Retrato De Una Familia.

Capítulo 6.

Al día siguiente, Esteban y Anna María salieron de casa desde muy temprano y tomaron el camino hacia la secundaria que quedaba a menos de siete cuadras. Era agradable caminar por la mañana, por el camino se encontraron con Camilo, amigo de Esteban y compañero de clase. 
—Buenos días chicos. Que agradable verte hoy Anna María. 
—Igualmente Camilo. —Respondió la joven con una sonrisa. 
—¿Qué tal te fue en el examen de historia y matemáticas?. —Pregunto Esteban al muchacho de 18 años, de 1.70 de estatura, piel blanca y de contextura delgada. 
—Pregúntame mejor por el de dibujo y artes. —Contesto entre risas. 
Anna María soltó una pequeña carcajada, Camilo la miró descuidadamente y quedó encantado ante su sonrisa hermosa e inocente. 
—Se muy bien que eres muy bueno en el dibujo, pero no creo que apruebes el año con solo pintar cuadritos. 
—Con solo pintar, expresó todo… me libera y me deja ser yo mismo. —Exclamo armoniosamente Camilo. 
—Eres el de siempre. —Comento Esteban con sarcasmo. 
—Es lo que tu crees. —Respondió el muchacho, dejando en duda a Esteban y Anna María. 
—Para que quiero las matemáticas si con inspiración, papel, lápiz y colores lograría grandes cosas. 
—No lo dudo. —Respondió Esteban y alargó el paso. Mientras tanto Camilo y Anna María quedaron detrás de él. 
—Se ha vuelto un tipo amargado últimamente. —Le dijo Camilo a Anna María refiriéndose a Esteban. 
—A veces no lo entiendo, pero en fin es mi hermano y tu amigo. 
—Tienes razón. —Concluyo Camilo viéndola a los ojos. Ella cargaba su maleta en la espalda y unos 5 libros de guía en sus manos, la vio cansada y agitada. 
—Que falta de respeto contigo, déjame ayudarte con tus libros. 
—No, no te preocupes. —Respondió Anna María amablemente. 
—Por favor, prefiero que no lleves ese peso mientras llegamos al colegio. —Insistió Camilo. 
—Esta bien. 
Mientras ella le entregaba sus libros ambos sonrieron, por un momento sus manos se rosaron y sus miradas no dudaron en observar sus reacciones que no se lograron explicar en dos segundos, cuando Esteban les dijo. 
—Hey, pueden apurarse… vamos a llegar tarde.

De esta manera Anna María corrió a alcanzar a su hermano, mientras tanto Camilo sacó de su bolsillo izquierdo un sobre que llevaba una carta dentro y lo introdujo en uno de los libros sin que nadie se diera cuenta, especialmente ella, por el momento. De igual manera corrió a alcanzar a los dos hermanos. Había sido una carta que había escrito noches antes con tinta negra en un papel rasgado color marrón. 
… 
Ya en el colegio Anna María se encontró con su grupo de amigas y se despidió rápidamente de su hermano y amigo. 
—Iré a clase de canto con mis amigas, los veo luego. 
Después, ambos muchachos caminaron hacia la cafetería. Esteban pidió un café sin azúcar y Camilo decidió tomar un jugo natural en leche. 
—Le he dejado una carta. ¿Crees que esta vez funcione?. —Pregunto Camilo mientras caminaban hacia un quiosco donde se encontraban dos asientos. 
—Depende… 
—¿Depende de que?. 
—Depende de que la chica también guste de ti. —Afirmo Esteban y continuó diciendo. 
—Es extraño, llevas tanto tiempo contándome las mil cosas que has hecho por ella y aún no se quien es la chica. 
Camilo no respondió. 
—Menos va a funcionar si no colocas tu nombre en cada una de las cartas. ¿Lo has colocado? 
—No. —Respondió con esfuerzo.

Esteban soltó una carcajada, su amigo no era lo más astuto para conquistar. No paraba de reír pero cuando giró la mirada hacia uno de los pasillos del colegio su sonrisa se apagó y su rostro se tornó serio al ver a una chica adolescente casi de su edad que vestía el uniforme como todos los días, de ojos claros, cabello negro, de piel trigueña y de contextura delgada.

La mirada de ambos se encontraron a la defensiva, con un vínculo íntimo y secreto, con un dolor pasado en ellas… mientras eso sucedía Camilo empezó a confesarle a Esteban cual era su verdadero amor, el no lograba escuchar las palabras de su amigo, sus sentidos estaban hacia aquella muchacha que lo hacía remontarse en los recuerdos… 
“somos culpables. Nosotros no hicimos nada. El simple hecho de estar ahí nos convierte en cómplices. No puedo seguir con esto, dejémoslo todo aquí. Esta muerto. No quiero verte más.” 
Aquellas palabras las escuchaba una y otra vez más en su mente cuando la veía. Su amigo interrumpió la pesadilla que la conciencia le recordaba y cuando levantó la mirada para volver a verla, esta ya no se encontraba. 
—Esteban, ¿me escuchaste?. Donde carajos estabas. 
—Discúlpame… estaba pensando en algo que no debí haber pensado. 
—Pareciera que hubieras visto el diablo. —Comento Camilo y empezó a reír. 
—No me jodas, más bien… dime que me estabas diciendo. —Dijo Esteban tocándose la cabeza al parecer le había dado migraña, tomo el vaso de café en su mano y empezó a beberlo rápidamente. 
—Te decía que es mejor que no sepas quién es ella, a la mujer que amo. 
—No veo cuál es el problema. —Respondió Esteban enarcando una de sus cejas. 
—Tiene razón, está bien te diré quien es. 
Esteban quedó a la expectativa mientras bebía café una y otra vez. 
—Es… tu hermana, Anna María. —Confeso. 
Esteban quedó sorprendido, escupió un poco de café y empezó a toser. Camilo se puso nervioso ante la reacción de su amigo. 
—Te lo dije, hubiera sido mejor que no lo supieras. 
Luego de tranquilizarse un poco, Esteban lo miró a los ojos y le dijo. 
—Tienes agallas al decírmelo, pero lo que no entiendo es que te hace pensar que no te puedo romper la cara justo en este momento por semejante confesión. 
—Por qué soy tu amigo. —Propuso Camilo ante la intimidante mirada de Esteban. 
—Para nada. 
—Esteban, yo no mando en mi corazón, me entiendes. —Explico Camilo. 
Al paso de un cuarto de segundos Esteban tomó su mochila sin decir nada y se dirigió al salón de clase, sin pensarlo Camilo hizo lo mismo y caminó tras el para explicarle sus sentimientos e intenciones con su hermana menor. 
… 
Mientras se encontraba recostada en su cama, Mariana recordó minuciosamente el día 31 del último mes del pasado año exactamente a las 10:30 de la noche. Recuerda haberle mentido a su madre cuando ella le pregunto donde había estado después de casi dos horas y media de no haberla encontrado en casa, luego de inventar su excusa volvió junto a su familia y no pensó más en el tema, hasta aquel día en el que las nauseas, la palidez y el escalofrío la azotaban. 
Recuerda muy bien lo sucedido entre las 10:30 hasta las 11:50 de aquella noche fría de fin de año. 




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