Al caer la noche todos se encontraron en el comedor para cenar, todos estaban presentes… Ricardo, Maribel y sus cuatro hijos. Habitualmente el padre iniciaba alguna conversación entre ellos, pero aquella noche fue distinta, Eduard no pudo aguantar la emoción de haberse destacado en su carrera y decidió mostrarle el avance a su familia.
—Hoy me certificaron como el mejor en la carrera, supongo que es importante y por esa razón decidí compartirlo con ustedes.
La madre y Anna María lo llenaron de felicitaciones, mientras el padre lleno de orgullo le dijo.
—Felicitaciones hijo, me alegra saber que cada día te esfuerzas más por ser el mejor.
Eduard acertó con su cabeza y entregó el certificado en las manos de su padre. El lo observó detenidamente con una sonrisa.
—Esto merece una celebración. —Afirmo el Sr. Ricardo.
El padre se levantó de su asiento y abrazo a su hijo Eduard mientras le decía…
—Sigue así hijo mío, vas a ser el mejor siempre.
En un descuido el padre giró su mirada hacia Esteban y le dijo.
—Esteban… ¿cuando tendremos un certificado como este con tu nombre aquí en casa?.
Esteban lo miró e inmediatamente bajo la mirada…
—No lo sé papá.
E inmediatamente dijo.
—Debo hacer algunas cosas en mi habitación, les pido permiso… feliz noche. —De esa manera se apartó de la mesa y se dirigió a su cuarto.
Todos se quedaron en silencio, cuando Ricardo tomó nuevamente asiento miro a Mariana y no dudó en preguntarle…
—Y a ti Mariana… ¿no me has contado nada?.
La hija mayor sacudió la cabeza, alertando sus sentidos… de esa manera haciéndole entender a su padre que era lo que realmente deseaba saber.
—Como te ha ido en las clases.
—Muy bien papá a estado todo muy bien.
—Me alegro saberlo hija… que alivio, en algún momento pensé que sería difícil contigo.
—¿Difícil?. —Pregunto Mariana con mucha duda.
—Así es, te la pasabas mucho con Lucas. ¿lo recuerdas?.
Mariana respiró profundo y bebió un poco de agua, disimulando su reacción. Su padre lo recordaba muy bien, al parecer no era mucho de su agrado.
—Recuerdo que crecieron juntos… tu, Eduard y el. Se volvieron muy cercanos, pero fue aun más contigo. Pensé que tenían una relación más allá que la de ser amigos.
—No… —Aclaro ella penosamente.
—Solo fueron grandes amigos… últimamente no lo he visto, creo que se esfuerza cada día mas por ser un buen futbolista. —Opino la madre.
Ricardo soltó una carcajada…
—¿Futbolista?... no lo creo. —Aclaro.
Mariana lo miró fijamente a los ojos y le preguntó.
—Por qué ríes papá, acaso eres de las personas que cree que al tener un título universitario o grandes negocios te hace más que los demás.
—Hija, no te lo tomes a mal. Por favor. —Comento Maribel, tomándole la mano derecha que tenía sobre la mesa.
—Claro que no hija, hay una gran diferencia en lograrlo y ser un fracasado. Entiendes… —Respondió el padre egocéntricamente.
—Ricardo por favor, no creo que sea necesario seguir con esta conversación.
—No veo por qué le afecta tanto, si no tienen nada que ver. —Respondió inmediatamente.
Mariana cristalizó los ojos y en secreto llevó su mano a su vientre.
—Por esa razón me alegro que no siguieras viéndolo… no te hubiera esperada nada bueno con el… ahí esta la diferencia, pronto serás una abogada y el?...
Mariana no respondió nada…
Al terminar la cena, cada uno de ellos se dirigieron a sus habitaciones… Mariana salió al balcón de la casa antes de dormir y recordó, todos aquellos momentos de su infancia a su lado, un amor inocente, limpio y sincero… uno de niños que se dieron su primer beso a escondidas mientras jugaban a la ronda del capitán… aquel amor que se fortaleció mientras crecían… aquel amor que desapareció aquel día en el que el se fue sin mirarle a la cara y decirle adiós.
Mientras observaba las estrellas del cielo, lloró en silencio por su dolor y por la única decisión que tenía para resolver lo causado… cuando acariciando su vientre, le dijo a su hijo.
—Lo siento, lo siento hijo… no podrás jamás conocer estas estrellas.
Sin más que hacer, lloro amargamente esa noche y las que continuaron…
…
Días después…
Mientras caminaba por las calles de la ciudad, observo con admiración y nostalgia varios lugares que su hijo hubiera podido conocer… en los que se divertiría, los parques. En los que le contarían historias, los museos. En los que iría cuando se sintiera solo, las iglesias. Ella se sentía sola y si, se dirigió a un templo de Dios. Se sintió aliviada, libre y sanada, pero no había marcha atrás… con miedo observó el lugar oscuro donde se cortaba la vida antes que naciera. Donde tanta belleza, lugares excepcionales se cambiaban a largos pasillos, cuartos fríos, camillas viejas con sábanas ensangrentadas y bolsas cargadas de vida muerta que se desechaba en olvido. Lugares bajos y secretos donde se practicaban abortos.
Camino por un largo pasillo y mientras lo recorría conoció cada una de las sensaciones de las demás pacientes… tristeza, miedo, satisfacción y aceptación. Se encontró con la recepcionista del lugar y sin darle ningún detalle la invito a sentar en una de las sillas de espera.
Despues de una larga espera la persona de sexo femenino que practicaba los aborto la invito a seguir a uno de sus supuestos consultorios. Camino con lentitud y cuando se encontró en el interior de la habitación observo la camilla, allí se encontraban dos ayudantes más que vestían batas blancas, guantes, gorros y tapabocas. Por último una cortina que separaba el lugar del procedimiento con un lugar desconocido que la vista no lograba ver lo que se escondía detrás de ella.
—Quítate la ropa. —Ordeno la femenina.
Mariana aceptó con la cabeza y se dirigió hacia el lugar desconocido que separaba la cortina.
—No, ahí no. —Le dijo la misma mujer con un tono alto de voz e inmediatamente con su tono habitual le aclaro.
—Al final del pasillo encontrarás un baño, ahí te puedes cambiar.
Mariana obedeció y siguió las instrucciones. Cuando se encontró desnuda en el baño del lugar observó la luz del bombillo que prendía y apagaba seguidamente… se miró en el partido y manchado espejo que se encontraba frente a ella, llevó su mano derecha al vientre y mientras abrió la llave del lava manos, lloró por última vez por su triste realidad con la de su hijo que no conocería.
Una vez más, se dirigió al lugar donde se despediría del fruto de su amor, del amor que moriría con una inocente vida. Ya recostada sobre la camilla trago saliva amarga y escucho las últimas palabras con las que seguidamente le arrancarían parte de su corazón.
—Ahora abra las piernas.
Mariana las abrió lentamente mientras le temblaban de miedo, estaba pálida de pies a cabeza, cerro sus ojos y una lagrima se escapo de uno de ellos, al abrirlos nuevamente observo la luz blanca de la lámpara que se encontraba en el techo de la habitación. Sintió un mareo que luego le hizo perder la razón. Giro la cabeza hacia la derecha, sus manos perdieron la fuerza y se desmallo cuando sintió un fuerte dolor en su parte íntima, como si le hubieran desprendido el alma.
…
El teléfono de la casa de la familia empezó ha sonar, de inmediato La Sr. Maribel dejo su trabajo de costura y se dirigió ha contestar.
La llamada provenía de un hospital clínico, así lo afirmó la recepcionista del lugar… pero su mayor sorpresa fue al oír que su hija mayor se encontraba internada en dicho lugar, sin conocer las circunstancias grito desesperada a sus hijos desde las escaleras.
—Hijos, por favor… vengan de inmediato.
Cuando se encontró frente a ellos completamente aturdida les dijo.
—Me acabaron de llamar del hospital, su hermana Mariana está internada allí. No entiendo por qué… Anna María, quédate en casa, iré con tus dos hermanos al lugar.
—Esta bien mamá.
Junto a sus dos hijos varones, Maribel salió desesperada de la casa, tomó el primer trasporte que se atravesó en su camino y ordenó que fuera lo más rápido posible, su hija se encontraba en un hospital, situación que no pintaba nada bueno. Supuso diversas situaciones como el tal vez solo se desmayó, solo sería un fuerte dolor de cabeza… lo que nunca se imaginó fue lo que descubriría en aquel lugar.
Al llegar al hospital, se encontraron en los pasillos con el Sr. Ricardo… su hija menor Anna María le aviso sobre el estado de su hermana Mariana, segundos después que su madre salió de casa.
—¿Que paso con ella?. —Pregunto el padre muy desconcertado.
—No lo sé, salí corriendo de casa que no pude preguntar que había sucedido. —Contesto la madre.
—Yo lo sabía, Mariana no estaba bien… le dije que fuera al médico pero no me hizo caso.
—¿Qué te han dicho a ti?... —Pregunto Maribel a la expectativa de recibir una buena noticia.
—Nada, nada.
E inmediatamente Ricardo le preguntó a la recepcionista.
—Señorita por favor, sabe algo de mi hija… dígame que si.
—No señor, por el momento el medico se encuentra con ella.
—Carajo, solo necesito saber que le sucedió a mi hija. —Dijo amargamente.
Todos se encontraban completamente preocupado.
—Por favor, haga algo… se lo pido. —Insistió Ricardo casi entre lágrimas.
—Tranquilo papá, ella estará bien. Tranquilo. —Intervino Eduard diciéndole mientras lo consolaba con un abrazo.
Maribel se refugió en los brazos de su hijo Esteban, mientras lloraba sin saber lo que le había sucedido a su querida hija.
Luego de haber transcurrido más de media hora, el doctor Manuel… un personaje conocido en la ciudad por su amabilidad y comprensión hacia sus pacientes salió de la habitación después de haber examinado a Mariana y con los respectivos resultados se dirigió a sus familiares… la Sra. Maribel de inmediato le pregunto con notable preocupación sobre el estado de su hija y el le contestó con bastante confianza.
—No hay nada de que preocuparse señores.
Maribel al escuchar la respuesta del doctor, se tranquilizo. Para todos fue un profundo alivio.
—La joven perdió mucha sangre pero aún así logramos detener el sangrado y afortunadamente ella y su hijo se encuentra muy bien.
¿Su hijo?... era la pregunta que le rodeaba la cabeza a los familiares de Mariana, Las palabras del doctor los dejo más pálidos que la misma paciente, confundidos y a la vez sorprendidos, ninguno se atrevió a mencionar palabra alguna a excepción del padre.
—¿Su hijo, dice bien doctor?
El profesional de la salud, Manuel noto la extraña aptitud de los familiares y concluyo que ellos aún no sabían el estado de su hija y hermana mayor.
—Oh entiendo, bueno eso suele pasar a veces… —Dijo el doctor para pronto dar la noticia a lo que se vio interrumpido por Ricardo.
—Sea claro doctor, veo que esta más confundido que nosotros… claramente esa no es nuestra hija revise bien sus papeles.
El médico le aclaro al padre.
—Claramente dice aquí que se trata de la joven Mariana reyes Maldonado.
Este viéndolo a los ojos le dijo.
—Supongo que son muy buenas noticias para la familia.
—¿Qué noticias?. —Pregunto Ricardo con arrogancia.
—Señor, su hija esta embarazada. —Le confesó el médico.
Todos quedaron completamente atónitos, su madre y hermanos quedaron sorprendidos, mientras a su padre se le crecía la rabia cada segundo que pasaba…
—Al parecer la joven se iba a practicar un aborto, la situación se complicó en ese hospital clandestino que su hija visitó. Un desconocido la trajo de inmediato a este hospital, si no hubiera sido así ella pudo haber muerto.
—¿Cuanto tiene de embarazo?. —Pregunto con notable esfuerzo el padre.
—Tres meses exactamente. —Contestó el médico.
—Dentro de algunas horas podrán visitar la paciente, por el momento les pido un permiso.
De esa manera el profesional Manuel se alejó de los familiares y se acercó a la oficina de la recepción…. Mientras disimulaba quedo atento a la reacción del padre de Mariana quien no recibió la noticia de buena manera.
—¿Embarazada?, Claro embarazada... —Murmuro el Sr. Ricardo mientras golpeo fuertemente la pared.
Esteban empezó a consolar a su madre que se derrumbó en un silencioso llanto.
—Valla… estuve trabajando para que nunca le faltara nada, me preocupaba mientras ella solo se divertía.
—Maldita sea, me va a escuchar… se le acabo la vagabundería ya vera. —Dijo el padre completamente furioso. Cuando llevo su mano derecha a la cabeza su mirada cargada de rabia se fijó en su esposa, acercándose a ella le dijo con gritos.
—Tu, dime… donde estaba tu hija. Donde estabas mientras ella se acostaba con quien sabe quien.
—Responde… eh.
Maribel guardo silencio, sus dos hijos estaban a su lado… pero el enojo de Ricardo los intimidaba drásticamente. Señalándola con el dedo y luego presionando el pecho de ella con este le dijo.
—Todo esto es tu culpa.
—Papá Cálmate, mi madre no tiene la culpa de nada. Debemos tranquil…—Intervino Eduard.
—Tu cállate. —Le respondió Ricardo a su hijo Eduard interrumpiéndolo y tomándolo del brazo con fuerza. Por primera vez el segundo hijo, el preferido de papá presenció desde cerca la rabia e impulsos de su padre, no le importaba quien fuera ni donde… su ira podía estallar y llevarse a su paso al más inocente que estuviera a su lado… mientras le apretaba el brazo con más fuerza, soportó… y cuando lo miro a los ojos noto el monstruo que este llevaba a dentro.
Esteban notó en el rostro de su hermano que le dolía el brazo izquierdo e inmediatamente intervino, solo bastó mencionar “papá” para que soltara el brazo de Eduard. El padre tragó saliva y se marchó del hospital, Eduard se apartó y en secreto respiró con agotamiento, llevó su mano a su brazo izquierdo y lo acarició para calmar el dolor que sentía. Esteban abrazó a su madre y la consoló diciendo.
—Tranquila mamá, mi papá está equivocado en todo lo que dice… no te preocupes todo estará bien.
Después de un rato fue a la cafetería y trajo consigo 2 tasas de café. Le dio una a su madre la cual se encontraba sentada en la sala de espera… luego se dirigió a un extremo de la sala en el que se encontraba su hermano algo pensativo, al llegar a el le ofreció que tomara el otro café pero este no aceptó. Esteban se hizo a su lado y le preguntó.
—¿Te encuentras bien?.
—Por qué me lo preguntas.
—Me di cuenta de lo que sucedió contigo y mi padre.
—Solo me apretó el brazo y lo entiendo, yo sentiría la rabia que el siente en este momento.
Esteban soltó un respiro, sonrió y se resignó, al parecer era imposible cambiar a Eduard la manera de ver las cosas hacia su padre, marchaba al compás de el, como una réplica idéntica hasta el momento con distintas aptitudes y con veinte años más joven.
—Es que aún no logro entenderlo… que, por que Mariana lo hizo. Solo debía concentrarse en sus estudios, en sus metas y no… no hacer lo que hizo, no hay nada con lo que lo pueda justificar.
—Si hay algo con lo que lo pueda hacer. —Aclaro Esteban.
—¿Con?...
—Simplemente se enamoró. —Admitió.
—Que sabes del amor. —Pregunto Eduard.
—Mucho, más de lo que te imaginas.
—Me sorprendes hermano.
—Puede ser… a veces nos sorprendemos mucho de las personas, más de lo que crees.
Dejando así con notable duda a su hermano mayor, suponiendo que el mayor debía conocer verdaderamente el amor y hablarle al menor sobre el… pero sucedió completamente lo contrario.
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Editado: 06.11.2023