Hemos vivido muchas vidas, solo tenemos que recordar.
Dicen que existe un hilo rojo que nos
mantiene unidos a lo largo de nuestras vidas, en cualquier tiempo ¡Ahora lo creo!
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Alzó la cabeza, lo miró a los ojos y con gran asombro lo reconoció, fue como si un sinfín de años recorrieran a toda velocidad su memoria cargada de miles de recuerdos sin tiempo a detenerse en ninguno en particular; la voz en su cabeza solo susurró:
<< Eres tú, siempre has sido tú todo este tiempo en esta vida pero, antes fuiste... >>
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Tres días antes de aquel momento, un grupo de nueve personas compuesto por tres chicas adolescentes entre quince y dieciséis años, Aquila de cuerpo esbelto y cabellos largos, negro y liso, Lucy una chica un poco gordita y baja de estatura con facciones arabescas, Aniuska alta, blanca, de cabellera frondosa y despeinada, de su cara resaltaba su boca de labios gordos, grandes con una dentadura perfecta, de modales poco refinados siempre soltando palabrotas sin medir las consecuencias pero tierna y dócil en general; cuatro varones de edades comprendidas entre siete y catorce años, Anthony un chico robusto y cariñoso, con ojos tristes de un color negro profundo, Darío un chico delgado, tímido y aislado, siempre estando sin estar, morenito de cabellos castaños claros que caían en su rostro como una cascada, iba sentado en una ventana contemplando el paisaje; Gil de maneras parecidas a las de su hermano iba sentado a su lado hablando de la naturaleza y de lo perfecto que podía ser aquella salida; era un chico alto para su edad, de piel canela y cabellos oscuros, Santiago el más chico, amante del fútbol y de los deportes, un corte totuma adornaba su adorable carita, su boca pequeña y su nariz respingada, muy ocurrente y divertido, finalmente una nena de seis años de cabellos rubios y cara fina, mimada y tierna que no se despegaba de su papá quien era un hombre de cuarenta y tantos años padre de cinco de ellos, se dirigían a una excursión al bosque, iban cantando dentro de un autobús escolar pequeño:
"Mambrú se fue a la guerra,
Que dolor, que dolor, que pena.
Mambrú se fue a la guerra,
No sé cuándo vendrá.
Do-re-mi, do-re-fa.
No sé cuándo vendrá.
Si vendrá por la Pascua,
Mire usted, mire usted, qué gracia.
Si vendrá por la Pascua
Por la Trinidad.
Do-re-mi, do-re-fa.
por la Trinidad"...
El conductor un moreno, alto, fuerte, de contextura atlética, cabellos lisos al estilo militar, ojos café pequeños, labios delgados y más bien delicados, mandíbula cuadrada, en general un rostro y un cuerpo varonil.
Miraba al frente la carretera risueño, feliz, siguiendo el canto de sus hijos y los amigos de ellos, los vidrios del auto iban a medias y el sonido melodioso de todas esas voces desentonadas rompían el silencio de la autopista que los llevaría lejos de la ciudad para disfrutar de un fin de semana extraordinario.
Todo estaba completamente planificado por día en la lista de tareas que reposaba en el bolsillo del bermudas color caqui del "mejor papa del mundo", porque eso es lo que opinaban sus hijos de él.
A escasos metros de la línea de llegada se escuchó la voz fuerte y ronca del comandante de aquel peculiar batallón de chiquillos:
- ¡OIDO! -gritaba el padre y guía turístico -
- ¡MOSCA!
- ¡OÍDO!
- ¡MOOOOSCA! -respondían al unísono los integrantes de la tropa-
- ¡Estamos por llegar señoras y señores! tomen asiento y esperen a que el transporte se detenga para que agarren sus macundales y bajen en orden.
Dicho esto, corrieron desesperados cada uno a su asiento, agitados, resultado del desorden que los hacía reír, respirando de forma acelerada y con las gotitas de sudor resbalando por la frente y las mejillas aguardaron los minutos para llegar a su destino.
Cinco minutos después estacionaron frente a una enorme casa de estilo colonial antiguo, dos pisos, la fachada simple pintada de cal, el techo de tejas, la cantidad de ventanas protegidas con rejas les permitía imaginar que habían muchas habitaciones; rodeada de jardines que parecían murallas, estaba bien cuidada y limpia.
Los más pequeños empezaron a correr por los alrededores mochila en hombro.
- ¡Hey niños! Esperen que nos ubiquemos para recorrer el lugar juntos ¡Por favor!
- ¡Vamos papi! Te estás tardando mucho.
- Entremos.
La parte interior de la vivienda no estaba en armonía con el exterior, la humedad estaba destruyendo las paredes, la decoración parecía más bien algo parecido a las viviendas romanas, con columnas deterioradas, algunas habitaciones estaban situadas en lugares estratégicos identificadas con un cartel en la puerta que decía "no pase" A Gilberto le encantaban las cosas que decían que no podían utilizarse, le generaba una curiosidad tremenda y cuando le decían "no hagas esto esto" es lo primero que hacía, mantenía siempre complicidad con la nena traviesa alegre, se la pasaban juntos y aunque ella era más pequeña lo cuidaba y evitaba que se metiera en problemas.
cada uno fue ubicado en una habitación diferente de acuerdo a la edad, las chicas mayores estaban en los pisos de arriba para que disfrutarán de las vistas y pudieran conversar hasta tarde, dos de los chicos también tenian habitaciones en la parte superior de la vivienda estos eran Anthony y Darío, en la parte de abajo estaban las habitaciones de Gilberto y Santiago y la de la niña cerca a la habitación del papá.
Decidieron crear un grupo de whatsapp para que allí escribieran sus sugerencias en las noches de lo que les gustaría hacer al siguiente día, sin embargo, los dos niños más pequeños que eran Santiago y la nena no tenían teléfono, así que la responsabilidad era de los demás hacerle saber cuáles serían los planes, era viernes por la tarde cuando llegaron así que lo primero que hicieron fue conocer la casa y los alrededores cada uno por su cuenta.
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Editado: 23.11.2024