Retrato De Una Familia.

Capítulo 2.

En la salida principal del aeropuerto de la ciudad, Robinson, el chófer y persona de confianza del Sr. Ricardo, lo esperaba ansiosamente a su llegada. El, un trabajador de clase media con una inevitable esposa y dos hijos de la misma edad de Esteban y Anna maría, había estado más de 3 meses de vacaciones por razón a la ausencia de su jefe, aquel día iniciaba nuevamente su trabajo laboral, este horas antes había llamado en secreto a la casa de su patrón, suponía que dicha persona como él Sr. Ricardo debía ser recibido como merecía, así que tomando el numero telefónico de la casa Reyes Maldonado aviso sobre la llegada al primero que respondiera, de esta manera Anna María al recibir la llamada se enteró, el padre, Señor y jefe de una gran empresa estaría de vuelta. 
Al paso de dos horas, El Sr. Ricardo salió del aeropuerto con dos maletas en sus manos, este observó en su mano izquierda el reloj de cuero que casi marcaba las tres de la tarde. Robinson corrió hacia el y con una gran sonrisa lo recibió. 
—Bienvenido Sr. Ricardo, espero usted halla tenido un buen viaje. 
—Gracias Robinson. El vuelo se atrasó casi una hora, pero no importa. ¿Que tal ha estado? ¿Como se encuentra su familia?. —Pregunto amablemente Ricardo quitando los lentes de sus ojos. 
—Muy bien Sr, muchas gracias... permítame ayudarlo con sus maletas. 
—Gracias hombre. 
Ambos se dirigieron hacia el auto, después de haber guardado las maletas en el baúl de este, Robinson pregunto... 
—Entonces Sr. Me imagino que lo llevo a su casa. 
Ricardo ya en el interior del automóvil le respondió. 
—No, preferiblemente iré primero a la empresa. 
—Pero Sr. no cree que su familia se alegrará en verlo lo más pronto posible. 
—Claro, igual no saben que estoy de vuelta, si me llevas ahora mismo a la empresa, supongo que al finalizar la tarde estaré con ellos. 
—Si señor, discúlpeme... no era mi intención meterme en sus asuntos personales. 
—No te preocupes hombre, usted es como de la familia. —Concluyo Ricardo. 
... 
Todo estaba preparado... la cena sobre la mesa, los portarretratos con las mejores fotos, los jarrones con agua y flores nuevas y al extremo derecho de la sala el lugar en el que se llevaría acabo la celebración del cumpleaños de Anna María.

En silencio, entre dudas y alegría lo esperaban. Ya habían esperado más de hora y media que parecía eterna y aún el timbre no sonaba... Anna María observaba la calle a través de la ventana para así alertar a su madre y hermanos cuando el llegara. Luego de un descuido el timbre sonó de repente. Ella supuso que se trataba de la persona tan esperada. 
—Llego papá. —Murmuraron sus labios. 
A Mariana, Eduard y Esteban los invadió una extraña sensación de sentimientos que los confundían, deseaban ser como su madre y hermana menor, mantener una alegría y emoción plena ante la llegada de su padre, pero les resultaba difícil. Anna María bajo las escaleras y detrás de ella todos los demás. 
—Hijos, no olviden pedir su bendición. —Le recordó Maribel a cada uno de ellos.

Justo el momento en el que Anna quito el seguro de la puerta, esta se abrió lentamente... Mariana y sus dos hermanos varones quedaron a la expectativa, no quisieron que alguna impresión inapropiada dañara la llegada, así que no les quedo de remedio que colocar su mejor cara y aptitud... cuando la puerta se abrió por completo, ellos mismos sintieron un alivio, no era su padre, se trataba de la abuela Marlene, madre de Ricardo. 
—Buenas tardes querida nuera. —Dijo, dirigiéndose a Maribel y entrando al interior de la casa. 
—Bienvenida Marlene. ¿Como has estado?. 
—Bien, bien querida... todo muy bien. 
—Que gran sorpresa, por fin encuentro a mis cuatro nietos reunidos. —Dijo la mujer de cabello canoso y de casi setenta años de edad. 
—Hola abuelita. Bienvenida. —Dijo Anna María antes de darle un abrazo a la mujer. 
Cuando la mujer mayor de edad observó el rostro de sus otros tres nietos noto inmediatamente algo muy extraño en cada uno de ellos. 
—¿Y ustedes?... Al parecer no se alegran de ver a la abuela. ¿Que ha pasado? Por qué esas caras. 
—Que sucede los veo algo pálidos. ¿Están enfermos? No puede ser, Anita trae algunas de las yerbas medicinales del jardín les prepararé algún té para aliviarlos. 
Después de un respiro, le pregunto a su tercer nieto. 
—¿Que hiciste esta vez Esteban?, responde niño loco. 
Todos empezar a reír e inmediatamente el chico expresó su defensa, con una sonrisa y caminando hacia ella le dio un fraternal abrazo. 
—¡Hey!... abuela, yo no e hecho nada esta vez. 
—Bienvenida. 
—Siento que algo está sucediendo. ¿dime?. —Pregunto la abuela. 
—Claro que sucede algo y creo que cuando te enteres vas a quedar como nosotros tres. 
—Pufff... 
Sin tapujos y rodeos, este dijo. 
—Al parecer mi papá está en la ciudad, está de vuelta y no demora en llegar. 
La mujer se alegro notablemente... pero dudo por un momento. 
—No, no... no me estás mintiendo ¿verdad? Muchachito loco. Harás que me de un infarto de felicidad. 
—No te estoy mintiendo abuela y mucho menos con algo que sucede 2 veces al año. —Respondió Esteban entre risas y con una mirada picarona miro a su hermano Eduard, con la intención de hacerlo enfadar. 
—En fin... si no me crees, pregúntale a Anna María ella recibió la llamada. —Concluyo. 
Seguidamente Anna María lo confirmó. 
—Así es abuela, es cierto... mi padre está de vuelta. 
Con la confirmación de la noticia la abuela Marlene empezó a llorar de alegría. 
—Mi hijo vendrá, que felicidad... de verdad vendrá. 
—Nos harás llorar abuelita, por favor no llores más. —Pidió Eduard a la mujer, este en compañía de Mariana se acercaron a ella y la abrazaron. 
—Ven, ven abuela... te mostraré todo lo que preparamos para la llegada de mi padre y también, pues para mí cumpleaños. —Comento Anna María. 
—No puede ser... —Admitió la mujer con notable cansancio ante tanta felicidad. Pensó que tal vez la presión arterial estaba a mil. 
—Vine especialmente a tu cumpleaños y lo olvidé por completo ante semejante noticia. Este día no puede estar mejor. 
Todos sonrieron de felicidad y mientras regresaban a la sala principal. La Sra. Marlene le dijo a su nieta menor. 
—Vamos, muéstrame todo lo que han hecho y después te daré tu regalo de cumpleaños. 
... 
Mientras observaba por un momento las calles y edificios de la ciudad, trato de recordar alguno de los lugares en los que paso sus mejores momentos de la adolescencia. 
Al parecer los largos viajes que siempre debía hacer le habían hecho olvidar aquellos sitios... luego bajo la mirada y continuó la lectura del libro que había iniciado antes de tomar el avión. Le dolía la cabeza, tantas reuniones, asociaciones, cuentas y pedidos le provocaban dicho dolor, estaba agotado a sus casi 50 años de edad... pensaba en un futuro descanso a largo plazo, apenas su hijo Eduard tomara las riendas de la gran empresa no dudaría en tomarlo... aquella misma que le quitó más de 20 años de trabajo constante. Sabia claramente lo que le esperaba a su hijo, un mundo lleno de finanzas, negocios y problemas... pero no dudaba que en manos de él todo continuaría igual o mejor.




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