Ricardo se había marchado de casa aquella noche y decidió olvidar por un momento la traición de su hija bebiendo varias copas de licor con un grupo de viejos amigos… Alejandro, hermano menor de Ricardo se enteró del estado de su hermano y se dirigió al lugar donde se encontraba, convenciéndolo y ayudándolo a volver a casa.
…
Una nueva mañana resplandeció los horizontes y las aves cantaban vivamente las melodías del amanecer. El reloj marcaba las 7:30 de la mañana, cuando Anna María terminaba de alistar sus cuadernos para asistir al colegio, los tomo rápidamente y de uno de ellos se deslizó una carta que cayo al suelo… se extraño y de inmediato la tomo y prosiguió a abrirla. La letra era simple y enredada, de igual manera leyó su contenido.
~¿Eras tu?... Si, eres tu... la niña que llena mis noches de alegría con pensamientos hermosos iluminados por tu sonrisa~.
Soltó una pequeña carcajada. “que infantil” pensó. El papel en el que estaba escrita la frase olía a fragancia… suave y dulce. Se dejó llevar y recordó lo que Dana le había confesado el día anterior…
—Conozco también sus sentimientos y todo lo que acabaste de decir lo quiere vivir con solo una persona.
—Tu, Anna María. Eres tu.
Dejo caer la carta sobre la mesa y mientras la observo recordó la última parte de la confesión que la había dejado sin aliento.
—Lo siento, debía decírtelo. El esta perdidamente enamorado de ti y haría lo que fuera por que le brindaras un poco de cariño y compresión. No pide tu lastima, pide tu compañía.
“¿De quien se trata?”. Era la pregunta que le rondaba en la cabeza, de inmediato empezó un riguroso análisis de quien podría ser aquel desconocido pero se vio interrumpido ante los gritos y lamentos que se escuchaban en una habitación de la casa, al parecer de la de Mariana… en la cual entre incertidumbre y la de sus dos hermanos que se encontró en el pasillo corrieron hacia ella… el cuarto estaba desordenado, inmediatamente bajaron las escaleras para enterarse de lo que estaba sucediendo.
—¿Qué piensas hacer?... ¡deja en paz a mi hija!. —Exclamo Maribel completamente desconcertada.
—Lo que pienso hacer no te incumbe.
Ricardo tomó a Mariana del brazo y la jalo fuertemente arrancándola de los brazos de su madre.
—Papá, ¡suéltame por favor!…
—Suéltala Ricardo, por Dios te lo pido… ¡que le vas a hacer a nuestra hija!.
Eduard, Esteban y Anna María se sorprendieron ante la escandalosa escena, Mariana estaba atrapada en las manos de su padre y desconocían su futuro, estaba triste y afligida llorando de tristeza por aquel mal trato. Eduard intervino por ella pero fue imposible, se sintió culpable y herido… días anteriores había maltratado a Mariana con palabras, sin saber su realidad… la realidad que le causaba tanto dolor, lo recordó y le remordía la conciencia.
—¿Entonces?. Por que realmente no te estoy entendiendo, tanto de tu parte en contra de mi padre no es bueno.
—Dime... ¿existe algo que no sabemos?. ¿o quieres que te salvemos de algo dándote la razón?.
Aquellas fueron sus palabras con las que casi mata a su hermana, cerrándole todas las salidas a su desesperación, llevándola al filo del abismo y tirándola al vacío junto con el hijo de sus entrañas, eso le dolía… parte del sufrimiento de ella era rotundamente su culpa.
—Papa a donde llevas a mi hermana. —Intervino Esteban.
Anna María lo sujetó del brazo aguardando detrás del hombro de su hermano. Ricardo sacó a Mariana con la maleta en mano que minutos antes había llenado con su ropa. Entre abierta la lanzo a la calle junto a su hija… las prendas que aguardaban en la maleta se salieron de ella y cayeron en el pavimento.
—Hija… —Grito desgarradoramente Maribel cuando la vio tirada en el centro de la calle.
—Ve, corre… busca al infeliz. —Aclaro el padre con arrogancia.
Los vecinos del sector empezaron a salir de sus casas, desconcertados empezaron a murmurar.
—Aún no termino. —Dijo el padre.
Caminando hacia su hija la levantó de suelo y le dijo.
—Ahora iremos a casa del mal nacido que te embarazo y discutiremos allá.
Mariana bajo la mirada. Todo era un caos.
—Por favor Ricardo no sigas. Por favor. —Exclamo la madre entre lágrimas.
—Papá, resolvamos esto en casa. —Propuso Eduard.
—Esto se resolverá con el mal nacido que embarazo a tu hermana. —Respondió Ricardo y empezó a caminar a paso largo.
Todos los vecinos del lugar se enteraron de la razón por la cual sucedía lo que sus ojos estaban presenciando.
—Deja en paz a mi hija. —Le dijo Maribel entre lagrimas a Ricardo.
—Cállate, Todo esto es tu culpa.
Y sin dar importancia continuo el camino con su hija atrapada en sus manos hacia la casa de Lucas.
—Anna María, espera en casa… recoge toda la ropa de Mariana y déjala en su lugar, Eduard y yo nos encargaremos de todo esto. —Ordeno Esteban a su hermana menor.
Eduard hizo mil intentos para detener a su padre pero no fue posible, Esteban corrió hacia su familia pero era demasiado tarde, ya se encontraban en la casa de aquel muchacho. Ricardo toco fuertemente a la puerta y completamente exaltado grito.
—Abre la puerta infeliz… ¡abre o tumbare la maldita puerta!.
—Papá, volvamos a casa.
—Ricardo por Dios… no digas más.
En el interior de la casa, la madre y padre de Lucas escucharon el escándalo y salieron de inmediato.
—Que pasa aquí... señor. —Exigió una respuesta el padre de Lucas, un reconocido empresario de la ciudad.
—¡Pasa! Que necesito al mal nacido de su hijo.
En ese momento Lucas salió a la puerta junto con su madre y de inmediato Ricardo al verlo cristalizó los ojos de rabia y se lanzó a el diciendo.
—Ven aquí pedazo de mierda.
En ese instante Eduard con ayuda de su hermano lograron detenerlo, los padres de Lucas estaban confundidos y sin saber lo que sucedía el padre del muchacho pidió a su esposa llamar a la policía.
—Claro, señor… llame a la policía. —Exigió Ricardo sarcásticamente.
—Lo voy a demandar por este alboroto.
—Demande de una vez y yo demando al desgraciado de su hijo por violación. —Exclamo el padre de Maribel.
Un sigiloso silencio se apoderó de ambiente entre los presentes dejándolos atónitos y sorprendidos.
—¿Violación?. —Pregunto el Sr. José, padre de Lucas.
—Que pretendes hacer. —Le pregunto Maribel en voz baja a su esposo.
Los padres de Lucas clavaron su mirada hacia el, mientras el los miro con vergüenza…
—Mi hija está embarazada del desgraciado de su hijo. —Finalizo diciendo el Sr. Ricardo.
—¿Es cierto?... tocaste esta muchacha, de que manera sucedió, ¿la obligaste?.
—¡Responde carajo!.
Mariana intentó salir en defensa de Lucas pero su padre sostuvo su mano con fuerza impidiendo salvarlo del infierno que se le vendría encima.
El Sr. José al no obtener respuesta alguna de parte de su hijo le dio sorpresivamente un golpe en la cara que lo hizo caer al suelo y tirado allí lo empezó a golpear una y otra vez.
—Basta José, déjalo… por Dios. —Intervino la madre del muchacho.
Ricardo se sintió aliviado, una parte de lo que aquel joven se merecía lo obtuvo de esa manera. La súplica de Mariana no se hicieron esperar, lloró en silencio desconsoladamente por el dolor que ella y el sentían. Maribel y sus dos hijos presenciaron aquel momento en el que aquel señor casi mata a su propio hijo a golpes. Eduard intervino y logró apartar al Sr. José de su hijo.
—Vas a pagar esta deshonra, bastardo.
—Entonces señor, ¿aún insiste llamar a la policía?. —Pregunto Ricardo.
El Sr. José trago saliva y trato de controlar sus impulsos y de inmediato completamente agitado por la paliza que le había propinado a su hijo, contestó.
—No, resolveremos esta situación como debe ser.
—Así será… como debe ser… —Concordó Ricardo.
Todos quedaron a la deriva… ¿qué pensaban hacer?.
…
Dos horas después de lo acontecido, Mariana camino por un pequeño parque cerca del infierno de su hogar, en un abrir y cerrar de ojos todo en su vida se había vuelto un caos irreparable… su padre la tenía en sus manos y sea cual fuera su decisión debía cumplirla.
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Editado: 06.11.2023