Reto Peligroso

19.0

 

 

Murmuro una maldición. La tela blanca de la camiseta se adhiere a mi cuerpo, mi sujetador es negro así que tampoco ayuda. Camino en dirección a una de las maletas que tenemos y procedo a sacar otra camiseta de igual manera blanca, sin importarme el hecho de que sobrepase mi talla.

Los pasos de Hunter se hacen audibles en cuestión de segundos.

Tardó un poco en venir detrás de mí, mientras que ya había salido del agua él parecía hundido en sus pensamientos ahí dentro.

No hay electricidad en la cabaña, pero encontrarnos velas que colocamos en varias partes de la sala de estar. Esto hace más evidente el polvo que corroe el lugar, junto con el hecho de que a la persona que le pertenezca o le falta aseo o no piensa volver a aquí jamás, lo que resulta extraño puesto que había comida enlatada en los cajones de la cocina.

Mi vista se traslada a Hunter. Aunque no debería, observo la manera en la que los músculos de su espalada se expanden y se contraen mientras se saca la camisa mojada. La luz de las velas le da una aspecto de película. Una vez más me repito que no debo estar viendo esto. No porque no sea malo sino porque es incómodo. Ojalá me hubiera tocado un guardia feo, al menos así habría sido más fácil odiarlo y no fijarme tanto en él.

Retiro la vista en el momento que me doy cuenta de que si en algún momento llega a girar, será demasiado obvio la manera en la que lo veo. En lugar de eso, sacudo mi cabeza alejando los pensamientos que no debería tener, me encamino hacia otro lugar de la cabaña. Su voz se escucha justo cuando estoy a medio paso. Ronca, profunda, bastante profunda.

—¿A dónde vas?

—Necesito cambiarme —respondo, adentrándome a la cocina.

Lo primero que hago es quitarme la camiseta mojada que llevo puesta. La exprimo, dándole vueltas porque si la pongo a secar afuera podría servirme de aquí a mañana. Saco la navaja que tengo en el bolsillo trasero de mi pantalón con la vista fija en la camiseta seca. Es demasiado grande, me quedaría como un vestido y si vamos a caminar el día de mañana lo principal es sentirme cómoda en caso de que la camiseta mojada no llegue a secarse o se embarre, lo que sea que suceda primero. Corto las mangas y, aunque quede un tanto desilachado, un largo tramo de la parte de abajo de la camiseta. Todavía me queda ancha, pero al menos no luce como un enorme camisón.

Me tomo la molestia de pensar por unos segundos en ponerme la camiseta ya o hacerlo después. No me gusta ponerme ropa seca encima del sujetador mojado, resulta incómodo. Bufo, dejando la camiseta de lado, me la pondré a penas haga algo con el jean que se pega a mi cuerpo. Me lo quito, cortando con la navaja gran parte de éste hasta que queda como un short. Después de eso me lo vuelvo a poner, sintiéndome más cómoda. Procedo a ponerme la camisa seca.

Observo en la esquina de la cocina una ventana abierta. Decido extender la camisa mojada en ese lugar rogando porque no termine con barro o que un animal extraño haga un nido en ella. Por el amor de Dios, jamás, jamás de los jamases, aceptaría estar en uno de esos programas de cuánto duran en la selva porque lo más probable es que el asco me saque de allí.

Boto los restos de jean en la basura antes de volver a la sala de estar. Hunter todavía se encuentra ahí, sin camisa para mi desafortunada situación. Me concentro en el hilo de sangre que sale de su brazo derecho entre la mojada venda que lo rodea.

—Toma asiento en el sofá —sugiero—, queda más sencillo desinfectar la herida. 

Abro el botiquín de primeros auxilios, sacando de éste otro par de vendas, tijeras, alcohol y una pinza para mantener fija la venda. La herida no está infectada, pero si se ha vuelto a abrir lo más probable es que necesite puntos. Puedo ser buena en muchas cosas menos en costura, ni en tela, ni en piel. Ya lo intenté en la primera, no quiero imaginarme qué tan bien se me dara la segunda.

—¿Ya has hecho esto muchas veces?

Niego con la cabeza.

—No, la mayoría de las veces la ambulancia llega primero —una pequeña sonrisa se extiende por su rostro—. En el curso de entrenamiento era con un muñeco, eres mi primer paciente.

—Tu primer muñeco real.

Mierda. 

Mierda, mierda, mierda, mierda. No puedo creer que haya dicho eso.

—Muy gracioso, espero quedar en total libertad y libre de demandas en caso de que te tengan que amputar el brazo.

—Los servicios de enfermería no son muy confiables si ellos mismos lo dicen. 

Suelto una pequeña risa antes de mirarlo por una milésima de segundo.



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En el texto hay: peligro, accion, aventura

Editado: 24.08.2018

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