¡Corría!, corría sin parar, no se detenía a mirar hacia atrás, en su lugar lo hacia por encima del hombro de tanto en tanto. Distinguía el sonido de cada zancada en el asfalto que le hacía sentir las plantas de los pies en llamas de los pocos que alcanzaba a escuchar a su alrededor, el crujir de una rama, los movimientos bruscos de los árboles. El sol le quemaba la espalda y la cabeza, el sudor resbalaba por su frente y sus costados, seguía corriendo, jadeando, apenas respirando, un dolor del lado derecho por debajo de las costillas comenzaba a frenarla poco a poco, sentía que no podría continuar, aún así con ritmo más lento no se rendía.
Que desolado estaba todo, ¿en que época estaba?, las tiendas, los edificios, la gente ¿Qué pasó? ¿Ya fue el fin del mundo? “Pero sigo aquí” una y otra vez retumbando en su cerebro, puede ser que este dormida de nuevo, es probable que no, han anunciado el fin del mundo tantas veces, en la tierra el transcurrir del tiempo no es el mismo que en el cielo.
“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.”
2 Pedro 3:8
Súbitamente se encontró rodeada de sus pocos familiares, sus dos hijos en la actualidad, tal vez alguien más, que no reconocía. Todos en la orilla de un muro de concreto que debían saltar, estaban en medio a una especie de competencia. Cuando llegó, echó un vistazo abismada ya que se percató de que era demasiado alto, cinco metros o más, no podría hacerlo. Podría matarse.
Se detuvo. El peso de una mirada la sorprendió, esa sensación de que te están siguiendo con la vista, era real, alguien más estaba allí, al acecho, no lograba identificar la energía a su alrededor, quizás solo eran simples ideas provocadas por el miedo. No, no era de ese modo, efectivamente un hombre joven venía detrás, vigilándola desde una distancia prudencial, cuidándola, procurando que siguiera la secuencia de las acciones, era un protocolo general, pero no todos tenían guías ni escoltas, ella si. Él al verse descubierto se detuvo también, la observaba sin darle importancia al hecho de quedar en evidencia.
Los hijos se quedaron, al parecer ellos no carecían de la habilidad para saltar desde ese punto y continuar. Solo estaban esperando su turno.
Ella camino a la derecha del gran muro, con cuidado de no resbalar, cada paso que daba se aseguraba de no tener un accidente, la grama estaba húmeda, ella descalza, la tierra del suelo lastimaba las plantas de sus pies agrietados. Siguió así y apuró el paso en la medida que se daba cuenta que iba descendiendo la altura, finalmente llegó a un punto en el que podía saltar sin lastimarse; saltó.
Cayó de pie sobre una mujer, envuelta entre el monte enlodazado con hojas secas y llena de barro hasta las sienes, el lodo de la cara apenas si dejaba ver sus ojos, poco a poco mientras la vista se acostumbraba observó otras cabezas que se alzaban a su alrededor, igual de harapientos y hediondos.
La mujer sobre la que cayó estaba enyesada de la cintura para abajo, no sabía qué hacer al respecto, quería disculparse y no encontraba las palabras adecuadas, a la mujer parecía no importarle ni tampoco a quienes estaban alrededor. Una preocupación fugaz la invadió ¿Cuánto tiempo estaría esa mujer allí? ¿Estaba impedida? ¿Qué haría luego?
Se notaba que cada uno intentaba sobrevivir sin buscar problemas, ni siquiera algún tipo de angustia se dibujaba en la mirada de ninguna de esas personas. Era imposible contarlas, mucha gente de distintas edades y muy pocos niños. ¿Por qué ellos no intentaban avanzar? Mientras ella sentía la obligación de seguir adelante.
Después de estudiar aquella escena miro hacia el muro nuevamente, desde la distancia estaba aquel chico animándola, evitando que se distrajera más, ahora podía darse cuenta de que era un joven, la delgadez de aquel le permitía la agilidad para seguirla de manera sigilosa, le hacía ademanes con la mano izquierda para que continuara y saltara el siguiente obstáculo, un muro menos alto que el anterior pero sin atajos, muchos de los que allí estaban lo hacían, al parecer no a todos se les daba la oportunidad, aunque quisieran los que tenían impedimento debían quedarse como la señora que estaba enyesada, quizás sin ninguna opción. Estaba claro que la mayoría de los que saltaban eran muchachos y muchachas.
Todos se encontraban en un estado deplorable, el que la escoltaba por el contrario estaba impecable, era musculoso aunque no de forma exagerada y se destacaba en su cuerpo un tatuaje que le decoraba el brazo derecho, una manga para hacer más exactos. La animaba y le daba algunas instrucciones a través de señas mientras la esperaba, no podía hacer más nada por ella.
La atmósfera era tensa y ella sabía que tenía que soportar, correr y también nadar, en fin. Saltó a un contenedor morado que estaba vacío y observó como el chico que la seguía saltó a otro contenedor que estaba lleno de agua, él intentó insistentemente salir a flote hasta que lo logró. Volvió a hundirse dos o tres veces y cuando comprobó que podía salir sin dificultad junto a otra persona se le acercaron.
— Agáchate y escribe un uno en el fondo del contenedor.
Lo hizo.
— Ahora un dos como de niño.
Volvió a seguir las instrucciones.
El chico sonrió.
— ¿Estás segura de que puedes soportar el vacío? —sin esperar respuesta prosiguió— no puedes colapsar.
Ella asintió aunque su corazón estaba acelerado y no estaba segura de lo que estaba haciendo, de cualquier manera no podía permitirse el miedo, no más del que ya sentía.
En un instante se dio cuenta de que estaba encerrada allí, en un espacio estrecho y en completa oscuridad, faltaba poco para que cayera la noche, sus manos comenzaron a sudar, las piernas le comenzaron a temblar, la boca se le seco y el corazón comenzó a latirle aceleradamente; su cuerpo se entumecía pero ella se mantenía en calma, lucho contra el malestar. Comenzó a subir, lo intentaba sin parar, apoyaba una pierna a un lado y la otra al otro lado, parecía una rana nadando en la nada, las paredes estaban mojadas, resbalaba y volvía a la base, lo intentaba de nuevo y volvía a resbalar, descansaba y volvía a la carga.
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Editado: 07.11.2025