—¿Qué hacemos ahora? —cuestiono, al cabo de unos segundos. El auto rojo que tomamos está siendo supervisado por ellos.
En resumen, estamos jodidamente jodidos, así de complicada esta la situación.
—Buscaremos otro auto.
—¿Cuál? —frunzo el ceño en su dirección. Brooks señala un punto ubicado a mi lado izquierdo, mi corazón se salta un latido para luego seguir a una velocidad antinatural.
—¿Tu idea es cometer un acto suicida? —apunto, a sabiendas que es uno de los carros precisamente de aquellas personas que nos buscan.
—Vayamos a donde vayamos ellos van a estar, así que debemos actuar rápido o nos encontraran.
Muerdo el interior de mi mejilla mientras inspecciono el auto.
—El auto tiene un mejor blindaje, de tal manera que una bala no causará ningún daño. Las llantas igualmente son más fuertes que las normales, por lo que se necesitarían varios tiros para lograr pinchar una; suponiendo que logremos entrar a través de una táctica 3405 en la que los soldados se dividen por un lado y por el otro, entonces lograremos avanzar una buena parte hasta que seamos vistos —analizo la situación. Finalmente asiento y le dedico una mirada—. Me parece que está bien, además, el auto no está muy lejos. Sugiero que nos internemos entre ese callejón de ahí para salir directo hacia el auto, así nos evitaremos tener que esquivar balas. En fin, tú decides —arqueo una ceja en su dirección.
Por unos instantes percibo en su mirada algo parecido a la curiosidad, fascinación e intriga, y por alguna razón aquello me gusta. Joder, me encanta su mirada. Sacudo la cabeza despejando aquellos pensamiento para concentrarme en la situación, necesito mantenerme al tanto de todo porque en cualquier momento alguien podría pasar e incrustar una bala en nuestras cabezas con total ligereza.
Como una pluma bajo los poderes de la gravedad...
—¿Entonces?
—Tu sugerencia es buena —afirma—, tomaremos el atajo con rapidez y nos adentraremos al auto. Vamos —dice, haciendo un gesto con su cabeza para que lo siga.
Ambos comenzamos a caminar entre las personas lo más sigiloso posible y cuando menos lo esperamos, estamos en el callejón.
—¿Lista? —cuestiona, después de ver a ambos lados para asegurarse que nadie se encuentre lo suficientemente cerca.
—Sí, solo... cuando vayas a pasar hazlo por el frente del auto, no por detrás, te verán con mayor facilidad —me dedica una mirada de unos cuantos segundos, al cabo de un rato asiente.
—Bien, vamos.
Mi cuerpo se mueve comenzando a correr, no sé en qué tiempo llego al auto pero me parece que fue demasiado corto teniendo en cuenta que tomo asiento en el sitio del copiloto. Quisiera decir que todo va muy bien dentro de mi, pero mi corazón late a una velocidad totalmente inhumana y me parece escuchar mi pulso a cien kilómetros por hora.
La ansiedad queda a un lado en el momento en que Hunter entra al auto y, para mi grata sorpresa, ninguno de los guardias se ha dado cuenta. Brooks suelta una maldición no muy digna para su puesto del alto rango y frunzo el ceño volviendo a sentir la desesperación haciendo estragos dentro de mi cuerpo.
—¿Qué carajos sucede?
—No hay llave, eso es lo que sucede.
Maldigo en voz baja, y me adentro hacia la parte baja de auto.
—¿Qué es lo que...?
—Necesito una navaja punta fina —interrumpo, asomando una mano por arriba—, y rápido —escucho unos cuantos sonidos pero en menos de dos minutos tengo en mis manos la navaja.
Corto con ello el cuero que cubre la parte inferior del auto haciendo una abertura lo suficientemente grande como para ver los cables necesito. Junto con mi amiga la navaja aplico lo aprendido en los entrenamientos y, con la mayor rapidez posible debido a que no he tenido que hacer esto en ninguna de las actividades de mi trabajo, el auto ruge.
—Listo —suspiro al salir de la parte de abajo. Hunter no pregunta nada, simplemente comienza conducir y, apenas lo hace, el sonido de las balas no se hacen esperar.
Mierda, mascullo dentro de mi cabeza.
Hunter maneja con rapidez y gran habilidad, no me sorprendería que si estuviéramos en algún tipo de carreras él sea el ganador que cruce la meta, de hecho, podría imaginármelo utilizando uno de esos trajes de carreras que los corredores utilizan con los colores negro, rojo y blanco.
Maldigo a mí y a mi mente en el momento en que recuerdo la situación en la que estamos y cuan inadecuado es estar pensando en ese tipo de sucesos llenos del fantasía, muy extraños que no suelen suceder a menudo.