Retour à toi

4. Destino

La hermosa y sencilla hija del dueño del café cerca del puerto, era una muchacha de una belleza deslumbrante, pero con un carácter fuerte y con una mirada que algunos consideraban un tanto 'lúgubre'. Poseedora de unos rasgos exóticos, heredados de su madre, fallecida hace algunos años, combinados con la genética de su padre, hijo de refugiados que habían llegado a ese país en busca de un nuevo comienzo, hacían que destacara como piedra preciosa en una mina de granito. De cuerpo esbelto pero curvilíneo, se manejaba con una elegancia y estoicismo que denotaban su ascendencia autóctona de una aldea ubicada en las altas montañas del occidente del país, rasgos ancestrales que compartía con su progenitora. Sin embargo, pese a su hipnotizante fisionomía, no había ciudadano en el pueblo que se atreviera a mantener un duelo de miradas con la chica; y, quienes se habían atrevido a hacerlo, juraban que en ese momento habían perdido una parte esencial de su alma, que había sido tragada por ese vacío plateado que lograban conjurar sus ojos al momento de ver algo o a alguien de manera desinteresada. Aun así, su mirada severa atraía la atención de quien tuviera el valor de verla fijamente.

—Con permiso. —Exclamó el doctor al sentarse a la mesa, luego de haber acomodado sus maletas en el cuarto que se le había asignado. La habitación era sencilla pero dotada de todas las comodidades necesarias. Casi lloró de felicidad al terminar su minucioso análisis de limpieza y confirmar que sus estándares se cumplían a cabalidad. Luego de agradecer de rodillas a su buena suerte, se dispuso a salir al comedor, donde ya estaba servida la cena; siendo el único asiento disponible el que estaba frente a la hermosa jovencita. Se preparaba para comer su sopa de vegetales cuando sintió en la frente como si algo lo quemara, o más bien, como si alguien lo estuviera atravesando con la mirada. Al levantar la vista pudo contemplar aquellos orbes grises que lo miraban fijamente con total y frío aburrimiento. Cualquier otro en su lugar, hubiera roto el contacto al instante, pero él, ajeno al sentimiento que otros denominaban como 'miedo', quiso seguir examinando esos ojos que lo habían cautivado, tratando de definir por qué eran tan diferentes del resto. No supo cuánto tiempo duró este intenso intercambio, un reto de parte de ella, y una examinación minuciosa de parte de él; Hugo, el único testigo silencioso de este altercado, incluso llegó a pensar que en cualquier momento el joven sacaría su estetoscopio y procedería a examinar con ojo clínico a la joven mujer que parecía querer partirlo en dos con la vista.

Aunque, esto no podía durar todo el día, y fue Magnolia quien tuvo que dejar atrás su increíble récord de invicta en el duelo de miradas, para romper el contacto visual y preguntar en voz alta: —¿Qué?

Asombrado, el doctor respondió con un —¿Perdón? —Sin saber realmente qué había sucedido.

—Me estuvo viendo fijamente por un buen rato, ¿Acaso tengo algo en la cara? —Preguntó ella con fastidio.

—Magnolia, por favor... —Trató de intervenir su padre.

—No, tiene razón. —Interrumpió el muchacho, —Mis más sinceras disculpas, es que como me veía usted con un aura bastante tétrica y sin enfocarme realmente, llegué a pensar que quizás la embarcación había naufragado y yo había muerto ahí, y lo que usted veía no era más que mi triste alma, intentando comer una sopa. Pero, ahora, luego de este interesante intercambio, he logrado disipar esos temores y he confirmado mi vitalidad. Le agradezco, señorita. —Finalizó antes de reanudar con su comida.

—Idiota egocéntrico. —Murmuró ella por lo bajo. Frase que logró sacar al joven doctor una leve y genuina sonrisa de medio lado.

—Emm, doctor. Cuéntenos, ¿Durante cuántos días estará por acá? —El pobre dueño de la casa intentó reducir, con su voz nerviosa, la tensión palpable en el ambiente al cambiar el tema de conversación.

—Me marcho el sábado. —Respondió él.

—Al fin una buena noticia. —Murmuró nuevamente Magnolia, antes de beber un trago de su agua.

—Nuevamente me disculpo si mi presencia le ha importunado. No quiero causar problemas, por lo que prometo temprano partir a buscar un nuevo alojamiento. —El doctor comenzaba a hacerse a la idea de que compartir baño con 'sucios viajeros' sería mejor que sentir el desprecio contenido en los comentarios mordaces de la chica, lo cual le generaba una profunda tristeza, pues no se creía capaz de encontrar un lugar mejor que este para pernoctar durante los días restantes, antes de su encuentro con Friedrich.

—Claro que no. Doctor. Usted puede quedarse el tiempo que necesite. —Comentó Hugo nuevamente, no sin antes lanzarle una mirada de advertencia a su hija. —Es más, si se queda más tiempo, Magnolia incluso podría enseñarle la lengua de su difunta madre. La pobre mujer me rogó para que aprendiera junto a ella, pero ya sabe que un perro viejo no aprende trucos nuevos. —Lucien observó como la tristeza embargaba las palabras de ese hombre que, hasta el momento, había mostrado una personalidad bastante alegre. —Pero mi hija, ella si aprendió muy bien todo lo que le enseñó su madre, y, como sé que a usted le gustan los idiomas, creo que ella podrá enseñarle bien, ¿Verdad, Mag?

Al ver sus ojos abiertos de par en par, con una mueca que dejaba ver su desagrado ante la propuesta de su padre y antes de que ella pudiera responder con otro de sus atinados comentarios, el joven Addario se adelantó, —Lastimosamente debo declinar tan invaluable oferta, ya que estoy seguro de que la señorita sería una espléndida tutora. —El sarcasmo que utilizó en esa última oración fue tan palpable que, la aludida bufó molesta desde su asiento. Sin embargo, antes de que ella pudiera replicar, él continuó hablando —Pero, como ya le comenté, espero a mi amigo, quien vendrá para llevarme a dar un extenso recorrido por el país y quizás a algunos otros países vecinos, en donde desea aventurarse; luego de eso, partiré de regreso a mi país, esperando que la guerra se haya mantenido alejada de mi ciudad.




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