Reto Peligroso

13.0

 

 

 

Mi corazón late rápido mientras con una corrida extrema tomamos rumbo hacia el coche. La mirada que me da Hunter cuando se da cuenta de la equivocación que ha cometido me hace querer darle un puñetazo en la cara, debe de estar reprochándose en aquella terca y descarada cabeza lo idiota que fue al sentarse en el asiento del copiloto en vez del piloto. El problema aquí, es que no tenemos tiempo para ningún reproche.

Algo golpea con fuerza contra la ventana, agradezco infinitamente que éste sea un carro de la policía, en especial porque tiene blindaje antibalas. Mis manos se mueven con rapidez y en menos de lo que canta un gallo comienzo a conducir. Empleo una maniobra evasiva, evitando quedarme en un rumbo fijo de tal manera que, si Dios esta con nosotros, esquivaremos las balas que intentan dar en las llantas del auto. Muerdo mi labio inferior con fuerza, pero no desisto y me enfoco en desaparecer de su radar. 

Con el tiempo las balas son un ruido lejano, pero no puedo permitirme parar hasta salir de este maldito lugar, Hunter lo sabe, lo noto en la manera en la que cada dos segundos da una vista hacia el espejo retrovisor.

—Debemos cambiar de auto.

Oh, pero claro que si... Nada mejor que ir de compras con mi guardaespaldas, compraremos un auto de lo más bonito...

Imbécil...

—Es una buena manera de morir ¿Hacia donde me dirijo, señor? —espeto con sarcasmo, pero su expresión no cambia en ningún instante.

—No dije comprar, dije cambiar —ruedo los ojos sin decir nada—. Ves, justo ahí —señala a un señor que se baja de un auto rojo polarizado.

—Déjame entender correctamente, ¿Quieres que robemos un auto? —no dice nada, por lo que lo tomo como una afirmación. La ira vuelve subir como un rayo veloz a mi torrente sanguíneo, pero no hago nada para detenerla—. Bien, entonces las niña mimada siempre obtiene lo que desea —estaciono el auto en la vereda y salgo. Hunter lee mi mente, logrando seguirme; antes de que el señor se percate, tomamos el auto con rapidez. Me digo a mí misma que esta no es nada más que una situación de emergencia, que esta es la única y la última vez que lo hago, y que le voy a entregar a ese anciano que se bajó de este BMW un mejor auto apenas llegue a casa.

Esta vez, cuando nos adentramos en el auto, él se encuentra en el asiento del piloto y yo en el copiloto. No pierde ni un solo segundo antes de comenzar a manejar.

El auto huele a nuevo, tanto, que el remordimiento aumenta mucho más en mi. Generalmente en mi trabajo tengo todo a la mano, este tipo de inconvenientes en el que tomas algo de alguien no sucede muy seguido, de hecho, no recuerdo la última vez que tuve que hacerlo.

—¿A dónde nos dirigiremos?

—Deben estar buscándonos por todos los rincones de este lugar, no me sorprendería que aquel señor haga la denuncia acerca de un auto robado así que tenemos que agilizar el paso. Buscaremos un hospedaje, un hotel, lo que sea... Saben que estamos aquí así que la mayoría de ellos debe de estar a las afueras del pueblo.

—Recuerdas lo que paso en el ultimo hotel, ¿no es así? —arqueo una ceja en su dirección—. Volverán a aparecer, no podemos permanecer en un hotel todo el tiempo.

—No lo haremos, pero ahora lo más seguro es permanecer dentro y no afuera. ¿Cuánto falta para que cargue?

—Para que cargue... —saco mi celular del bolsillo trasero de mi jean y observo cómo va la carga—. Al menos día y medio, contando desde mañana —pasa una mano por su barbilla sin protestar, simplemente se mantiene en silencio mientras maneja—. Si vamos a estar en un lugar que no sea un hotel, ellos deben estar pendientes de cualquier lugar de hospedaje.

—¿Qué es lo que sugieres entonces?

Me dirige una mirada.

—Ya verás.





 

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El lugar se encuentra lleno de personas mayores, es por eso que un olor a pañal y a bebé impregna el aire como nunca antes. Sitios como estos aseguran no solo un buen hospedaje, sino también buena compañía. Me hace recordar a mi abuelo por parte de mamá, no hay duda de que era un hombre sabio que lamentablemente murió años atrás. Me gustaba pasar tiempo con él y tal vez, es por esa razón que me llevo muy bien con los ancianos.

Generalmente cuando se termina la Universidad la mayoría hace un viaje en avión, yo y Chris lo hicimos como mochilistas. Fueron unas largas y entretenidas semanas, nos quedábamos en hoteles, aveces acampabamos, otras pasábamos la noche en centros de ayuda comunitaria —para eso teníamos que ayudar con algunas labores, pero igualmente disfrutábamos de ellas—, y finalmente, en ancianatos.

Puede que muchos no lo sepan pero se puede quedar gratis cuando implica ayuda comunitaria. No es como usualmente se piensa, no tienes que darles de comer o ayudarlos a sentarse en la tapa del inodoro; les gusta ser escuchados, les gusta hablar y conocer cosas nuevas. Son personas que ya perdieron la capacidad de realizar lo que en su juventud hacían así que se alegran de escuchar sucesos y a la vez de contar los suyos al publico. 



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En el texto hay: peligro, accion, aventura

Editado: 24.08.2018

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