Calixto Luna era un hombre que le gustaba la calma, pero desde hace dos días la calma desapareció de su vida. El teléfono de Sami pendía inútil en el bolsillo del pantalón, sólo tenía un mensaje diciendo que activara el Protocolo Iglesia, y eso lo ponía aún más nervioso. Los intentos de llamarlo luego de ese mensaje fueron inútiles.
El Protocolo Iglesia jamás se había activado, y saber que su cabeza y la seguridad de todos dependían de que no se equivocara, lo hacía sudar profundamente.
Su camisa blanca ya tenía manchas de sudor, el ruedo de su pantalón blanco ya estaba negro de los restos de la calle. No había vuelto a su apartamento después del ataque, había dejado de usar sus tarjetas y el poco efectivo que le quedaba lo había gastado para comprar su pan de órgano y almendras. Lo mordisqueaba para calmar su hambre mientras continuaba vagando por las calles. Lo único que permanecía intacto era su labial morado.
No se había detenido a dormir en ningún lado. Ni siquiera cuando vio una almohada recién tirada a la basura. No quería arriesgarse a dormir y ser sorprendido por un nuevo grupo de cazadores. Aunque una que otra vez se había detenido para sentarse y masajear sus pies acalambrados.
Miró otro edificio pequeño de ladrillos rojos, esa era la única referencia que tenía Calixto. En un principio pensó que iba ser sencillo encontrarla, pero luego de dos días peinando la ciudad descubrió que había demasiados edificios iguales.
Subió los pequeños escalones hasta llegar al umbral de la puerta y buscó la placa. Al no encontrar ninguna placa de profesora de piano, decidió que igualmente iba a tocar. Necesitaba con urgencia un vaso de agua.
***
_Parece que has practicado más ¿Ya arreglaron el piano en tu escuela?_ preguntó Luz.
Ella estaba vestida con un gran camisón de lana que parecía engullirla y pantuflas rosadas. Cuando Ev la vio por un momento pensó que la había despertado, pero su impecable maquillaje le dijo lo contrario.
_Sí_ respondió Ev. Aunque la realidad era que su pequeño hermano había comenzado a entrar en la fase donde no podía dormir sin su mamá, y eso la obligaba a dormirse mucho más temprano.
_Repasemos entonces los nombres de las teclas_ dijo Luz y Ev simplemente asintió mientras tocaba cada tecla y decía su nombre en voz alta.
Se sentía cohibida bajo la mirada de Luz mientras pasaban los minutos. Incluso cada error parecía que alteraba a Luz de forma descomunal. Ev se sentía incluso más evaluada que en sus entrenamientos.
No se atrevía a preguntarle sobre su nuevo estado de ánimo. No creía tener aún tanta confianza para hacerlo, y en el fondo a Ev no le interesaba en lo absoluto. Allí al menos tenía la posibilidad de ver a una chica que le gustaba sin tener que ocultarlo. Aunque ese día ni había visto la sombra de Azul.
Por un momento creyó que iba a ser un día desperdiciado, hasta que la pantalla de su móvil se iluminó para librarla del mal humor de Luz.
Ev miró el mensaje. Era de Shael y no decía nada más que una “C.”
_Me tengo que ir es mi mamá, va a salir y quiere que cuide a mi hermano.
Luz tomó una nota mental de enseñarle a la chica a mentir decentemente. Y sólo asintió.
Miró a Ev levantarse recoger sus cosas y por ese instante, mirándola con su uniforme bien planchado y con un nudo de corbata decente, casi parecía normal. Ese fantasma de normalidad disipó el disgusto que le provocó esa mañana al mirarla, y antes de arrepentirse soltó las palabras.
_ ¿Te gustaría ir a una fiesta el sábado?_ preguntó Luz.
Ev ya estaba en el lumbral de la puerta. La invitación de Luz la tomó tan desprevenida, que por un momento creyó que era una mala broma.
_Pero si te la has pasado gruñéndome todo el día_ aventuró Ev.
Luz simplemente se encogió de hombros.
_ ¿Estará Azul?_ preguntó Ev.
Luz se sorprendió del descaro de Ev. No esperaba que se expresara tan libremente, como si no tuviera miedo al rechazo, y eso de alguna forma ayudó a verla con otros ojos. Ev sólo era una niña, y eso era algo que Luz debía de recordar siempre.
_Estará_ aseguró Luz.
Aunque en el fondo sabía que tendría que prácticamente arrastrarla hacia la fiesta.
_Está bien iré.
_Te pasó la dirección luego.
Ev asintió antes de salir del apartamento y sustituir las mariposas que sentía por dagas.
***
Umabel Raguel Rafael se pavoneaba por toda la sala de entrenamiento, guindada del brazo de Shael. Él era ligeramente más alto que ella, pero ambos parecían haber ganado la lotería de belleza, aunque la disfrutaban de forma distinta.
Mientras que Shael, con su cabello y ojos plateados era como un príncipe, distante, frío y melancólico. Mabel con su cabello rojo fuego y la heterocromía en sus ojos, herencia de la familia Raguel, que tintaba su ojo derecho de color negro y el izquierdo de color gris. Caminaba con la prepotencia digna de cualquier princesa. Y como príncipes que son, la pareja siempre fue la más cotizada.