Retrato De Una Familia.

Capítulo 31. (Final).

La Sra. Maribel se encontraba limpiando la mesa y demás cosas de la sala de la casa. En ese momento escucho que tocaron a la puerta. De inmediato sacudió su delantal y se dirigió a abrirla, cuando miro de quien se trataba se llevo una gran sorpresa al ver a su esposo el Sr. Ricardo el cual estaba de vuelta en casa. En ese instante Mariana salió de su habitación y bajo las escaleras, también se sorprendió al ver a su padre frente a ella.  
—Bienvenido. No sabía que volvías hoy. —Dijo Maribel completamente apenada.  
—Claro. Eso veo… al parecer aquí en esta casa nadie escucha mis órdenes. No es así. —Comento Ricardo manteniendo la calma.  
—Hablemos de eso luego, en la sala… cuando estés más tranquilo.  
—Yo estoy tranquilo, hablemos de una vez.  
—Si lo dices por Mariana, es nuestra hija y tiene el derecho de estar en su casa. —Alegó Maribel frente a el. 
—Claro que a eso me refiero. —Respondió el Sr. Ricardo… se acerco a Maribel y tomándola de los brazos, la apretó con fuerza y le dijo. 
—Traerla de nuevo a casa, después de quedar embarazada ya no será su error si no el tuyo. 
—Hay algo muy importante que tu no has entendido Ricardo. Que yo doy mi vida por mis hijos. Sean cual sean sus errores. De igual manera ella no cometió ninguno del que nos podemos avergonzar. Ahora suéltame que me lastimas. —Respondió Maribel y se libró de las manos de el bruscamente.  
—No se a que vienes, no se que quieres de nosotros… pareciera que no fuéramos tu familia. Enserio que te desconozco.  
—Ya verás lo que va a pasar, esta desondrada no seguirá tan campante en esta casa. Habrán leyes para ella y se tendrá que acoplar. Si no se larga de aquí y no lo repito más.  
Ricardo entró las maletas a la casa, cerró la puerta principal y subió las escaleras hasta su habitación.  
Maribel abrazo a su hija y le dio un beso en la frente. 
—Tranquila hija, esto no es tu culpa. Tu padre esta estresado ya se le pasará, tranquila. 
… 
Mientras Anna María caminaba de vuelta a casa se encontró a mitad del camino con su hermano Esteban. Ellos estaban caminando sin rumbo alguno así que ambos decidieron ir al teatro antes de que empezara la función de la noche.  
Allí mientras observaban el escenario oscuro, triste y desolado ella tomó la iniciativa a la conversación.  
—Camilo fue un buen amigo, hermano. El estará feliz donde quiera que este, de eso estoy segura.  
Esteban la miro y le sonrió por un momento. Luego volvió su mirada hacia el escenario, estaba oscuro, sin vida, sin luces… con falta de actores en escena para darle sonidos de gozo, llenarlo de colores, inolvidables. En ese instante unas tristes lagrimas se deslizaron por sus mejilla y ahí en aquel lugar en el que solía encontrarse cuando estaba solo decidió confesarle a su hermana quien era el remitente de las cartas que ella encontraba de vez en cuando sujetas en las páginas de sus cuadernos anónimamente. Limpio las lágrimas y le dijo.  
—El solía escribirte todas esas cartas de amor que encontrabas en tus cuadernos. Las dejaba ahí escritas con la esperanza que las encontraras, las leyeras y las guardaras muy dentro de ti.  
—¿Por que nunca me lo dijo?. —Pregunto Anna María con clara duda.  
—No lo sé, recuerdo que un día se lo pregunté… pero nunca me dijo nada. Supongo que tuvo miedo. Lo tuvo. —Respondió Esteban.  
—Mira en las páginas de tus cuadernos… ahí lo encontrarás por última vez.  
En eso momento Esteban se levantó y se marchó hacia la salida del teatro.  
Anna María tomo su mochila en la que llevaba unos cuantos de sus cuadernos. Los tomo en sus manos y empezó a buscar en cada una de las páginas de estos... uno a uno, de cada uno de ellos se iban desprendieron varias de las cartas que Camilo le escribió. Luego mientras las abría y leía cada una de sus letras, sus ojos se llenaron de lagrimas, cada una era más profunda que la anterior y llenaban su corazón de tristeza y melancolía, no soporto mas tanto, y empezó a llorar en un desgarrador llanto, mientras observaba las cartas, sus lagrimas caían sobre ellas y la tinta de las letras se desvanecía, como los recuerdos de la vida.  
… 
Eduard se encontraba en la universidad, era el ultimo día de clases por ese año. Antes de finalizar el profesor de clase, ante todos sus compañeros le otorgo el título de mejor estudiante de la Universidad durante el semestre. 
Eduard se alegro enormemente... también el director de la Universidad hizo presencia en el salón de clase reconociendo el aprecio, disciplina y compromiso con su carrera en administración, aprovecho para decirle algunas palabras.  
—Serás el mejor durante los últimos dos años de tu carrera, sigue adelante y lo serás.  
Luego lleno de felicidad y satisfacción emprendió su camino a casa mientras sonreía. No se imaginaba la cara de sus familiares al darles la buena noticia. Durante el camino se encontró a su abuela la Sra. Marlene a quien no dudó en contarle el logro obtenido, ella llena de alegría lo invito a casa de sus tíos y primos... todos abrazaron y felicitaron a Eduard por uno de muchos logros más obtenidos.  
—Serás el mejor jefe de la empresa de la familia, mi hermano estará muy orgulloso de ti. —Comento el Sr. Alejandro. 
Luego se dirigieron a la mesa donde disfrutaron de un brindis para celebrar. 
… 
Estefanía tomo el vuelo de su país de origen hacia España, espero hasta el último segundo para que el apareciera e impidiera su viaje, pero el nunca apareció. Solo llevo su mano a su vientre y sus labios solo murmuraron.  
—El no vino, estamos solos ahora mi pequeño.  
… 
Al finalizar la tarde, Esteban se dirigió al lugar donde se encontraba la tumba de su amigo... estando allí miro al cielo y sonrió. Tomo las flores marchitas y las lanzo al aire. Era un lugar tranquilo donde el silencio y la tristeza reinaba, luego de haber acomodado algunas flores nuevas de varios colores sobre las tumba. dándole un golpe a la lapida, dijo.  
—Descansa en paz, siempre amigo. 




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