Reto Peligroso

22.0

 

 

 

Mi corazón late a una velocidad acelerada cuando escucho con claridad el sonido de un disparo. No viene de Hunter, lo sé porque se ha escuchado tan cerca que es un indicador de que alguien cayó bajo una de las trampas que seguramente quedan por mi lugar.

Me escondo más dentro de las hojas del enorme árbol, con el arma de alto alcance lista para disparar. La clave no es descargar apenas los vea; es esperar a que se encuentren a una distancia en la que se les dificulte saber desde dónde se disparó la bala. Si lo hago de otra manera, ellos serán quienes, formados en grandes grupos, terminen encontrándome.

El ruido que se escucha no es el de un arma, pero sí el de uno de los troncos con púas que amarramos a un perímetro corto de donde me encuentro. Espero que todo esto pase tan rápido como para llegar a casa y recordar esto como un sueño amargo.

—Esos malditos hijos de perra —el gruñido es fuerte a pesar de que no visualizo a la persona que lo emergió—. Voy matar a la puta y a ese estúpido de mierda, más que revolcarme en el dinero me revolcaré en sus malditos cuerpos de mierda —distingo claramente que se trata de una voz femenina.

Otro disparo se hace presente. No es de una trampa, pues viene acompañado de un ruido de las hojas de los árboles y las aves. Es el sonido del arma de Hunter.

Me tenso escuchando las hojas moverse ante pisadas. Vuelvo a adentrarme más de lo que ya estoy dentro de los grandes arbustos y por el rabillo del ojo, un poco más lejos de mi lugar, la silueta de la mujer con tres hombres al estilo militar se hace presente. Dos de ellos, la mujer y un hombre tienen pintas de sangre. Más disparos se hacen presentes desde la lejanía, me encuentro rezando porque sea Hunter el que esté disparando y no otros a él.

Poco a poco se van acercando, lucen cansados de las vulgaridades que salen de la boca de la mujer que se llama Alana. No los culpo, Chris irrita con pendejadas que —de una manera— logran hacer reír a los demás; ésta mujer irrita con palabrotas que salen de ella.

Observo cómo se acercan a la siguiente trampa. Están a dos árboles de mí cuando se activa. La bala de la pistola que se encuentra acomodada para disparar hacia abajo cae como si de una simple pelota se tratara, aquel hombre debajo de ella se precipita al suelo. Sangre sale de su cabeza esparciéndose por la tierra húmeda de este "bosque".

Una gran parte de mí se siente mal, debería tratar de salirme de ésta sin lastimar a alguien. Hacer lo correcto y sobrevivir sin dañar, pero es muy tarde para arrepentirse. Son gente con mierda en la cabeza. Creen que el dinero es todo y su ambición los lleva a dañar a personas. Son ese tipo de gente que me dispararía en la cabeza antes que sentarse a razonar conmigo.

La primera vez que escape de ellos mate a unos cuantos de su gente. ¿Les importo? por supuesto que no, están aquí ahora y siguen buscándonos a pesar de que algunos han caído por las trampas.

Elevo el arma, apunto en direcciona ellos y espero con el dedo en el gatillo preparada para disparar. Ahora se encuentran en mi perímetro. Saben que estamos aquí, no dudarán en investigar cielo y tierra hasta encontrarnos.

Pasan por el árbol en silencio, con sus armas en mano y sus ojos en los alrededores a excepción del lugar que verdaderamente tiene que mirar: la parte de arriba, entre las copas de los árboles. Elimino una silenciosa bocanada de aire con un punto fijo. Minutos después, se encuentran del otro lado del árbol. A una distancia que les será difícil divisar me. Lo hago, disparo a uno, luego a otro, quedan dos: La mujer y un hombre.

— ¡Esto es una mierda! ¡Sal de donde te escondes zorra de mierda! —grita la mujer sin miedo alguno—. ¡Cuando te mate voy a venderte, seas tú o ese imbécil de guardia! ¡Perra!

—Ya veremos por cuánto tiempo... —murmuro en tono bajo.

Decido dejarla disfrutar sus últimos minutos de vida corriendo por su compañero, quien, indiferente a ella, continua observando por todos los alrededores el lugar de donde provienen las balas en silencio.

Algo me dice que si hubiera estado en la agencia, habría sido más que un gran agente. No habla, escucha, espera... esa es la clave.

Disparo, provocando que en menos de un segundo, aquel hombre que en otras circunstancias pudo haber sido mi compañero, ya no lo sea. Aunque en realidad no le disparé en la cabeza, le disparé en una parte que lo deja inconsciente pero no muerto. Tal vez, sólo tal vez, sin saber cuánto falta para que nos recojan, pueda vivir. No tendrá la mejor vida tras las rejas pero vivirá.

La mujer de cabellos rubios alborotados luce más allá de lo enojada con toda clase de vulgaridades saliendo de su boca. Expulso una bocanada de aire, preparándome para lo que voy a hacer, pero no le quito exactamente la vida. Hago lo mismo que hice con su compañero. No por amabilidad, sino porque algo muy retorcido hace que quiera que ella pague por esto. Por las personas que murieron por mí. Por los que no pude salvar.



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En el texto hay: peligro, accion, aventura

Editado: 24.08.2018

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