Retour à toi

15. Yo te esperaré toda mi vida

Al regreso de los Addario de la que fue considerada como su segunda luna de miel, el pueblo vio cómo aquella peculiar pareja se consolidaba como un matrimonio ejemplar. Además de novedades en diferentes ámbitos; una gran caja con libros de autores que hacían su debut en la literatura con sus obras maestras, que serían donados a la Biblioteca municipal; muebles ingleses que darían un toque más sofisticado a su hogar, entre otras muchas cosas, traían también consigo algo nuevo y extremadamente valioso, al parecer, bajo el cielo de París, se había gestado una nueva vida.

Magnolia Addario se veía radiante, bajó del ferry portando un vestido celeste de Charmeuse y luciendo orgullosa su avanzado embarazo. Al verla, el joven poeta no pudo evitar recordar aquel lejano domingo que la había visto por vez primera caminando rápidamente entre la muchedumbre, vestía también de celeste, pero en ese entonces tenían en común el rechazo de la sociedad. Ahora, sin embargo, poco quedaba de aquella muchacha víctima del acoso de los pueblerinos, pue se había convertido en una dama reconocida, admirada por muchos y envidiada por algunos otros. Caminaba con la frente en alto, con una gracia y elegancia natural, recibiendo las felicitaciones y regalos de la gente que acudía a saludarlos. A su lado, el estoico doctor le murmuraba por lo bajo «¿Ves? Todos se inclinan ante la Princesa de Oriente», mencionando aquella promesa hecha en su banquete de bodas, siete largos años atrás. «Tu demente esposo siempre cumple lo que promete» Le dijo, mientras le besaba galantemente la mano y provocaba en ella una pequeña y cómplice sonrisa.

El matrimonio trabajó por muchos años en diferentes obras sociales, apadrinando, por medio del hospital, a diferentes niños huérfanos o de escasos recursos que buscaban superarse y estudiar. Magnolia, era la encargada de gestionar esta especie de fundación, en donde les compraban ropa, útiles escolares y otros artículos que fuesen necesarios. Una loable labor que les mereció aún más el respeto y cariño de los pueblerinos, quienes no podían creer que fueran tan afortunados de contar con tales "ángeles en la tierra" como solían llamar a la pareja. Una ironía pues, en años previos, Magnolia era considerada como un ser malvado y despreciable que no buscaba más que su bien personal. Algo que ella ya había olvidado, pero que aún le dolía pues era fácil ver cómo el dinero y una posición social superior había podido cambiar la concepción que se tenía sobre ella, infundada claro está, en rumores hechos por un déspota quien, ahora, gracias a nuevos actos aberrantes, había perdido toda credibilidad dentro de la población, aunque eso no borraba el mal que había cometido con ella, con sus falsas acusaciones. Pero, ante estos predicamentos, Lucien siempre la consolaba, diciéndole que, las personas a veces están tan cegadas por sus propias idiosincrasias que no les permiten ver más allá, observar realmente a alguien y darle una oportunidad para demostrar que es realmente valioso. —Yo, querida mía, te vi desde el primer momento. Y supe que eras un diamante brillante. —Le dijo él, una tarde en la que se encontraban recostados en su habitación, descansando. —Aunque tú me odiaste desde ese primer instante. —Reprochó, apartando uno de los mechones oscuros que caían sobre el rostro de la mujer.

—Yo no te odié. —Le dijo ella a la defensiva. —Nunca podría odiarte. Sólo estaba perdida en mi propia idiosincrasia. —Agregó con una sonrisa.

Touché. —Respondió, contemplándola.

—Pero, aún me cuestiono, ¿qué habría pasado si no te hubiera conocido? Seguiría siendo una paria social, seguramente.

—No. Tú habrías encontrado tu lugar y te habrías hecho respetar. Todo lo que has logrado, no ha sido por mí, sino por ti misma. Yo simplemente te acompaño en tu recorrido y te apoyo, porque soy tu compañero de aventuras. —Le afirmó con seriedad.

Magnolia se acercó para depositar un dulce beso sobre sus labios, sellando con palabras no dichas, los sentimientos que florecían en su interior. —Bueno, compañero de aventuras, ¿me acompañas a darme una ducha? Tu bebé me ha tenido sudando toda la tarde y quiero refrescarme.

—Claro. Yo te acompaño a dónde sea. —Sentenció, ayudándola a ponerse de pie, en su bastante avanzado embarazo, a días ya, de dar la bienvenida a su primogénito.

La fundación Magnolia Addario para niños desprotegidos hizo su debut en 1925, ayudando a muchos pequeños que luego se convirtieron en adultos responsables y trabajadores en pro de su comunidad, quienes agradecieron eternamente a la familia por su buen corazón y benevolencia. Especialmente a Magnolia, a quien veían como una madre amorosa que los hacía ver el mundo con bondad y discreción, implantando en ellos, como en sus propios hijos, el pensamiento de que nunca se debe juzgar a una persona sin conocerla realmente. Muchos de ellos, también soñaban con convertirse en un profesional tan renombrado como el inteligente doctor, que siempre que los visitaba, o convivía con ellos, les hacía ver que, no importa de dónde se viene, lo importante será hacia dónde se va. Siempre dejando una huella sólida a su paso.

Otro personaje importante en el trabajo social, fue el ex comandante, y más conocido en el pueblo costero por ser el ex fotógrafo más célebre y más rubio con el que pudieron contar, Friedrich Wetzler, quien gracias a la era de modernización que estaba experimentando el país, debido al flujo de viajeros que llegaban atraídos por las novedades con las que contaban, había reducido considerablemente su labor. Las cámaras fotográficas ya no eran tan desconocidas como lo fueron en los primeros años de su estadía en estos lares, y era momento de buscar una nueva ocupación. No fue necesario indagar demasiado, pues su amigo Lucien se encargó de encontrarle el trabajo adecuado que lo mantendría ocupado moviendo sus influencias, buscando niños en necesidad para ser apadrinados por la fundación, conociendo a nuevas personas, generando alianzas y que le permitiría trasladarse a varios lugares remotos, dejándolo ser el espíritu libre y aventurero que siempre había sido.




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