Reto Peligroso

15.0

 

 

—No puedes permanecer con la bala dentro de tu brazo, más aun en el lugar en que nos encontramos, podría causarte una infección —saco pinzas, vendas, desinfectante, y gel—. Va a doler —informo, sin tener idea de por qué lo hice, evidentemente va a doler.

Muerdo el interior de mi mejilla, concentrándome en el procedimiento aprendido. Es la primera vez que lo realizo después de casi un año; sin tener en cuenta que fue con un muñeco de prueba, nada real. Generalmente cuando sucede en mi trabajo llamamos a la ambulancia y eso es todo, supongo que todo se complica un poco cuando no tienes los recursos suficientes o te encuentras en plena selva.

No tardo demasiado. La herida no es profunda así que la dificultad de sacar la bala es mínima al igual que la sangre tampoco. No protesta en ningún momento, en realidad, ni siquiera observo su expresión, porque me gusta concentrarme en lo que hago para no realizar nada malo.

Termino de aplicar el alcohol alrededor de la herida, noto con claridad cómo su brazo se tensa pero no masculla nada. No hay alcohol para heridas, sólo alcohol, lo que quiere decir que debe estar ardiendo como la mierda. Tomo la venda, y con cuidado comienzo a enrollarla en aquella parte de su brazo. Finalmente, coloco el clic que la sostendrá y alzo mi cabeza.

Sus ojos no están fijos en el cubrimiento de la herida, están fijos en mi rostro. Tal vez la mayoría de las personas tengan ojos cafés, pero no todos poseen esa calidez suya que los caracteriza. Bastante oscuros, bastante profundos, bastante...

Mentalmente me doy un zape en la cabeza. Ese tipo de sentimientos no deberían de dominarme ahora, los recuerdos de lo que le dije todavía no se han ido de mi mente, y puedo asegurar que todavía no se han ido de la de él.

Retiro la mirada, tomo asiento y comienzo a guardar las cosas que quedaron en el suelo dentro del botiquín. Siento su mirada desde cuando estoy haciendo eso, hasta cuando rebusco en la maleta para encontrar lo que deseo: comida. Al cabo de unos segundos encuentro un paquete que afortunadamente no es nada desagradable y tampoco está vencido. No es lo más saludable, pero al menos es algo que pueda calmar las ansias que tengo de buscar frutas en el tronco de los arboles como si estuviéramos en los juegos del hambre.

Aunque técnicamente es como si lo estuviéramos.

Nos buscan para matarnos, ¿no es así?

Lanzo uno de los paquetes de fritos en su dirección el cual atrapa sin esfuerzo alguno. Abro el mío al mismo tiempo que tomo asiento recostándome en el tronco del árbol que se encuentra detrás. Generalmente soy una amante del silencio, me gusta, de alguna manera me relaja, pero hay momentos, pequeños momentos en los que lo único que quieres es escuchar la voz de alguien.

Este es uno de esos momentos.

De pronto, su voz suena tan de repente que apenas tengo tiempo de procesar o aplicarle razón al asunto, a alguna de las palabras que salen de su boca con aquel característico tono ronco de  voz. Mi vista se eleva en su dirección.

—¿Ah?

—¿Cómo sabes hacer eso? —a pesar de que lo he escuchado a la perfección, no puedo evitar confundirme ante la pregunta, o al menos hasta que me doy cuenta de que se refiere a la bala que hace no más de unos minutos retire de su brazo.

Me encojo de hombros desinteresadamente.

—No es tan difícil cuando lo has practicado.

—¿Practicado?¿Cuántas veces has sacado la bala del brazo de alguien?

—Para ser sincera, eres la primera persona real a la que le saco una bala, generalmente llamamos a una ambulancia —sé que lo he confundido más de lo que ya estaba y  que no he respondido a su pregunta, supongo de alguna manera me iba a tocar decirlo al aire algún día—. Mi trabajo es un tanto... cómo decirlo, peculiar.

—Estudiar, querrás decir —sacudo la cabeza en negativa.

—No voy a la universidad, trabajo.

—¿Tienes...?

—Veintiún años.

—Veintiún años... Bien ¿Cuál es tu trabajo como para saber cómo sacar una bala de un brazo a la perfección?

—Realicé un curso intensivo parte de mis dieciocho y diecinueve años.

—No has respondido mi pregunta.

Recorro con mi vista las facciones de su rostro. Lo único que nos ilumina es una pequeña linterna que cuelga de un árbol, por lo que las distintas sombras de las hojas de lo árboles y las ramas de los mismos juegan con su rostro de una manera espectacular. La camisa blanca con los primeros botones desabrochados, sucia y un tanto ensangrentada no le quita el encanto. Lo hace lucir un tanto abismal... Muy distinto a como seguro me veré yo, aunque realmente no me interesa demasiado mi aspecto en este momento.



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En el texto hay: peligro, accion, aventura

Editado: 24.08.2018

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