_ ¿Por qué aún no has llegado?
Ev podía escuchar el enojo de Shael a través de la bocina del teléfono, mientras su hermano menor tiraba de su mano. Ellos caminaban atravesando los jardines de La Comarca hacía la Casita. Era un sencillo anexo que se conectaba a la mansión Miguel, allí todos los niños recibían sus primeros años de estudio. Ese día iban a proyectar la cinta de la historia de La Comarca y todos ellos debían ir acompañados.
_Estoy yendo a la Casita con Uri, al final mi madre no pudo acompañarlo_ se excusó Ev.
Aunque en realidad ella se había sentido aliviada de no tener que ir con el grupo. La tarea de ese día era poner cámaras en todos los lugares de la ciudad que vendían el pan de orégano con almendras, y aunque no eran muchos, les tomaría todo el día cubrir todos los lugares, sobre todo ahora que ella faltaba.
_ ¿Por qué siento el palpito de que lo hiciste a propósito?_ aventuró Shael.
_Dile a tu pálpito que palpite hacia otro lado porque no está palpitando bien_ dijo Ev.
_ ¡Levana, ya deja el teléfono!_ vociferó Uri tirado con más fuerza de su mano.
Lo que menos le gustaba al niño, aparte de comer zanahorias, era que no le prestaran atención.
Shael escuchó la voz de su primo menor y eso fue suficiente para saber que Ev estaba diciendo la verdad.
_Antes de que cuelgues tengo otra pregunta_ dijo Shael.
Ev esperó la pregunta mientras escuchaba la respiración de su primo al otro lado del teléfono, era como si estuviera tratando de tomar valentía para preguntar.
_ ¿Por qué parece que Bea tiene resaca?
La pregunta de Shael tomó por sorpresa a Ev.
Ellas habían vuelto un par de horas antes del amanecer. Se escabulleron hasta la sala de informática donde habían dejado a Yof. Lo encontraron durmiendo sobre una colchoneta y un montón de mantas. Ni Bea ni ella habían dormido nada y por los tropezones que había dado Bea para llegar al interior de Flor, se notaba que ella si había bebido.
_ ¡Eh! No sé _ dijo de forma entrecortada Ev.
Ella no tenía cabeza para idearse una mentira decente, y sabía que Shael no le iba a preguntar nada a Bea.
Ev cortó la llamada de golpe y guardó el teléfono en el bolsillo.
Su hermano tiraba de ella cada vez con más fuerza y Ev no tenía energía para pelear con él.
En cuanto llegaron a la Casita el ruido de los niños hizo que Ev lamentara haber ido.
Los niños eran de diferentes edades, pero todos debían estar allí hasta alcanzar la edad de los seis años y luego entrabas a una escuela convencional, para ese momento todos habían aprendido algebra, latín, arte, historia, demonología y escritura, pero sobre todo habían aprendido a mantener el secreto.
El salón principal había sido ambientado con cojines que parecían muy cómodos para los niños, pero no tanto para los adultos. Uri guió a su hermana hasta el centro del salón y la obligó a sentarse allí.
Ev sólo podía pensar que su hermano había heredado todo lo mandona que era su madre.
_ ¿Me trajiste mis gomitas?_ le preguntó abriendo sus grandes ojos grises, listo para reprenderla si la respuesta era negativa.
_Sí enano_ Ev se inclinó para sacarse el paquete de los bolsillos de su chaqueta, pero su hermano comenzó a negar con la cabeza.
_Dámelos cuando inicie la película_ ordenó Uri.
Ev lo miró con el ceño fruncido y le lanzó el paquete de gomitas al regazo.
_Comételas cuando quieras y deja de molestar_ vociferó Ev.
_Levana debes tratarme bien, mamá dijo que me trates bien.
_Te estoy tratando bien, aún no te pego un puñetazo en la cara. Y cuantas veces te tengo que decir que me llames Ev, Levana es muy formal.
_ ¡Levana!_ chilló su hermano y Ev rodó los ojos exasperada.
_Dios mío que karma_ murmuró Ev. Su hermano era demasiado arrogante y mandón para su tamaño.
Ev no podía culparlo, ella era exactamente igual y hasta cierto punto lo seguía siendo. Pero qué se podía esperar de un niño que no para de escuchar la grandeza que hay en la sangre de su familia, y que él había nacido para hacer valer esa grandeza.
Ev y Uri miraron a todos tomar asiento. Uri estaba particularmente impaciente porque iniciara la película.
Los profesores guiaron a los pocos que habían quedado de pie, las luces fueron bajando de intensidad y las imágenes comenzaron a proyectarse en la pared blanca.
Ev había visto esa misma proyección cuando tenía la edad de Uri y la recordaba con tanta claridad que le sorprendía.
En las imágenes, la tierra es un completo paraíso, hasta que una fracción de los ángeles en el cielo se sublevaron y comenzaron una rebelión, los ángeles rebeldes fueron vencidos y enviados al infierno. La tierra estuvo en paz, hasta que ellos comenzaron a salir y a plagarla con el mal.
Los cielos volvieron a luchar, pero esta vez de una forma diferente. Doce ángeles eligieron a doce humanos, los dotaron de habilidades y los marcaron para que recordaran que su deber divino era proteger el mundo del mal.