Reto Peligroso

12.0

 

 

 

La alarma se enciende en mi sistema a una velocidad totalmente descontrolada. Lo primero que veo es nada más y nada menos que los ojos color canela del hombre al que realmente no quiero ver.

Peligro, eso es lo que grita su mirada.

Retiro las sábanas que me acobijan y comienzo a calzarme los converse sucios que he utilizado durante estos días. De haber sabido lo que iba a pasar hubiera traido una botas militares, al menos me brindarían una mayor capacidad de adentrarme en la tierra sin sentir escalofríos provenientes del lodo.

—Saldremos por la salida trasera del hotel, el recepcionista no abrirá la boca.

—¿Cómo lo sabes? —cuestiono, mientras lo ayudo a empacar las pocas cosas que dejamos afuera dentro del maletín. Mi tono es frío y neutral, tanto, que no logro reconocerme, al parecer él tampoco por la mirada que me dirige.

—Le he dado una buena suma de dinero.

—No hablo del dinero ¿Cómo sabes que están aquí?

—Ellos no están aquí.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir que todavía no están aquí —comparto una mirada con él que dura por apenas unos segundos. Rehuyo del sentimiento que invade, me obligo a colgarme la maleta por los hombros, mientras él se cuelga la suya. Nos aproximamos a la salida de la puerta, y poco a poco comenzamos a bajar grada por grada.

—¿En dónde los viste?

—Rodeé la ciudad la mayoría de la madrugada, no llegaron hasta hace apenas una hora. Empenzaron por el lado sur del pueblo, pero son bastantes y no tardarán en llegar a la zona norte, que es precisamente el lugar en donde nos encontramos —no digo absolutamente nada, simplemente bajo las escaleras al mismo ritmo que él.

—¿Cuál es el plan?

—Compre un mapa, a unos cuantos kilómetros hay un pueblo cerca, llegaremos ahí, comeremos y luego seguiremos —informa con total seriedad—. Son las diez de la mañana, llegaremos al pueblo a las tres o tres y media de la tarde.

—¿Qué son las que...? ¿Por qué no me despertaste? —practicamente gruño. Bien, ahora comprendo cómo es mi tono cuando trabajo—. Debiste haberme despertado antes, se sabía que iban a llegar en cualquier momento —una vez más, hay algo en su mirada que no logro comprender, pero no permito que me llene. No permito que se apodere de mi.

Al aire fresco remueve mis cabellos con suavidad en el momento que salimos. El auto está estacionado a unos cuantos metros de nosotros y nos encontramos adentrándonos en el. Yo en el asiento del copiloto y él en el del piloto, rapidamente introduce la llave del jeep y arranca.

—¿Tienes tu celular? —interiormente me doy un zape en la cabeza. Todo el drama de anoche hizo que me olvidarme del aparato, y lo más importante, de cómo va la carga. 

Expulso un suspiro de alivio al encontrarlo detrás de mi bolsillo. Muy a mi pesar, compruebo que faltarían alrededor de dos días o dos días y medio para que se termine de cargar.

Estupendo, dos días y medio más en este lugar.





 

...................................






 

—¿Has comido algo? —arqueo una ceja en su dirección. No puedo evitar admirar como su perfil derecho se ve con más claridad ante la luz del sol que llega desde la ventana. Hunter me dirige una breve mirada antes de asentir—. ¿Dormiste algo anoche? —no responde, ni siquiera me mira, así que no evito el impulso de rodar los ojos—. Para el coche y déjame conducir a mi.

—No es...

—No estoy preguntando, Brooks. Deja conducir a la niña mimada, de todos modos solo falta una hora para llegar —el tono amargo en mi voz es muy notable. Al principio pienso que voy a tener que protestar más; sin embargo, poco a poco el auto desacelera hasta quedar aparcado a un lado de la carretera.

Un suspiro cansino sale de mis labios. Desabrocho el cinturón, abro la puerta, y salgo escuchando el ruido de las hojas de los árboles siendo sacudidas por el viento. Me digo a mi misma que pronto todo esto acabará, que pronto, cuando menos me de cuenta me encontrare Washington, haciendo el trabajo que siempre hago, durmiendo en mi dulce cama y viviendo como he vivido desde hace dos años.

Tiempo después me encuentro subiendo al asiento del piloto, mientras que Hunter se sienta en el asiento del copiloto. Hecho esto, ninguno de los dos habla, me concentro en conducir con la vista fija al frente.

En una hora llegamos a Roterville —el pueblo al que teníamos que llegar— y en el que hace un calor de los mil demonios por la humedad.

Aparco en un pequeño estacionamiento de un paradero y giro para econtrarme con Hunter. Realmente tenía sueño. Muerdo mi labio inferior, parezco una maniática viéndolo dormir. Interiormente me pregunto si debo despertarlo o no, la hora que lleva dormido no es nada comparado a las horas que seguramente paso despierto toda la noche.

Niego la cabeza y al cabo de unos minutos decido salir yo sola, dejándolo a él en el auto. No demoraré demasiado, entraré a la tienda, compraré algo de comer, saldré, me adentraré más en el pueblo y finalmente despertaré a Hunter. Observo mi atuendo a traves de los vidrios de la ventana: jean negro, blusa de tirantes blanca y los converse. Sencillo pero cómodo para la situación en la que estamos; además, más limpia que la anterior. Ésta por lo menos no posee rastros de sangre, lodo y... todo tipo de suciedad.



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En el texto hay: peligro, accion, aventura

Editado: 24.08.2018

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