Retazos De Recuerdos

COMPAÑERO

"Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos".

Deuteronomio 4:9

El sol radiante invadió toda la casa, los niños más pequeños que permanecen llenos de energía ya estaban de pie pululando por todas partes, el padre preparando un rico desayuno cantaba el himno de la alegría:

"Escucha, hermano, la canción de la alegría

El canto alegre del que espera un nuevo día

Ven, canta, sueña cantando

Vive soñando el nuevo sol

En que los hombres volverán a ser hermanos

Ven, canta, sueña cantando

Vive soñando el nuevo sol

En que los hombres volverán a ser hermanos

Si en tu camino sólo existe la tristeza

Y el llanto amargo de la soledad completa

Ven, canta, sueña cantando

Vive soñando el nuevo sol

En que los hombres volverán a ser hermanos..."

De a poco los desvelados que descendían por las escaleras se unían al canto, los pequeñuelos bailaban al son de la melodía, de forma sincronizada los varones ponían la mesa y las hembras iban colocando los alimentos, era un festín el que iban a darse todos; cualquier cosa que pudiesen desear desde una fruta hasta proteínas las podían encontrar.

Después de comer un "piedra, papel o tijeras" decidiría quienes lavarían los trastes; el padre trasnochado que aún les guardaba un regaño por lo que pasó en la noche, decidió esperar, nada podía arruinar ese momento de felicidad, un momento que quedaría para la posteridad.

El tiempo es fugaz cuando se es feliz; después de recoger el reguero y asearse buscaron los juegos de mesa que estaban en sus mochilas, algunos jugaron monopolio, otros ludo, damas chinas, ajedrez y memoria. El "jefe" compartía con cada grupo observándolos con complacencia, lo mejor de ser padre era ver felices al fruto de sus entrañas y a sus amigos.

No necesitaba nada más, para que una esposa si el podía con todo aquello, su última experiencia fue traumática, una mujer muy bella pero vanidosa, mas del mundo y la farándula que del hogar, con otro tipo de ambiciones, no era una mala mujer, solamente no era una que había nacido para ser ama de casa. Sus pensamientos volaron de pronto al pasado, recordó las veces que sus hijos nacieron y la alegría que los embargó en aquel momento, eran tiempos de bonanza, podían comer, beber, tener cuánto quisieran. Sin embargo, en la adversidad son pocos los que permanecen a nuestro lado.

No es culpa de nadie, cada uno da de si lo que su capacidad le permite. Algunas veces nuestra forma de ser hace que la gente que amamos se vaya de nuestro lado, difícilmente nos damos cuenta de eso y es porque no podemos o no queremos ver y aceptar nuestra realidad.

Para el "jefe" no existía una razón o causa para la partida de aquel amor; su amor más grande, estaba totalmente seguro de que fue la muerte de un sentimiento lo que provocó aquella ruptura, solo aquella mujer sabría el motivo de ese abandono, un abandono total; se despejó de aquellos pensamientos como quien espanta una mosca impertinente y dejando aquello en el olvido suspiró y se dispuso a enumerar en una hoja las actividades que podían realizar hasta acabar el día. El último día de la excursión.

Mientras tanto los chicos tenían sus propios planes, sus propios deseos y no se acordaron de consultarlo con el capitán del barco.

Aquila y Luzi estaban cuchicheando en su habitación, Ani no estaba de acuerdo con lo que estaban conversando aquellas dos traviesas. Los muchachos no querían participar de ninguna discusión femenina ni formar parte de ningún equipo, así que estos decidieron ir a jugar al fútbol.

Gil que jamás se mostraba interesado en los deportes dió con un libro de animales que se encontraba en uno de los anaqueles de aquella humilde morada y se dedicó de lleno a informarse de las costumbres de los mamíferos y reptiles sobre todo en el tiempo de apareamiento, cuestión que le parecía sumamente interesante, la forma en que los animales se cortejaban entre ellos; quería aprender para cuando le tocará el turno a él, las aves tienen una forma majestuosa de hacerlo, sobre todo el pavo real que abre y extiende su plumaje para atraer a la hembra, algunas otras especies bailan muy singularmente, el jovenzuelo se miraba en el espejo, se encogía y abría los brazos danzando en el mismo lugar, tal vez conocería a alguna chica de manera improvisada; no podía darse el lujo de perder una buena oportunidad, tenía que practicar.

La nena quería estar con las chicas grandes a pesar de que ellas no le prestaban atención, se sentía incomoda y las seguía desde las sombras, su tenacidad era inquebrantable, si se decidía a algo no habia nada que pudiese detenerla, le fue con el cuento al papa de que las muchachas le habían hecho desprecios, él ya sabia cuál era la situación.

- Las niñas grandes, dicen y hacen cosas de niñas grandes. Ve y juega con tus hermanos -le explicó de buen talante-

- ¡No quiero! -resopló haciendo pucheros- ellos están jugando a la pelota y ese juego me aburre.

- Entonces ve a leer los cuentos de princesas que yo te traje, puedes ponerles color si gustas, también puedes jugar a las muñecas, en cuanto me desocupe seré el rey, el príncipe o el caballo.

- Serás la reina mala -refirió entre sollozos-

- La reina malvada no porque soy hombre, pero con gusto seré un rey que ponga a su princesa en una torre si no se porta bien y lo haré por su bien.

- Tu no me quieres papi.

- No, yo no te quiero, te amo y eso es más, mucho más.

La chiquilla le hizo malos ojos al papá, quien la miró con reprobación, de cualquier manera en el fondo el la entendía, ella era su princesita, su nena, sonrio lleno de amor y la observó alejarse dando puntapiés al piso y todo lo que encontraba a su paso.




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