Murmuro una maldición en el momento en el que piso donde no debería. Me preparo para el golpe que causará una gran mancha en mi trasero y, justo cuando creo que voy a caer una mano me sostiene con la suficiente fuerza para evitarlo. Todo mi cuerpo se tensa, pero recupero el equilibrio en unos instantes.
Prepararme para ejercer el trabajo que tengo no fue fácil, es como si te tuvieras que entrenar para ir al ejercito. Puede que no haya sido correcto que cada oficial supiera sobre mi vida, para empezar, te resaltan en cara cómo crees que eres; tal vez por eso me puse demasiado testaruda al escuchar la manera en la que Hunter me juzgó. Con los oficiales me empeñé en dar todo de mí para hacerles saber que no era una niña mimada. Por sobre todas las cosas, que contaba y cuento con la capacidad para hacer todo lo que me pidieran.
Por supuesto, toda acción obtiene una reacción. Al ver que actuaba como si eso no fuera nada para mi, pusieron más peso sobre mis hombros que tuve que aprender a sobrellevar. Fue duro, pero me ayudo y le enseñé a los demás que yo podía, puedo hacerlo. Que la familia influye y siempre influirá, pero no más que nuestro propio pensamiento y fuerza de voluntad.
Dejando de lado esto, si hay algo que siempre he odiado es ensuciarme. Joder, me gusta la limpieza, que todo esté organizado y reluciente. Ponía empeño cuando entrenábamos sobre lodo pero era porque me sentía tan malditamente sucia que necesitaba salir de ahí.
Esbozo una mueca de asco al pasar mi mano en un lugar lleno de lodo, o lo que sea esa mierda biscosa que acabo de tocar.
—No pongas esa cara —gruño en dirección a Hunter. No se está riendo pero le resulta divertido ver mi disgusto a cada paso que damos—. Odio el lodo, lo odio y siempre lo odiaré. No importa cuántas veces tuve que revolcarme para pasar por debajo de un alambre con púa.
—Entonces no resistirías ni un día en la granja de mi tía.
—Te equivocas —murmuro, al tiempo que las comisuras de mis labios se elevan brevemente—. Si me hablas con la palabra resistir, resistiré el tiempo que quieras haciendo lo que quieras. Ahora, si cambias la oración a no te agradará estar en la granja de mi tía, puede que no me agrade dar de comer a los cerdos, pero si puedo hacer otras cosas que no tengan nada que ver con eso.
—No te resistes a los retos.
—Tal vez —me encojo de hombros—, si me retan a saltar desde un punto en el que sé que me voy a morir obviamente no lo haría.
Dejo escapar un jadeo ahogado al pisar de manera incorrecta en un charco. Una vez más, no doy de lleno en el suelo con ayuda suya.
—Ves —digo, después de murmurar un breve gracias—. Esto es lo que sucede cuando andas en lodo.
Caminamos en silencio una parte.
—¿Tienes idea de qué hora es? —cuestiona.
La sonrisa que se dibuja en mi expresión es una llena de ironía.
—Lo tendría si mi celular no estuviera muerto, en la pantalla solo se muestra lo que falta para que toda esta mierda se termine.
—¿Cuánto falta para que esta mierda se termine?
—Abre la maleta en el primer bolsillo que hay, si lo llevo en el bolsillo de mi pantalón caería como el agua de la lluvia en otoño, leve y sin prisa.
—Según las leyes de la gravedad de Newton.
—¿Qué es lo que estudiarías? —la curiosidad me embarga.
—¿Ah? —admiro la forma en que arquea ambas cejas con la luz del sol en sus ojos. Son oscuros, pero la luz del sol les otorga cierto brillo.
—¿Qué es lo que estudiarlas en la Universidad?
—Me gusta ayudar a las personas, tal vez trabajo social o algo que tenga ver con estrategias —se encoje de hombros—, no lo sé, no lo he pensado demasiado.
—Claro que lo has hecho, solo tratas de ocultarlo.
—Necesitas dejar de leerme.
—Tú necesitas tomarte algo que te tranquilice, te daría lodo pero me tocaría tocarlo, prefiero hacerte comer hierba —expulso un suspiro, llevamos más de una hora en el mismo camino—. Tú padre iba a estudiar administración de empresas.
—¿Cómo sabes eso?
—Él fue uno de los que intentó controlar a papá con mi decisión de hacer el curso antes de trabajar.
—No me quiero imaginar la cara del Sr. White.