Desde épocas ancestrales se ha hablado de Ángeles en la tierra, incluso se ha llegado a comentar que algunos de estos Ángeles ni siquiera saben que lo son, por tal razón existimos ángeles y demonios merodeando por todas partes sin saber lo que somos.
Raquel de pronto dejó un vacío, escribía pocas veces y dejó de verse con Diana, no estaban enojadas simplemente parecía que un ciclo se había cerrado, pero Diana no estaba sola. Sin saberlo, sin propiciarlo, sin tener la menor intención de pronto conoció a alguien que la hacía sentir emocionalmente como si tuviera una hermana mayor, casualmente otra enfermera, otra mujer que vestida de blanco y no perdida oportunidad de hacer el bien a otras personas incluso a costa de su propio sufrimiento, un ser humano sin egoísmo y con mucha onda aunque un poco orgullosa y celosa, bastantes años mayor que Diana pero de espíritu jovial y muy alegre.
“Rosa” llevaba por nombre. La conoció en el trabajo y pronto jugaría un papel fundamental en el futuro de Diana y sus hermanos.
— ¿En que piensas?— le preguntó sonriendo un día que la encontró sentada en la plaza que estaba frente al lugar donde trabajaban.
— ¿Crees en el destino?, ¿Crees que de verdad todo ya está escrito?
— Creo que todos tenemos un propósito, que hemos venido al mundo a cumplir con el y que “lo que esta para ti ni aunque te quites y lo que no esta ni aunque te pongas”
La miró fijamente por largo rato y decidió contarle todo por lo que estaba pasando, le contó entre risas que se había inspirado en un pasaje de la biblia, que necesitaba resolver esta situación que la aquejaba no tan solo por ella sí no por sus hermanos que habían depositado su confianza en sus decisiones.
— Creo que está bien lo que estás haciendo, voy a apoyarte en la medida de mis posibilidades, así que alegra esa cara y llénate de energías, que la pelea es peleando.
— Está bien, lo haré, solo necesitaba una señal y ha llegado.
Se fueron juntas al terminar la jornada laboral, se esperaban desde entonces para ir y venir del trabajo juntas, algunas veces caminaban horas desde un lugar a otro cuando no tenían para el pasaje ninguna de las dos.
— Tengo que contarte algo — la sorprendió de golpe mientras iban a la parada un martes por la mañana.
— ¡Muchacha! —soltando una carcajada y mirándola con gracia expresó Rosa— ¿Cuál es el misterio?
— Hoy en la tarde el hombre va a dar una conferencia, pero es solo para un público convocado, no es para todo el que quiera asistir y yo quiero ir.
— El que quiere puede —espetó la otra— ve y ya encontrarás la forma de entrar, eres inteligente y yo confío en ti.
— ¿En serio?
— ¡Ah pues! Ya te lo dije antes, lo que es para uno lo alcanza. ¡Ve!
— No se cómo llegar a esa dirección.
— A ver, dime qué dice el anuncio y yo te digo.
Diana saco un papelito que tenía en el bolsillo del abrigo, muy arrugado señal de que había estado entre sus manos una y otra vez. Tal vez acariciado por la duda sin cesar. Casi se deshizo en las manos de Rosa.
— Esto es en un Centro Comercial, por la parte de atrás, queda como a cuarenta y cinco minutos de la casa, los autobuses pasan por el mismo lugar donde cogemos el transporte para el trabajo.
— Oye iré. Que sea lo que sea y sea.
— ¡Si va!
Sonrieron la una a la otra y siguieron en lo que andaban, el sudor venía a las manos de Diana en los momentos menos oportunos, perdía el hilo de lo que hacía imaginando las maneras en como iba a entrar al auditorio donde estaría el hombre que abrigaba sus esperanzas. Las horas pasaban lentas, contaba los minutos en el reloj, sin hambre y con mucha sed. Se acercaba la hora, no espero ni siquiera a la compañera, salió disparada antes de tiempo, llegó a la casa, se echó un baño vaquero y se alistó lo mejor que pudo imaginando como debería vestirse alguien que ha sido invitado a una conferencia de ese estilo, unos vaqueros, botas negras de cuero y una camisa manga larga blanca, se recogió el cabello en una coleta, maquillaje sencillo, una cartera medianamente buena, un lápiz y una libreta para completar la indumentaria y “fuera cacho” eso es todo. Realizó una llamada antes de salir de casa, a un pretendiente que muy gentil siempre que podía prestarle apoyo lo hacía, tenía automóvil, un carrito blanco que todo el tiempo tenía una falla en algún lado, cuando no era el arranque era una bujía, si no la liga de freno, y a veces fallas en el acelerador, ese auto pedía más que mendigo en plaza.
— ¡Aló!
— ¡Buenas tardes vieja loca!, ¿Cómo está todo por ahí?
— Todo bien, disculpe la molestia, le estoy llamando para pedirle un favor, necesito ir al centro comercial que está cerca de la autopista, donde está la vaya grande con la cara del ingeniero que está ofreciendo el complejo habitacional.
— ¿Y usted que va a hacer allí?
— Bueno… tengo la intención de entrar a la reunión para hablar con el hombre.
— Que ganas de perder el tiempo tiene usted, esa gente es pura política y charlatanería. —soltó con desagrado el caballero—
— ¿Puede llevarme o no? —le preguntó tajante Diana mientras para sus adentros se decía <<a usted nadie le está pidiendo opinión>>
— Le digo de una vez que la puedo llevar pero no la puedo esperar de regreso porque el carro tiene un problema con las luces delanteras.
<< ¡Que raro!>> Nada que ella no estuviera esperando escuchar, lo importante era llegar allá lo demás lo resolvería después. Faltando un cuarto para las dos ya la chica estaba en el lobby del auditorio, no había llegado casi ninguna persona, a lo lejos se podía distinguir el personal de protocolo de los invitados que poco a poco iban llegando, presentaban una credencial en las escaleras y luego les explicaban a donde dirigirse, <<tienen credenciales, ¿De dónde saco unas? ¡Cielos!, ¡Piensa, piensa, piensa… rápido!>> Se acercó lentamente a donde estaba un grupo conversando, unos a otros se decían los puntos que querían exponer en caso de que les dieran la oportunidad de hablar, se preguntaban quienes más faltaban.
— Este fulano siempre llega tarde a todos lados.
— Capaz y cuando llegue no tenemos asientos.
— ¿No están identificados?
— Si, pero sabes cómo es eso, cuando viene mucha gente se vuelve un despelote y a pesar de que llegamos temprano podemos quedar de pie.
— ¡Que fastidio con Sutanita que tampoco llega.
— Mejor entramos.
— Si. Le decimos a los de la entrada que faltan un par de personas más, que somos del grupo “Premium” y que si llegan los dejen pasar.
— Es lo mejor. Si llegan bien y si no también.
”Premium” atajó el nombre en el aire y lo escribió, está era su oportunidad, las personas tienen la mala costumbre de dejar todo para última hora, cuanta responsabilidad hace falta hoy día, media hora después la gente comenzó a llegar a la carrera, Diana espero un poco más hasta que se hiciera algún desorden para aprovechar el momento y ese momento llegó.
Se acercó apresuradamente a las escaleras sin darle mucho tiempo al muchacho para que la reconociera de llevar rato allí, siendo que cuando llegó y estuvo sentada algo lejos alguien se le acercó para ofrecer información y ella le dijo que estaba esperando a alguien más.
— Soy del grupo “Premium” tengo rato esperándolos, los vi entrar y no pude entrar con ellos por esperar a alguien más.
— ¿Su credencial?
— ¿Hace falta? Está con las credenciales del grupo que entró hace un rato, si me permite puedo ir y regresar con ella. —dijo sin mostrar ningún nervio, pero por dentro el corazón estaba a punto de estallarle—
— Pase adelante, no se preocupe — le indicó el caballero tras dudarlo un par de segundos, mostrándole le dirección por donde debía ir con la mano.
Trastabilló unas cuantas veces mientras subía las escaleras en dirección a lugar donde se encontraban sus “compañeros” quienes le miraban con curiosidad, pues nunca le habían visto en sus vidas. Y tampoco era que parecía una de ellos.
El ingeniero tardó en llegar, un alboroto al principio, gente besándolo, adulándolo, atropellándose unos con otros para tocarlo, se hicieron las presentaciones formales a través de un orador quien fue nombrando los grupos que estaban presentes y sus miembros se levantaban para hacer una pequeña reverencia, cuando llegó el turno del “Premium” ella se levantó disimuladamente como quien de pronto sintió una molestia en el asiento, el grupo giró la cabeza hacia la derecha mirándola con sorpresa y ella sonrió, nadie dijo nada, ella miró el asiento y los hizo dudar. Fue algo rápido… después de las presentaciones comenzó la charla, las explicaciones, el proyecto “… será un complejo habitacional destinado a familias de bajos ingresos, que tendrán la oportunidad de pagarlas en cuotas a un muy largo plazo y con el mínimo de interés…” luego una extensa explicación del modelo de las viviendas y el material con que serían construidas, “… serán también construidas en el centro, de modo que sus habitantes tengan acceso fácil a los comercios…” después de allí todo el auditorio se levantó y aplaudió.
El orador sonreía satisfecho y tomó la palabra “ahora daremos paso a la rueda de preguntas y sugerencias de los presentes, quién desee hablar solo levanté la mano”
Si, usted, el señor de la corbata verde…
— Me gustaría saber si existirán lugares para la recreación de los niños en el complejo.
— Por su puesto que si, habrá parques y canchas deportivas -respondió el ingeniero-
— Gracias.
Usted, la señora del vestido gris…
— ¿ De cuántas habitaciones están compuestas las viviendas?
— De dos y de tres dependiendo del grupo familiar.
— ¿Cómo así?
— Se realizará un estudio social para la compra – venta, ya que la finalidad de este proyecto es básicamente brindar apoyo de acuerdo con la necesidad de cada familia.
— No estoy de acuerdo, creo que cada quien debería elegir que comprar.
— Haga una sugerencia con esa propuesta y envíela a mi oficina para que sea evaluada.
— Gracias.
Así estuvieron por un rato considerablemente largo, preguntas y respuestas directas.
Ya finalizando la actividad, la butaca donde estaba sentada Diana tronó al partirse algo en la base y el movimiento brusco le hizo levantar las manos, el orador la señaló de inmediato para darle el turno de palabra “la señorita de allí” ella se tocó el pecho y le miró con los ojos muy abiertos sin saber que hacer “usted le de la camisa blanca”, <<¡miércoles es conmigo! ¿Qué hago, que digo?>> ella sonrió estoicamente y preguntó:
— ¿Es posible que mejoren las butacas? ¡De modo que eviten que alguien se parta un hueso! Ya se que no le corresponde a usted la calidad de los asientos, pero ya que estamos aquí.
— ¡Ja ja ja! Veré que puedo hacer al respecto.
La miró, la notó, supo que ella existía, de vez en cuando miraba hacia el sitio donde ella estaba y la función continuaba.
El sol ya se había ocultado cuando terminó la actividad, otra vez la abrazadera, las despedidas, los halagos y las peticiones. Diana tenía una carta escrita a mano en el bolsillo de la camisa. La misión era una sola ¡Entregársela en las manos! Bajó estratégicamente las escaleras, rápido, para darle alcance, ya el ingeniero estaba saliendo del auditorio y el poco espacio que había entre ellos de pronto se hacía más largo de lo que parecía, estando más cerca al bajar las escaleras Diana al fin lo alcanzó, y cuando estiró la mano para tocarlo una mujer lo hizo girar y se le escapó, la mujer en cuestión era una señora embarazada que también le haría una petición, le entregó una carpeta con documentos y mientras le explicaba su particular situación la chica se acercó, bajó un escalón, quedó a sus espaldas, no se movió para quedar frente a él cuando reiniciará su rumbo, el hombre volvió a girar y se encontraron de frente, el tiempo se detuvo, ella un escalón más abajo se atrevió a extender la mano y tocar su rostro con delicadeza, con el pulgar le quitó los rastros de labial que alguna mujer dejó al besarle la mejilla, se miraron a los ojos, y hubo algo más… no era coquetería, solo se reconocieron, un destello de luz los cruzó.
— ¡Por favor disculpe! Es que tiene pintura de labios allí, lo siento. Fue solo un impulso.
— Está bien, no te preocupes -sonrió –
— Yo, yo… quisiera que leyera esta carta, solo eso. -Y sacándola del bolsillo se la entregó- Quisiera saber que algunas cosas son posibles.
— Todo es posible para el que en Dios espera.
Y se marchó.
Alguien más con apariencia de ser una personalidad mantuvo una conversación con él que ella alcanzó a oír, el ingeniero le dictó su número telefónico al otro y ella lo memorizó al instante. Tomo nota y también se fue.
Salió del auditorio con la noche a cuestas, sin autobús, sin transporte y sin dinero para un taxi. Desesperada volvió a llamar a quien la había llevado.
— ¡Buenas noches vieja loca! ¿Ya dejaste de perder el tiempo?
— Bueno, no perdí el tiempo pero si me voy a perder yo, que me tengo que ir a pie hasta la casa.
— Y yo no le dije a usted que mi carro está con fallas y que yo no la iba a ir a buscar ¿Por qué se quedó allí hasta tan tarde?
— Es que yo vine con un propósito y si me iba antes no lo iba a lograr.
— ¡Que ganas de perder el tiempo! Ya voy para allá.
— Gracias.
Una vez en casa, llamo a Rosa y le contó casi todo. Casi. Antes de dormir, allí estaba de nuevo una pluma debajo de la almohada, que se asomaba con gracia en una esquina.
<<Vamos bien>>
Desde entonces espero, espero una llamada, algún aviso, alguna señal que no llegaba, nada. Solo sueños continuos con él, no románticos, solo momentos en los que compartían entre amigos, amigos del barrio de donde ella venía, todos los sueños tenían como escenario aquel lugar, comiendo perros calientes, en fiestas, en casa de su madre, y en todos ellos el sonreía y antes de despertar él decía “yo estoy aquí”.
Pasaron varias lunas, el trabajo continuaba y decidió escribirle.
“Hola, soy Diana, hace un par de meses le entregué una carta el dia que dió la conferencia, no quiero causarle molestias, pero la verdad lo estamos pasando mal, mis hermanos y yo, necesitamos apoyo, su apoyo”.
Esperó respuestas y nada, llegó la noche y nada, durmió. Se fue a trabajar, regresó y nada. Una notificación en el teléfono: “su saldo a vencido, debe recargar para seguir disfrutando del servicio” <<porquería de teléfono>> a media tarde otra notificación: “amiga ¿donde estas?, ven a la casa a tomar café” <<Rosa hoy no quiero nada>> pero no respondió eso, solo escribió “estoy resolviendo algo más, hoy no puedo” y tiro el móvil a un lado con desprecio.
Se distrajo, cocinó, limpio, recogió y lo olvidó. <<Caramba mi hermano no ha llegado, ya lo voy a llamar>> y allí estaba lo que con ansiedad esperaba: “te recuerdo” <<¿Solo eso?, ¿Solo eso? ¡Te recuerdo! ¡JODER! >> Pero saltó de alegría. Él sabía que ella existía, desde entonces aquel pasaje de la biblia sería su guía, no dejó de escribir ni un solo día, si llovía grabada a sus hermanos recogiendo el agua que resbalaba del techo por las paredes a chorros y le enviaba los vídeos, cuando dormían todos amontonados hacia un selfie y se la enviaba, le daba los “buenos días” las “buenas tardes” y las “buenas noches” a diario solo con “estoy aquí, no me olvide” y ni una respuesta. En ningún momento, nunca más, el tiempo seguía transcurriendo y no había señales de nada.
Full trabajo, agotada de la rutina, crisis económica, escases de comida, días terribles junto a sus hermanos y Rosa quiso saber:
— ¿ Que ha pasado con el hombre?
— ¿ Que hombre?
— El ingeniero mujer.
— Pues nada, ya no le voy a escribir más.
— Tienes que seguir insistiendo, yo tengo la seguridad en mi corazón de que él va a ayudarte.
— Ya no quiero seguir. No me responde y estoy cansada de insistir.
— Tienes que hacerlo, no te rindas.
— Ya no tengo dinero para recargar el teléfono y seguir insistiendo día a día en algo que no tiene sentido.
— Si tiene sentido. ¡Ten fe!
— ¿FE DICES? ¡FE DICES TÚ! TU QUE NO ERES QUIEN ESTÁ PASANDO LAS NECESIDADES QUE PASO YO. ESTOY HARTA.
— Entiendo que las cosas no están saliendo como esperabas, no tienes que gritarme, yo te pongo saldo pero no dejes de escribir, confía en mi, por favor.
— Ya no puedo más.
Y rompió en lágrimas, unas lágrimas amargas y llenas de desesperación. La dueña de la casa le estaba quitando el sueldo entero, cada mes le subía la renta, una mujer que estaba asistiendo a una iglesia evangélica y se la mantenía dándose golpes de pecho, no tenía compasión por ella, solo su beneficio.
Un día se le apareció:
— Necesitamos hablar.
— Dígame.
— Este mes la renta vuelve a subir.
— Creo que eso es ilegal.
— No me importa lo que creas, solo te aviso.
— Eres un ser miserable, indigno de asistir a ninguna iglesia, falsa, miserable -mirándola fijamente y con los puños apretados en los costados, conteniendo el deseo de darle un puñetazo en esa gran boca.
— ¡ Que grosera eres!
— La única grosera aquí eres tú. Ahora váyase que tengo cosas que hacer.
La mujer se fue y ella salió directo a la casa de Rosa para contarle los acontecimientos.
— Se que es difícil. Pero te felicito, esa mujer es una mierda y alguien tenía que decírselo.
— Si, pero ahora… ¿que voy a hacer?
— Dios es bueno mujer, en todo momento Dios es bueno. Hoy hablaré con mis hermanos para ver cómo hacemos, para construir un cuarto en la parte de atrás de la casa, lo más pronto posible.
— Gracias Rosa. No creo que eso sea posible. Tus hermanos no estarán de acuerdo.
— Eso déjamelo a mí.
Fue un fin de semana caminando de aquí para allá, llorando, con palpitaciones, mintiendo a sus hermanos al decir que todo estaba bien. Todo estaba oscuro.
En la semana las noticias en las redes sociales y en la televisión relacionadas con el complejo habitacional que ya estaba terminado iban y venían, estaban haciendo las entregas, solo faltaba un sector por entregar. El proyecto fue un éxito. Pero a ella aún no le llegaban noticias. No fue al trabajo, el día anterior había llovido mucho, mensajes, videos, fotos, no cesó de enviarlas ni siquiera cuando se molestó aquella vez. Pero nada.
Un mensaje más y la verdad este era el último.
“Felicitaciones por el éxito del proyecto, mi fe no desmaya, confío en usted, no me falle, por favor, ¡Por favor!” ya sin fuerzas, su hermano menor la vio triste, decaída, demacrada. Desmoronándose se quedó dormida a las once de la mañana mientras él la miraba. Soñaba que el teléfono sonaba y que era importante, un sobresalto la despertó, el móvil en su pecho vibraba. Entre dormida y despierta lo atendió:
— Aló.
— ¡Aló Buenos días! Le habla fulana de tal, de la oficina del ingeniero Rafael… es usted Diana…
— Si, soy yo.
— Le estamos llamando para informarle que le estamos esperando para la entrega de las llaves de la vivienda por la que ha estado haciendo gestiones, debe presentarse en el transcurso del día para finiquitar la entrega.
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Editado: 23.09.2025