Reto Peligroso

20.0

 

 

Frunzo el ceño sintiendo sintiendo una molesta luz en mi rostro a pesar de tener los ojos cerrados. El calor en mi espalda es intenso, me remuevo en la superficie incómoda antes de abrir los ojos. Por unos instantes me siento más allá de confundida, descoordinada. Luego recuerdo con claridad todo mientras observo el techo asqueroso de la cabaña. 

Es una suerte que no me haya caído ni un solo bicho en todo el momento que llevo dormida.

Me incorporo con lentitud para evitar marearme. Giro de lado a lado en busca no de algo, sino de alguien. De noche, después de lo sucedido, decir que los dos dormimos temprano fue complicado; no tenemos nada para mirar la hora pero estoy muy segura de ello. Por alguna razón ambos comenzamos a hablar, era una de esas tantas conversaciones civilizadas que al principio no pudimos tener pero que en ese instante, salieron como si nada.

Política, música, religión, libros, pensamientos...

Trato de recordar la última vez que se sintió tan bien hablar con alguien. Puedo contar con Chris para lo que sea, siempre que comenzamos alguna conversación cambiamos continuamente de tema y terminamos riéndonos de alguna pendejada; aun con los tantos comentarios e ideas ilógicas que surgen nos escuchamos.

Es agradable cuando alguien te escucha, más allá de escuchar, entender; si no es así, por lo menos intentarlo. Muchos pueden escuchar y no entender, pero al menos hacen un esfuerzo para comprender lo que compone al mundo de esa persona. Hunter es uno de esos. Por lo poco que he visto de él, es una de esas pocas personas que piensan con el corazón y deciden con la mente.

Eso es lo que todos necesitamos. Llegar a un punto en el que no tomemos ni pensemos con uno solo, sino con ambos para llegar a un equilibrio.

Me pregunto entonces desde cuándo le he cogido tanto aprecio. Tres días, contando con éste por supuesto, hemos estado aquí. Tres días y he hecho lo que nunca pensaba hacer. Lo de las balas no es problema, lo de correr tampoco, se podría decir que todo aquello que involucra lo que nunca pensaba hacer sería tener sentimientos por un agente de mi padre y, para completar todo, besarme con él.

No lo encuentro por ningún lado. Decido finalmente caminar hasta la ventana. Ésta tiene una malla que impide que entren moscos y posee más polvo y suciedad de la que alguna vez llegué a ver; sin embargo, soy capaz de observar con claridad la silueta de Hunter detrás de ella. Parece que recién está viniendo, lo que quiere decir que lo más probable es que estuviera rondando por la zona.

Me alejo de la ventana de a poco dirigiéndome a la cocina. La camiseta blanca extendida todavía sigue ahí, la bajo para inspeccionarla por lado y lado. No bichos, no moscos, está seca, nada de humedad... Parece que todo está saliendo mejor de lo que pensaba.

Cambio la camiseta deshilachada que llevo ahora por esa. Me siento mucho más cómoda y ligera. Eso es bueno, porque durante las horas que nos quedan tendremos que seguir alejándonos lo suficiente.

Camino con la camiseta empuñada en una mano hasta la sala de estar. Para ese entonces Hunter ya se encuentra ahí con mi celular en mano.

—¿Cuánto tiempo falta? —cuestiono. Sus ojos se desvían del aparato hacia mí.

—Buenos días —sonríe levemente, instalando un nudo en mi estómago que me hace volver a mis tiempos de adolescencia. Sonrío de vuelta, sintiéndome atontada, este no es un comportamiento muy propenso en mi.

Tomo el celular de sus manos y ¡Mierda! Me gusta el roce de su piel contra la mía.

La raya roja que indica el tiempo se ha acortado demasiado. Bastante, para ser sincera.

—Antes del anochecer podría llegar la señal a ellos para que nos puedan recoger  —murmuro.

—¿Cómo hiciste eso? —pregunta. Recargo mi espalda en la empolvada mesa que se encuentra detrás mío al tiempo que me cruzo de brazos, en ella también se encuentran nuestros maletines.

—¿Cómo hice qué?

—Que a pesar de que tu celular no tenga batería nos deje ver el progreso de carga que toma para mandar la señal.

—Funciona como un tipo de conexión entre el computador al que lo conecté. Ingrese el código en un programa en el computador, de tal manera que si algo le sucede al computador, quede en el programa —explico—. Estará funcionando todo el tiempo y  trabaja con el móvil sin importar que quede en estado inerte. Es como un tipo de virus solo que no hace que muera, se adentra tan dentro del celular que no sale y solo muestra la carga del sistema operativo.

—Y supongo que no me dirás el programa con el que hiciste eso.

—Podría decirte pero de todos modos te saldría acceso denegado —me encojo de hombros. Mi vista se dirige a la puerta abierta que da vista al lago y a una parte de los árboles que se alzan junto con las hojas de estos—. Tenemos que comenzar a caminar —susurro en tono bajo. Mis ojos se encuentran con los de él y mi corazón emprende un rumbo mucho más rápido en cuando se coloca frente mio y, con mucha lentitud —maldita lentitud— se acerca a mí.

En ese instante todo mi cuerpo pide a grito sus cercanía e inevitablemente se calla cuando coloca un mechón de cabello detrás mío. 



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En el texto hay: peligro, accion, aventura

Editado: 24.08.2018

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