—¡Ey, Luisa! —Escucho que gritan mis amigos, así como el escandaloso ruido de la bocina—. ¡Baja ya!
—¡Ya oí, ya oí!
Salgo de mi habitación a la par que me acomodo el bolso playero sobre el hombro y grito un simple adiós antes de correr y montarme en el convertible de Jack, lanzándole el bolso a Cassy.
—Casi nos hacemos viejos esperándote —se queja Mateo, a lo que me limito a pincharle las costillas y sonreír con inocencia.
Al llegar a la playa buscamos un sitio libre, montamos las sombrillas y Cassy y yo nos quitamos el pareo mientras que los chicos las camisetas.
Ellos dos no pierden el tiempo y corren al agua, Cassy, por otro lado, me dice que irá a trotar un rato y yo decido quedarme aquí recostada y leer un poco. Así son nuestras salidas, simples, cada uno quiere hacer algo y está bien, ya después pasamos un tiempo juntos antes de volver a casa.
No sé cuánto tiempo llevo enganchada en la lectura y sé que hubiera seguido un muy buen rato así de no ser por el chorro de agua que me cae encima.
—¡Serás idiota!
Busco el mínimo daño en mi libro y, una vez me aseguro de que éste ha salido indemne, me pongo de pie y corro atrás de Mateo queriendo venganza.
—Pero si solo han sido unas gotas —replica a unos metros de mí. Corro un poco más rápido y me lanzo a su espalda—. ¡Estás loca! —grita entre risas tratando de equilibrarse.
La gente alrededor nos observa, pero no me importa y sé que a él tampoco. Me lleva sobre sí hasta donde nos esperan Jack y Cassy y en lugar de agacharse y darme tiempo de bajarme, me deja caer sobre la arena y se coloca sobre mí para hacerme cosquillas.
No logro parar de reír ni quitármelo de encima hasta que Cassy le pregunta si quiere un sándwich, lo que hace que se pare como un resorte y se siente junto a ella. Jack ríe y niega con la cabeza.
Terminamos de comer y platicamos por un rato sobre la prueba que tuvimos el viernes, pero no tardamos en buscar nuestras raquetas para jugar bádminton como habíamos quedado.
Jack dibuja una línea en la arena para simular la red y él junto con Mateo se quedan de un lado, mientras que Cassy y yo del otro.
Nos pasamos el volante por un largo rato, a veces ellos suman puntos, otras nosotras. Pero cuando estamos a punto de ganar, una gaviota viene y se lleva el volante. Los cuatro nos quejamos, pero terminamos encogiéndonos de hombros y riendo.