Retazos De Recuerdos

CONEXIÓN - PARTE 3

Dos años después…

Habían perdido todo contacto, siguieron sus vidas y estaban bien; si coincidían en algún lugar se ignoraban, Guillermo estaba sorprendido de la capacidad que tenía Elizabeth para hacer de cuentas que nunca había existido entre ellos ninguna relación, ella era buena convirtiendo a las personas en un zero a la izquierda cuando las sacaba de su vida; aún cuando ocuparan el mismo tiempo y espacio, para él era incómodo no así para ella que tenía determinación; estaba en un nuevo empleo, estudiando en la universidad, con otros proyectos, con muchas amistades diferentes, viviendo lo que tenía que vivir, lejos de sentirse una intrusa en la vida de otra persona. Llegaba a su casa agotada de las actividades del día sin espacio para pensar en situaciones complicadas y en relaciones imposibles.
Una noche muy cansada se durmió temprano profundamente, colocó el móvil debajo de la almohada, se abrazo a un cojín y cayó ligera en los brazos de Morfeo.

Guillermo andaba de parranda con el mejor amigo quién lo pasó buscando al final de la jornada laboral, ya era costumbre para ellos hacerlo, surgió el tema de esa relación por causa de una canción que hablaba del amor imposible pero genuino, Guillermo entristeció, sus emociones contenidas empezaron a agobiarlo en la medida que la recordaba, en la oscuridad unos animalitos llamaron su atención, esos que en la oscuridad brillan, titilan sin parar y van de un lado a otro como estrellitas danzarinas, nunca antes había reparado en ellos, se le aparecían seguido últimamente <<estos bichitos son hasta bonitos>> pensó; encendió un cigarrillo <<lamento haberte hecho tanto daño vida mía, lo siento, lo siento tanto, extraño besarte y tenerte entre mis brazos, extraño oírte reír, tu forma peculiar de mover los labios al hablar, extraño hablar contigo>> deseaba profundamente la oportunidad de decirle eso a ella alguna vez.

- Te amo -soltó al viento –

Y el viento inteligentemente llevo el mensaje, como si se lo hubiese susurrado al oído; Elizabeth despertó sobresaltada, espantada y confundida por el sonido de esa voz, saco el teléfono y sin pensarlo lo llamo, se sabía el número telefónico de memoria, no lo pensó, fue un impulso incontenible. Uno, dos repiques:

- ¡Aló! -dijo somnolienta –

- ¡Aló! Se escuchó al otro lado.

- ¿Cómo estás? ¿Qué estás haciendo? Estaba dormida pero tú voz me despertó, solo quiero saber que estás bien.

- Lo estoy, pero no soy feliz, te necesito, no logro concentrarme en nada, abrí el periódico y ni cuenta me di de que está al revés, no duermo en las noches, el hormigueo en los pies algunas veces no me deja descansar, no está siendo fácil para mí.

- Ha pasado mucho tiempo, ya deberías haber dejado todo aquello atrás.

- No me lo vas a creer, en el preciso momento en que has llamado estuve hablando contigo pero sin ti y me llamaste, déjame volver a verte una vez más.

- ¿Para qué?

- Solo quiero decirte estas cosas personalmente, por favor ¡Por favor! ¡Perdóname por ser tan injusto contigo, por pedirte esto, no me digas que no.

- Es tarde, mañana será otro día, yo te llamaré, ve a tu casa y descansa.

- Lo haré. Te esperaré.

Transcurrieron unos cuantos días antes de que Elizabeth decida llamarlo, después de aquella noche estaba intranquila, no dejaba de pensar en lo real que fue escuchar esa frase de un modo tan vívido a pesar de que estaba profundamente dormida, decidió citarlo, dejarlo despedirse. Se encontraba muy hermosa cuando llegó al lugar de encuentro, toda una ejecutiva, con un traje de taller y tacones altos, él de traje formal ya que estaba en horario de trabajo. Los dos tenían buen semblante y por mucho que lo disimularan estaban felices de volverse a ver.

- Aquí estoy -expresó a secas- solo vine a escuchar lo que tienes que decir.

- Mirándote ya no tengo palabras, solo comamos y dejemos que las cosas fluyan solas.

- Está bien.

Pidieron cerdo, puré de patatas y ensalada césar para los dos, luego un par de cervezas, el halo la silla donde ella estaba de manera espontanea en un arrebato, reduciendo en segundos el espacio que los separaba, quedando frente a frente y bajo los efectos del alcohol se besaron, esos besos profundos llenos de amor que nadie más en el mundo podrían darse. Se les fue la noche poniéndose al día de lo que habían vivido este tiempo y decidieron volver a estar juntos a pesar de las circunstancias.
“Como perro que vuelve a su vómito, así es el necio que repite su necedad”.
Proverbios 26:11
Por un tiempo la relación fue buena, la alegría de la reconciliación los mantuvo en un idilio, pensaban uno en el otro constantemente, estaban conectados, si comían en algún sitio el uno podía pedir lo que el otro deseaba sin complicaciones, procuraban verse a diario aunque sea unos minutos, cada fin de semana Guillermo le llevaba flores y desayuno, económicamente era bondadoso con Elizabeth y ella muy agradecida, iban de compras juntos, en las fechas especiales el le obsequiaba collares, zarcillos, ropa, relojes, ella también compraba obsequios para él, su último regalo fue un reloj de pulsera que tenía los números en relieve con un baño de oro y la correa era de cuero color marrón, una pieza original y muy extraña.

Una tarde se encontró con él en el centro comercial, fue algo casual, sin embargo, él no estaba solo, estaba acompañado de su compañera, la mujer con quien vivía, quien además traía el reloj puesto, su cuerpo se descompuso, su corazón se abrumó, ella entendió que verdaderamente allí no había ninguna oportunidad, él también se sintió descorazonado, vio la decepción en los ojos de Elizabeth y su cuerpo estuvo a punto de desvanecerse, <<es una lástima que no sea suficientemente valiente para dejar a quien no me hace feliz por alguien a quien amo>> dijo para si, él no tenía nada que perder, de cualquier manera le faltaba valor, el orgullo de Elizabeth se hirió y su amor propio la obligó apoyarse en su dignidad y tomar una decisión bien importante, poner tierra de por medio entre Guillermo y ella, se tomó su tiempo, aún se frecuentaban, ella ya se estaba yendo de la relación estando con él, él pensó que ella era débil y que iba a seguir soportando aquella situación cada día, aún cuando más amor sentían solo se estaban preparando para la despedida, de cuando en cuando ella lo miraba con ternura <<te amaré por siempre>> le decía sin hablar, otras veces mientras hablaban él ni siquiera escuchaba lo que ella estaba diciendo, era feliz observándola mientras ella movía su cara haciendo diferentes gestos y muecas, él la amaba, se amaban los dos, pero no lo suficiente para decidir estar juntos.




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