Retratos de Piedra

Capítulo 1

El roció de la lluvia empapaba sus ropas oscuras, y el viento filtraba el frío por sus pieles. La noche había caído tan rápido que ninguno de los cuatro lo notaron. Pero eran muy conscientes del ruido que hacían sus ropas y zapatos húmedos al caminar.

 _ ¡Kem!_ susurro Shael _Ve arriba, nosotros distraeremos.

Shael miró a Kem despegarse de la pared, e ir hacia la escalera de emergencia del edificio. Shael no se movió hasta que vio su cabello blanco y negro, y su figura delgada perderse en las sombras.

_ ¡Gran idea!_ bufó Bea en susurros _Él muy cómodo y seguro en el techo y nosotros hacemos de carnada.

Él la miró. Estaba tan cerca que le llegaba su perfume a girasol. Ella misma parecía un girasol, con su cabello dorado, sus ojos tan verdes como praderas en pleno verano, y la sonrisa, que siempre le subía con facilidad por el rostro.

_Te aseguro que eres una carnada linda_ le susurró Shael. No había pensado en sus palabras, eso era algo que sólo le pasaba cerca de Bea.

_ ¡Se callan los dos!_ susurró en tono impaciente Ev.

Ya la ropa hacia suficiente ruido.

Shael y Bea asintieron y los tres avanzaron en fila india. El callejón era tan estrecho que por momentos sentían que los edificios les caerían encima. Pero de pronto, el espacio se abrió y no lograron dar más de doce pasos cuando la pared, en la que se escudaban, terminó y fueron rodeados.

Los tres se movieron rápido para formar un círculo, protegiendo sus espaldas, mientras cada uno desenfundaba sus armas. Shael deslizó de su espalda a su mano derecha su hacha y con su mano izquierda desenfundó de su cadera una espada tan corta y delgada que sobre su gran musculatura y altura parecía un cuchillo.

Bea desenvainó su espada, mientras Ev extendía su lanza doble.

La lanza de Ev no era más grande que un bastón, pero ella era tan pequeña que la lanza parecía el doble de grande que ella.

_ ¡Guao! Cuántos caballeros hay aquí hoy_ vociferó en tono sarcástico Bea.

Eran cuatro, jamás se habían enfrentado a un grupo tan numeroso y eso les inquietó.

Ev los miró, se supone que serían dos, pensó.

_Que bueno que no los decepcionamos cazadores_ dijo uno de ellos.

Shael los miró, mientras los nudillos de sus dedos, en torno al mango de su hacha se ponían blancos.

Uno de ellos le sonrió, era tan joven como él, pero sus ojos brillaban con siglos de vida.

_Es una dicha haber sorprendido al Príncipe Plateado en persona_ le dijo a Shael.

Los cuatro dieron un paso hacía ellos, pero antes de que cualquiera reaccionara, cuatro flechas se clavaron en la frente de los cuatro Caídos.

Ev, Bea y Shael, miraron los cuerpos de los Caídos derrumbarse en el suelo y desaparecer en una ráfaga de humo.

_ ¡Oh!_ dijo Bea _Eso fue fácil.

_Yo pude haber hecho eso_ aseguró Ev.

Shael miró las cuatro flechas clavadas en el suelo y levantó la mirada. La mitad del rostro de Kem estaba sobre las sombras de su cabello negro, mientras que la otra mitad de su rostro brillaba, como una hoja pulida, por los destellos de la mitad blanca de su cabello. No podía ver su sonrisa a esa distancia, pero estaba seguro de que su amigo sonreía.

Nadie más que Kem tenía la destreza para atinar una ráfaga tan rápida de flechas.

_Mejor volvamos a La Comarca_ vociferó Shael.

_Para que nos castiguen. Otra gran idea Shael _bufó Bea.

_Algún día hay que volver y no nos van a castigar_ aseguró Shael.

_Si nos van a castigar.

***

_ ¡Están todos castigados! _ la voz de Sada era tan dura como siempre lo había sido.

_Con todo respeto Suprema, pero nos encargamos de cuatro Caídos sin ningún daño. Tan limpio como puede ser posible_ vociferó Shael mirando directamente los ojos grises de su madre.

Shael no recordaba haberle dicho madre nunca, para él, y para todos, era una de las dos Suprema. Una de sus dos gobernantes.

Ev, de pie al lado de Shael, miraba sus zapatos queriendo estar en cualquier lugar menos allí. Sentía la mirada de su madre, Teza, prometerle otro regaño en privado.

Bea miraba a las líderes de La Comarca, tratando de no sentirse tan intimidada como siempre se sentía, las madres de Shael y Ev siempre la habían asustado. Parecían el tipo de madre que no dejaría que sus hijos comieran chocolate.

Mientras Kem parecía ser el único que aceptaba la reprimenda sin objeciones. Él mismo les había dicho a sus amigos que no debían salir sin el permiso de ellas.

Estaban en la oficina central de La Comarca, una habitación enorme, llena de retratos que la familia Metratrón. Era la mansión más grande de todas y pertenecía a la familia más importante. Esa oficina tenía un gran escritorio y una pared llena de estantes repletos de archivos. El espacio era tan grande que el eco de sus voces se perdía.

_Ustedes son Los Jinetes, lo mejor de lo mejor, aunque el resultado sea bueno, si permitimos que rompan las reglas todos los jóvenes de La Comarca querrán seguirlos_ vociferó Teza, su voz era más cálida que la de Sada, pero no por eso menos contundente _ ¡Limpiarán la sala de entrenamiento durante una semana!




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