Reto uno: Enamorar al nerd

8. Mateo Brown

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8. Mateo Brown

Joshua

   —Hueles a alcohol. —Luego de entrar al salón me percaté del molesto olor, tapé mi nariz mirando a Clary —.No me digas que estuviste bebiendo ayer —susurré molesto, nunca había entendido porqué alguien querría tomar veneno por voluntad propia. —¿Sabes qué? Mejor no me respondas, no quiero saberlo.

   Me miró apenada e intentó sonreír para fingir que no le importaba, eso hubiera funcionado con cualquier otra persona que no fuera yo; Yo conocía a la perfección su sonrisa, cuando sonreía genuinamente sus ojos se llenaban de brillo y en sus mejillas se marcaban dos hoyuelos.

   Me volví a poner el saco de la escuela, el cual me había quitado luego de haber corrido desde la escuela de mi hermana hasta mi preparatoria. Nunca más me ofreceré a llevar a Lila a su escuela.

   Negué restándole importancia. —Siéntate y saca tus cosas, debo ir a la biblioteca por un libro que te ayudará a comprender mejor las fórmulas.

   Salí del salón en dirección a las escaleras principales. Sin querer me topé con Polo, quién iba saliendo del baño. 

   Lucía unas horribles ojeras, y ni hablar de su desordenado cabello.

   Supongo que ella y ese grupo de huecos debieron haber bebido toda la noche mientras se jactaban de lo geniales que son y del dinero que derrochan.

   Subí las escaleras con un sentimiento distinto, agité la cabeza tratando de no pensar en nada relacionado a ella, lo había logrado durante cuatro años y no veía justo que ella regresara a mi vida y pusiera todo de cabeza.

   Pero sé que la vida no es justa.

   Tal vez estaba equivocado, todo sería mejor si no la hubiera golpeado con ese balón.

   Creo que me ilusioné por nada, la noche anterior llegué a imaginar que esta era una oportunidad para recuperar a mi ex mejor amiga, para volver a sonreír a su lado y para ser cómplices. No sé por qué lo pensé, ¿Solo porque fue amable conmigo? ¿Por ese chocolate? ¿O por el abrazo en la enfermería?

   No entiendo como pensé eso, como si ella fuera a cambiar a sus amigos por mí… Ni siquiera yo me escogería en ese caso.

   —¡Miller! —Me llamó una voz masculina, la cual me obligó a salir de mis pensamientos —.¡Miller ven acá!

   —¿Qué quieres? —respondí al ver de quién se trataba.

   —Guarda esto por mí, ¿quieres? —susurró temeroso de que alguien lo viera —.En la salida me lo entregas.

   —¿Qué mierda es esto? —cuestioné observando la cajita azul que me entregó.

   —Si lo abres amaneces muerto —amenazó antes de irse.

   Con sumo cuidado regresé al salón en el que estaba Clary, no me atreví a ir a la biblioteca por el libro que buscaba, y mucho menos me vi capaz de quitarle mi vista a la misteriosa cajita.

   Al entrar al salón vi a Clary tomándose fotos, la hubiera regañado de no ser por lo nervioso que me sentía.

   Supuse que ella notó mis nervios, ya que dejó su celular y me miró detenidamente.

   —¿Y el libro?

   —Estaba ocupado —respondí agudizando la voz.

   —¿Qué tienes ahí?

   —¿Ahí donde? —apreté la caja.

   —Ahí, cerca del culo.

   —Le ando cuidando algo a un amigo —mentí, él no era mi amigo.

   —¿Puedo ver?

    —Preferiría que no.

    Sin decir nada se lanzó sobre mí, dejándome pegado a la pared.

    Levanté la caja poniéndome de puntillas para evitar que la agarrara.

    Comenzó a hacerme cosquillas en un intento de que soltara el pequeño objeto que atraía toda su curiosidad.

    Traté de acercarme a la puerta, pero tropecé. Tropecé y la caja cayó abriéndose por completo.

   Abrí los ojos al ver que era lo que había en su interior.

   —¿Quién te dio eso? —cuestionó Clary en un susurro.

   —Mateo.

   —¡¿Brown?! —gritó, a lo que inmediatamente puse mis manos sobre su boca para obligarla a guardar silencio.

   —No me dijo lo que había adentro.

   —Sólo a ti se te ocurre guardarle cosas a un drogadicto. —Se llevó las manos a su cabeza para sobar sus cienes —.Corrección, sólo a ti se te ocurre guardar algo que te dio Mateo Brown.

    —¿Qué tiene de malo? ¿y qué tienes contra él?

    —Joshua, cualquier ser humano pensante estaría contra ese.

    Me agaché para intentar guardar los cigarros que estaban en el suelo y regresarlos a la caja azul, pero un zape de Clary me impidió hacerlo.

    —Ni se te ocurra tocarlos.

    —¿Por qué?

    —Te puede quedar el olor, o la tentación te puede obligar a quedarte uno. Así es como Teo suele conseguir nuevos clientes; les da una caja con droga para que la guarden, esperando a que su víctima desobedezca sus instrucciones y abra la caja —suspiró al mismo tiempo que organizaba los cigarrillos —.No creo que haga falta describir lo que sigue.

   —Por dios Clarissa, nadie es tan tonto como para caer en esos juegos.

   Me miró con una pizca de tristeza y miró al suelo.

   —¿Acaso tú? —dejé la pregunta al aire deseando no escuchar la respuesta que imaginaba.

   Negó aún mirando al suelo.

   —No, solo conocí a alguien; un viejo amigo.

   —¿Y qué pasó con él?

   Volvió a negar.

   —Se alejó poco a poco, ahora no es el mismo.

   —¿Y aún son amigos? —pregunté.

   —Eso no importa, sólo prométeme que no te acercarás nuevamente a Brown —dijo guardando la caja azul en su mochila.




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