¡Se perdió en medio de la noche! sin luna y apenas unas cuantas farolas le permitieron divisar a un vagabundo envuelto en algo que parecían sábanas; debajo de un elevado un hombre la observaba con atención y la seguía con la mirada, los ladridos de un perro callejero agudizaron sus sentidos y el olor del peligro inminente la hicieron retroceder pues en ese momento vio hacia abajo y se dio cuenta que estaba vestida de minifalda y tacones, el blanco perfecto para el desastre nocturno al que ninguna mujer aspira.
Miro a un lado miro a otro y se percató que detrás había un edificio con una puerta abierta, camino con el paso acelerado igual al de los maratonistas de ese deporte un tanto gracioso que no trotan, no corren, si no que hacen lo uno y lo otro al mismo tiempo... la puerta no era más que la Santa María de un sótano que llevaba la entrada de un burdel.
Corrió escaleras abajo...
El corazón latiendo como un tambor... de prisa y fuerte haciendo que su sangre se concentrará en su cara sintiendo que las mejillas le iban a estallar; para su sorpresa al llegar al sótano todo el miedo se disipó y se transformó en asombro al encontrar frente a ella y en la entrada del antro a un gordo panzón de barba gris lleno de sudor, tocando y besando a una joven con aspecto dulce quien no pareciera estar incómoda con lo que estaba sucediendo, a su lado dos chicas más dándose muestras explícitas de algo parecido al amor e intimidad, les pasó por un lado sin opinar en voz alta y evitando mirar.
Dentro una mujer no muy alta, no muy baja, con cuerpo de guitarra la aborda, ella la mira, admira sus cabellos largos, negros, fuertes y sedosos, su cara morena, sus ojos realmente grandes de pestañas largas y abundantes que la miraban con curiosidad, de unos labios en forma de corazón y apenas decorados con brillo labial salió la pregunta ¿Que te pasa?
- ¡me he perdido, he perdido los documentos de mi hermano, no se cómo volver a casa a esta hora!
Aquella mujer pone una mano en su hombro y le dice: no te preocupes que yo te voy a ayudar ¡ven conmigo... sígueme!
Vuelven a la puerta principal, luego se dirigen hacia un estacionamiento, a través de una reja blanca se puede ver a un hombre bajándose de un auto blanco, deportivo, último modelo, realmente un hombre viejo... Cabello largo y canoso, no muy alto, de buena contextura, deportista al parecer; otras mujeres le salieron al paso pero él sintió el peso de la mirada de las otras dos y giró... Era obvio que toda su atención pertenecía a aquella mujer cabello largo negro y sedoso, camino hacia ellas y con la mirada puesta en la mujer de la vida, sonriendo le dijo ¡Dime!
Ella miró a su acompañante, la tomo de la mano, miró al hombre y le pidió...
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Editado: 07.11.2024