los poetas
y al hambre a contraluz.
Estos son restos de un cuaderno incendiado
cuyas palabras interrumpidas
volvieron a mí de vez en cuando,
buscando una salida
que no fuera un disparo,
ni el resplandor de un faro
tomado por amparo suicida.
Quise saberme vértigo a la orilla de un risco
y el cruzar descalzo por un jardín de zarzas,
de las aguas turbias del hombre inaudito
ser un puñado de edades y soledades calmas.