Reto Peligroso

11.0

El auto se mueve a una velocidad antinatural, podría decirse que incluso si vamos más rápido estaríamos a punto de volar. Ninguno de los dos ha hablado desde que nos subimos y, principalmente, no creo hablar resulte bien por la expresión que mi acompañante tiene en su rostro. Una parte de mi quiere golpear su cabeza contra el volante para que se le quite esa maldita cara de perros que tiene, la otra simplemente desea saber el porqué de tal expresión.

Comprendo que estemos en un momento serio, comprendo que demoramos más de lo debido y que, gracias a Dios, logramos esquivar los disparos que salieron en nuestra búsqueda justo cuando nos subimos al auto; de la misma manera comprendo que logramos escapar antes de que cualquiera de ellos nos siguiera en uno de sus autos, y comprendo, más que nada en el mundo, que la situación se ha salido de nuestros cabales. Finalmente, lo que no comprendo es la mirada de odio que me regala.

Y yo que pensé que nos habíamos arreglado...

En definitiva nunca conocí a una persona tan cambiante de estado de ánimo, pensé que el odio entre nosotros iba a quedar atrás, tan lejos que ni siquiera yo podría verlo aunque tuviera la vista de una voraz y ágil águila. Tal parece que me equivoqué, evidentemente todo su cuerpo irradia odio y por tanto el mío irradia frustración. ¿Cómo es que es capaz de darme una mirada lanza rosas y en menos de cinco segundos me lanza una mirada lanza balas? Éste hombre es peor que una mujer.

Lo que más me molesta de todo esto es que sin poder evitarlo me importa. Y no solo es porque necesitamos mantenernos en paz hasta que alguien venga por nosotros, también, por alguna extraña y desconocida razón, quiero agradarle. Quiero agradarle como nunca he querido que alguien le agrade, eso resulta muy bajo para mi persona. Nunca me importó tanto agradarle a alguien, siempre fui del tipo de persona de: "Si no te agrado puedes irte al carajo", así que no tengo ni la más mínima idea de por qué me está importando ahora. Mucho más cuando estamos bajo una situación en la que, en cualquier momento una bala puede pasar por nuestra cabeza y terminar con nuestras vidas, lo único que nos queda es luchar. Eso es la vida. La vida es una constante lucha contra la muerte, nada más que eso.

No sé con exactitud hacia donde vamos, no ha parado de manejar aunque ahora ha comenzado a disminuir la velocidad a una aceptable. Las casas que se reflejan por el camino son el indicativo que me permite saber que hemos salido del anterior pueblo a otro. Minutos después, ya adentrados por completo en el pueblo, aparca justo al lado de un hotel. Deben ser alrededor de las seis de la tarde porque ya está comenzando poco a poco a anochecer.  Resulta increíble como el tiempo corre y corre ajeno a cualquier problema que podamos tener, ignorante a lo que sucede en cada uno de los seres humanos del planeta.
No hay nadie más ignorante y rígido que el tiempo.

—Sal —no es un favor, es una orden. Reprimo el impulso de protestar, saliendo del auto. Tiempo después ambos estamos en la recepción del hotel.

Quiero decirle que no es correcto. Que preferiría dormir en la calle o en el bendito bosque antes de entrar al lugar en el que fácilmente podrían acabar no solo con nuestra vida, sino también con las de muchas de las personas que se hospedan en este lugar. "Aunque está tan vacío que la única persona podría ser el recepcionista", el punto aquí es que preferiría estar en un basurero a irrumpir en la seguridad de los demás.

El recepcionista no presta mucha atención a nuestro atuendo, tampoco a nuestra cara, y si lo hizo, seguramente se lo guardo muy dentro de él. Observo como paga y luego comienza a caminar en dirección a las escalera sin dirigirme la más mínima mirá. La acción me resulta infantil e incluso graciosa, lucho contra la sonrisa amarga y tensa que quiere curvar mis labios y en su lugar, me dedico a seguirle lo pasos.

Como era de esperarse, todo el hotel huele a desinfectante y humedad. Admito que aunque no soy demasiado dada a lujos y prefiero lo simple, una parte de mi desde pequeña está acostumbrada a ellos, por lo que en cuanto a mi madre y mi padre se refieren, tuvieron la capacidad de brindarme hospedaje en hoteles caros, y aunque alguna vez durante mi adolescencia llegue a visitar uno que otro hotel humilde, este sin duda es el más humilde que he visitado. Lo compruebo por la rata que corre por mi lado mientras seguimos subiendo las escaleras.

Observo una abertura en la pared al tiempo que esbozo una mueca de desagrado, este sitio con el más mínimo terremoto puede caerse en pedazos. Siento la mirada de Hunter en mi y casi de inmediato despego la vista de aquella abertura para encontrarme con su semblante, al principio siento como si estuviera pensando lo mismo que yo, y una parte de mi se alegra de ello; pero poco después su rostro solo expresa disgusto. Sin poder evitarlo la rabia me corroe en grandes oleadas, tengo que retener las ganas de meter su cabeza en la abertura para simplemente seguir caminando.

No sé cuántas escaleras subimos, para empezar, estoy acostumbrada al trabajo físico debido a mi trabajo, por lo que para mi no sería un esfuerzo que me pusieran a correr varios metros a distancia. Además, curiosamente en lo único que puedo pensar es en averiguar que mierda le pasa a Brooks. Necesito, de manera inexplicablemente desesperada, saber qué es lo que tiene conmigo, que es lo que le hace verme de esa manera tan... Odiosa.



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En el texto hay: peligro, accion, aventura

Editado: 24.08.2018

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