Febrero 20 de 1986.
Con los pies descalzos Anna María corrió hacia el teléfono y contesto la llamada, al paso de medio minuto recibió la noticia que su padre volvería nuevamente ha casa después de un largo viaje a la capital a más de 50 kilómetros de distancia, Siendo aquel día el cumpleaños de la joven, cumpliendo en ese entonces 16 años de edad.
Nuevamente corrió hacia la cocina y abrazo a su madre de felicidad, la Sra. Maribel se sorprendió al repentino abrazo de su hija menor.
—Papá vendrá.
Fueron sus únicas palabras... la emoción no la dejaba mencionar ni media palabra más, simplemente ambas sonrieron y retomaron el abrazo.
...
Casi 10 minutos después, Eduard, el segundo hijo del matrimonio, llego a la casa después de una larga mañana de clases y talleres de la universidad. El joven de metro ochenta de estatura, piel blanca y de ojos color verde, como las montañas, iguales a los de su madre... estudiaba administración de empresas, ya que decidió seguir los pasos de su padre. Por gusto, por obedecerlo y mantenerlo tranquilo o por el simple hecho de que una carga a futuro caería sobre sus hombros. Sus hermanos acertaban por las dos últimas opciones, de la última no se escapaba, el caso era que alguno de los 4 debía heredar mayor parte de la empresa y nadie mejor que el, el orgullo de papá. Como le decían.
Al entrar a la casa, saludo a su madre y luego a su hermana. Ellas se quedaron viéndolo con la mirada cargada de emoción, sin decir nada lo invitaron a la sala para darle la buena noticia. Mientras la madre le daba de beber un vaso de jugo a Eduard, Anna María desprevenidamente se dirigió a las habitaciones de sus otros dos hermanos, así reunidos todos les daría la gran noticia.
...
Mariana, la pequeña niña de mamá, su primera bendición llena de amor y ternura ya se había convertido en mujer. De cabello liso color negro zafiro, estatura de metro setenta y con rasgos faciales parecidos a su padre, desde sus ojos color café hasta su personalidad. Dentro de pocos meses obtendría el titulo de abogada profesional.
...
Por otro lado se encontraba Esteban, el cual se interesaba cada día mas por la música y la literatura. Su estatura no superaba el metro setenta, de pelo medio brusco, ojos café, delgado y de piel blanca igual a la de todos sus parientes. A veces algo solitario y de pocos amigos... cursaba por tercera vez el penúltimo año de bachillerato... al parecer eso, su aptitud y rebeldía no eran agrado de su padre. Con las riendas sueltas vivía sin pensar en el mañana. También escribía algunos poemas que iban ha parar a la basura por decepción o en manos de su mejor amigo, los cuales utilizaba para conquistar a la mujer de sus sueños... al final resultaban siendo picadillo y el aire se los llevaba, perdidos en el olvido.
...
Anna María se dirigió al cuarto de cada uno de ellos y sacándolos de allí sin alguna explicación los reunión en la sala.
—¿Y ahora que sucedió?, ojala que tanto escándalo hecho por Anna María no resulte siendo todo una estupidez. —Comento Esteban.
—Esteban, por favor no empieces. —Pidió la madre, e inmediatamente dijo.
—Su hermana tiene algo muy importante que decirles.
Mariana, Eduard y Esteban fijaron su mirada hacia la menor de ellos... Anna María de cabello ondulado castaño oscuro, del cual sobre el posaba una pequeña rosa de color amarilla, pequeños lunares adornaban su rostro y hombros, que combinaban sensacionalmente con su vestido color blanco, el cual había sido elaborado por su madre.
Los tres hermanos seguían a la espera de la gran noticia, pero la chica no lograba controlar su emoción y su voz se ahogaba en el momento de salir.
—Ya, diles. Vamos. —Ánimo la madre.
—Esta bien. —Dijo, mientras respiró tranquilamente controlando la emoción.
El ambiente se tornó suspensivo.
—¡Papá vendrá!. —Exclamo con felicidad. A diferencia de ella y la de su madre... sus tres hermanos quedaron atónitos a la que ella creía iba a ser una gran noticia.
Luego de explorar el rostro de cada uno de ellos que no le dejaban nada a deriva. Les pregunto.
—¿Sucede algo?.
E inmediatamente, concluyó.
—Al parecer la noticia no fue de su agrado.
Maribel hizo una gesticulación de súplica con el rostro a sus tres hijos para que iniciaran una sorpresiva y una posible alegría actuada, para así no desvanecer el ánimo con el que Anna María había iniciado el día.
—Genial. Así podremos celebrar todos juntos tu cumpleaños, no creas que lo he olvidado. —Inicio Eduard, acercándose a su hermana a darle un fraternal abrazo. Con su rostro alerto a Mariana y Esteban, al parecer la noticia los dejo más sorprendidos de lo esperado, pero de una manera extrañamente distinta.
—Eh... bueno. Me alegro que papá esté de vuelta. Valla... es que noticias así, no se reciben todos los días.
—¡Hey!. Mejor guarda silencio. —Exigió Eduard a su hermano.
—Esta bien, esta bien.
Mariana no dijo nada, sin dar importancia a la noticia y al estado de ánimo de su hermana se retiró y volvió a su habitación. Maribel se preocupó, la extraña reacción de su hija le trajo consigo muchas dudas, sin esperar camino tras ella, al subir las escaleras y llegar a la puerta de su habitación esta ya se encontraba cerrada, tocó más de tres veces y espero con paciencia, un pequeño hilo de luz salió de aquella, entendió que su hija le permitió la entrada.
—Sabia que vendrías lo más rápido posible mamá y si es por mi te pido que por favor te ahorres todas las preguntas. —Dijo la joven con nostalgia.
—No es que no lo quiera, simplemente que todo se vuelve un caos cuando el esta de vuelta. Yo lo sé, tu lo sabes... lo hemos notado más de tres veces.
—Hija, escúchame...
—No madre, está vez usted debe escucharme... ya es hora que alguno de nosotros hable de lo que sentimos. —Interrumpió a Maribel y continuo el dialogo que tenía atorado en el pecho. Al parecer lo había repasado más de mil veces en su cabeza.
—Somos sus títeres, tenemos que caminar como el lo diga, tenemos que hablar y comer como el también lo diga. Hacer todo a su manera, no podemos ser nosotros mismos por miedo a recibir un castigo o aun peor, echados de todos lados. —Respiro profundamente.
—Por qué crees que no soporta a Esteban ¿eh?. —Pregunto mirando a su madre fijamente a los ojos.
—Por el hecho que este cursando el mismo año por tercera vez, no es orgullo de el y claro que no es de orgullo, en eso si entiendo a mi padre. Pero debe darse cuenta que cada vez que el vuelve Esteban lo recibe con la mejor alegría. Es tan estúpido. Supongo que esta vez es distinto para el. —Dijo mientras se tocaba la mejilla y reía forzosamente.
—Una cosa más, le has preguntado a Eduard si es feliz con su vida... ya que mi padre se la vendió a su trabajo y esta destinado a cargar sobre sus hombros con una empresa por toda su vida. ¿Acaso le preguntaron si el lo quería?. Créeme que el se esmera día a día por ser el orgullo de papá y nunca, jamás decepcionarlo.
—Anna María aún es una niña, es inocente de todo. —Concluyo. Y de repente dijo.
—¿Que me dices de ti?.
Maribel se sorprendió a la repentina pregunta de su hija, ella sabía que en su corazón existía algún dolor y en el fondo de aquel le daba la razón de lo que justo en aquel momento le decía.
—Ya no es el esposo detallista y amoroso que lo era contigo, ni el mismo padre con nosotros. Claro, nos hemos mostrado como una gran familia... en las fiestas, en sus reuniones, en los cumpleaños, en los aniversarios de la empresa... en todo. Pero desde las puertas de esta casa hacia dentro todo es diferente.
De los ojos de la madre se desprendieron dos lágrimas, todo lo dicho por su hija era cierto y no podía ocultarlo más. Dicen, no se puede tapar el sol con un solo dedo.
—Al parecer somos la familia perfecta, perfecta pero no felices.
—¡Basta!. Basta hija... basta ya. —Exclamo la Sra. Maribel ocultando su tristeza y limpiando las lágrimas de sus ojos.
—Lo sé, entiendo perfectamente lo que sientes hija. Pero ya no importa, si tu padre nos a lastimado es hora de perdonar, cerrar las heridas y continuar... esta vez será un nuevo comienzo. Tu papá también se esmera, trabaja mucho por cada uno de nosotros, para que estemos bien.
—Dale una oportunidad, solo una más, por favor. Esta vez será distinto. ¿Prométeme que le darás esa oportunidad?. —Suplico Maribel.
—Yo a ti no te puedo negar nada. Esta bien, te lo prometo... por ti lo haré. Y perdóname mamá, me siento fatal de haber dicho todo lo que te dije, pero no aguantaba más. —Dijo Mariana con melancolía.
—No te preocupes hija. Anda, te espero abajo.
Después de un abrazo, Maribel se retiró de la habitación. Mariana se dio media vuelta y se quedó mirando en el espejo, estaba perdida.
—Esta vez será peor. —Murmuraron sus labios.
Había en ella una preocupación que le impediría cumplir la promesa hecha a su madre, pensaba que después de lo dicho arrancaría todo lo que sentía, pero un pedazo no podía arrancarlo... estaba dentro de ella y por más que lo evitara no había marcha atrás, presentía el tormento que estaba próximo a empezar.
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Editado: 06.11.2023