Retrato De Una Familia.

Capítulo 4.

El automóvil conducido por el Sr. Robinson se estacionó frente a la casa de la familia Reyes Maldonado, de este el Sr. Ricardo bajo, inmediatamente alzando su mirada con una sonrisa en su boca observo desde afuera la casa por la cual se esforzó muchos años… de paredes blancas, muros gruesos, tejado, con un extenso porche, ventanas en vidrio y una puerta principal hecha en madera fina. En el interior de esta se encontraba un piso brillante de varios metros cuadrados, una chimenea, varios muebles, mesas, lámparas, un piano, varias repisas con las mejores fotos y jarrones repletos de flores. La cocina estaba al extremo izquierdo de la sala y cerca de ella el comedor. Al extremo derecho se encontraban casi treinta escalones que se dirigían al segundo piso, encontrando allí 5 habitaciones con baños privados, una para el matrimonio y cuatro mas para cada adolescente. Un estudio y finalizando con un balcón donde fácilmente se podía observar maravillosamente los atardeceres de la ciudad.

Cuando la puerta se abrió por completo sus miradas se encontraron con la de su padre, el los miró con aprecio, estaban ahí… todos presentes. 
Las lagrimas no se pudieron evitar, más aún cuando Anna María se lanzó a los brazos de su padre, las cuales al momento de abrazarlo se deslizaron por sus mejillas. 
—Mi niña, mi pequeña hija. —Le dijo con la voz entrecortada. 
—Papá, te extrañé mucho. 
—Ya estoy aquí mi princesa. Estoy aquí. 
Robinson terminó de entrar las maletas al interior de la casa con ayuda de Eduard y Esteban. Minutos después se despidió de la familia, su horario de descanso había iniciado. 
El Sr. Ricardo ingresó a la casa, Eduard se acercó a el y con alegría se dieron un fraternal abrazo. 
—Bienvenido papá. 
—Gracias hijo. 
Inmediatamente dirigió la mirada hacia Mariana y Esteban. Esteban camino hacia el y le estrecho su mano derecha mientras le dijo. 
—Bienvenido papá. Estamos felices que estés aquí. 
—Valla, has cambiado. 
El padre le tomó la mano y en un descuido lo abrazó, Esteban se sorprendió. 
—Gracias hijo. 
Lentamente Mariana se acercó a su padre, sin previo aviso lo abrazó sin mencionar palabra alguna y lloró en su hombro en silencio, sin que nadie lo notara. Al terminar el abrazo con su hija mayor, sonrió. Bajo la mirada por un momento y vio a su esposa, ahí estaba ella completamente rebosada de felicidad al verlo nuevamente, sus miradas habían cambiado, la de ella seguía igual, pero la suya cambió. la miró con pena, como si algo estuviera mal, sabía que sus hijos y madre estaban a la expectativa de cual seria su saludo a la mujer que le entrego su vida, sin condición alguna. Se quedó estático viéndola… 
—Bienvenido Ricardo. Te extrañamos mucho. 
—Claro, yo también los extrañé mucho. Gracias por las fotos que me enviaste, me hacían sentir en casa. 
Llevando su mano sobre el hombro de ella le sonrió, luego le acarició brevemente el rostro y levantó nuevamente la mirada. Fue simple. 
Maribel bajo la mirada, dos de sus hijos notaron su expresión y se miraron a los ojos. Al parecer el no sintió la misma felicidad que ella sintió al verlo. Esa felicidad de abrigo, amor y apego. 
Ricardo al ver a su madre la Sra. Marlene camino rápidamente a ella y la abrazó con fuerza. Todos sonrieron. 
—Hijo… bienvenido, que gusto que estés de vuelta. 
—Me da mucho gusto de volver a abrazarte madre mía. 
—¿Cómo estas?. Dime… —Pregunto el, mientras la miraba con alegría a los ojos. 
—Bien hijo, no te preocupes. Estoy bien. 
—¿Cómo te enteraste que vendría hoy?. 
Anna María le hizo un gesto a su abuela para que no revelara la fuente que les confirmo la llegada de su padre, así que respondió. 
—Eh, eh. Pues… simplemente pasaba como siempre a visitar a Maribel y a mis nietos y me quedé hasta esta hora. 
—Entiendo, pues esta noche te puedes quedar con nosotros. 
—Si abuelita quédate. —Suplicó Anna María. 
—Esta bien, me quedo. —Respondió la mujer sonriente. 
—Vamos, la cena está lista. —Dijo Maribel amablemente. 
… 
Luego de varios minutos después, se dirigieron al comedor y a la cocina. Mientras Maribel servía cada plato con ayuda de sus dos hijas y la Sra. Marlene en la cocina, en el comedor los tres varones de la casa empezaron una conversación. 
—¿Qué tal la universidad hijo?. —Pregunto Ricardo a su hijo mayor. 
—Todo bien papá, el tema de la contabilidad y las finanzas me a resultado muy fácil. 
—Eso es excelente. 
—Si. 
—Recuerda que tu puesto en la empresa está asegurado, seguro te va a gustar. 
Esteban giró la mirada y miró a su hermano, analizando minuciosamente su esfuerzo por no decepcionar a su padre, su interesante análisis terminó interrumpido cuando su padre le preguntó. 
—Y tu Esteban. ¿Qué tal las clases?. 
Su padre no esperaba respuestas elaboradas, así que respondió lo primero que le llego a la mente. 
—Genial. 
—¿Genial?. 
—Si. 
—Eso espero. —Concluyo el padre.

Todas las mujeres que estaban en la cocina se dirigieron al comedor, mientras colocaban los platos sobre el, sonreían, excepto Mariana. De esta manera tomaron asiento e iniciaron la cena. Horas antes Maribel había preparado sopa de mar, con ají y una porción de arroz y ensalada. Comida que degustaron aquella noche. 
… 
Al paso de los minutos, Mariana, la cual se encontraba sentada justo al lado de Esteban, lo tomo repentinamente del brazo, el la miro de inmediato y ella se acerco lentamente a su oído y le dijo. 
—Hermano creo que estoy un poco mal, me siento mareada. 
El la miro al rostro, estaba pálida. Llevo su mano derecha y le tocó la frente. 
—Estas sudando frio, deberías ir a descansar. 
—La comida, no se… siento nauseas. 
En ese instante Maribel giró la mirada y vio a su hija muy pálida y agitada, sin decir nada se levantó de su asiento y caminó hacia el lugar donde ella se encontraba, eso llamó la atención de todos los presentes en la cena. 
—¿hija, te sientes bien?. —Pregunto, Mientras tocaba sus manos llenas de sudor. 
—¿Qué sucede? —Pregunto inmediatamente Ricardo. 
—Dice que se siente mal papá. —Respondió Esteban. 
—Dime Mariana. ¿Estas enferma?. —Pregunto nuevamente la madre. 
Mariana no respondió, se levanto lentamente de la silla y no se pudo contener mas. Se apartó de su madre y hermano y corrió rápidamente hacia el baño y cerro la puerta, el golpe de esta los estremeció a todos, quedando extrañados. 
Al paso del silencio se hacían más preguntas, así que Maribel decidió romperlo por un momento. 
—No se preocupen Mariana esta muy bien de salud. Permítanme un momento y estaré de vuelta. 
De este modo Maribel pudo retirarse del comedor y dirigirse a donde se encontraba su hija mayor, toco la puerta con impaciencia, le preocupaba su hija. 
—Hija, abre la puerta. Por favor. 
Casi dos minutos después, Mariana la abrió. 
Había limpiado su rostro con agua, se veía un poco mejor. 
—No te preocupes mamá, solo tenia náuseas, supongo que fue por la cena. No estoy acostumbrada a las sopas de mar. Lo importante es que ya me siento mejor. 
—¿Segura hija, no quieres que llame al médico?. 
—¡No!. —Exclamo de repente. 
—No mamá, no hay necesidad. 
Maribel, la miro con duda. 
—Esta bien hija, entonces… ¿te vas a descansar?. 
—Si mamá, preferiblemente. 
—Esta bien, le diré a tu padre que podrán hablar mañana. 
—Claro. feliz noche mamá. 
Inmediatamente subió los escalones y se dirigió a su habitación, Maribel se quedó pensativa por unos breves segundos. Respiro y camino nuevamente hacia el comedor.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.