Shael se movía como si el aire, el suelo y la espada fuese una extensión de sí mismo. Los risos de su cabello plateado se quedaban atrapados en sus pestañas con cada giro que hacia su cuerpo, y se fundía con el plateado de sus ojos. Él se movía sobre una plataforma circular y luchaba con calma contra un enemigo invisible. Bea recordó la primera vez que lo vio y supo que estaba enamorada. Aún no era una Jinete y el mayor contacto que tenía con Shael era gracias a su amistad con Ev.
Bea siempre lo había visto como un chico distante y arrogante, acostumbrado a mirar a todo el mundo, menos a su prima, por sobre el hombro. Y de pronto él entró a la habitación de Ev, buscándola, sus manos temblaban, sus ojos estaban cristalinos por las lágrimas retenidas y para su mala suerte Ev había salido a buscar algo de comida para las dos. Bea se sorprendió tanto de verlo tan vulnerable que por primera vez vio la belleza de la que todos hablaban cada vez que Shael pasaba por una habitación. Miró como trataba de recobrar la compostura cuando sus ojos conectaron con los suyos. Fue testigo de la forma en que Shael endurecía la mirada, enderezaba sus hombros y levantaba el mentón. Era como ver a alguien poniéndose una armadura.
Ella podía reconocer que Shael portaba esa misma armadura en ese momento. La podía ver aferrándose a sus músculos en cada movimiento, incluso parecía el doble de fuerte por las vendas que cubrían sus brazos.
Bea caminó alrededor de la plataforma. Era la sala de entrenamiento de la mansión Metratrón, y aunque la habían abierto al público, Bea se resistió unos cuantos días en entrar para ver a Shael. Ella esperaba el momento en que él saliera para verlo y asegurarse que estaba bien, pero él simplemente no había querido salir.
_Lamento lo de tu padre_ vociferó Bea.
No le parecía la mejor forma de saludarlo, pero aún le costaba concebir la imagen del funeral de Dag sin Shael presente.
_La Comarca no lamenta la muerte de nadie, la llora y la supera si es una muerte digna, o la olvida sino lo es. Mi padre no ha cazado en 20 años, si te crees esa historia laméntate sola.
Bea suspiró, tratando de no perder la paciencia con Shael y recordar que sólo era un niño tratando de protegerse.
_ ¿Cómo vas con tu recuperación?_ preguntó Bea.
_Todos dicen que voy bien.
_No te pregunté lo que dicen todos.
Shael detuvo un movimiento a la mitad. Sus músculos se tensaron y Bea estuvo segura que los cortes le dolieron por la brusquedad.
_Me dijeron que Kem está liderando a los Jinetes y no tú, porque te hicieron una evaluación psicológica y que Ev hizo un revuelo en una reunión_ vociferó Shael desde arriba.
Allí de pie en la plataforma y con la mirada endurecida parecía más un ángel que un hombre. Bea pensó en lo que le había dicho Ev, su raza creada por un demonio para un propósito. Pero nada podía alejarse más a la visión de un demonio que Shael.
Sopesó la idea de decirle la nueva historia de ángeles y demonios, pero las palabras no alcanzaban a llagarle a la boca.
_Sabes mucho para no haber salido de aquí_ dijo Bea tomando otra espada de práctica, subiendo a la plataforma de un salto.
La sala de entrenamiento de la mansión no era particularmente iluminada. Las sombras escabrosas eran como enemigos tratando de acercarse.
_ ¿Qué haces?_ pregunto él.
_Estás en mala forma y más con los brazos así_ vociferó Bea.
Shael miró la venda que cubría sus brazos, se sentía rígida y lo hacía lento, aún sentía el cuerpo pesado. Aunque la oportunidad de entrenar con Bea comenzaba a aligerarle los pies.
_A mí no me vas a hacer danzar hasta el cansancio_ aseguró Shael.
_Si tú lo dices.
Sorprendentemente fue Bea quien dio el primer golpe. Shael no estaba listo, estaba tan acostumbrado de ver a Bea a la defensiva que tenerla a la ofensiva era toda una novedad. Apenas pudo levantar la espada a tiempo para bloquear y la fuerza del golpe atravesó dolorosamente los cortes de su brazo.
_Me alegra que no te hayas muerto_ vociferó Bea.
Retrocediendo para evitar el filo de la espada de Shael. Eran espadas de práctica el metal no era capaz de cortar ni una hoja, pero los pinchazos dolían.
_Tú y toda La Comarca_ Shael lanzó una estocada y Bea la esquivó fácilmente.
Él comenzaba a fatigarse.
_ ¿Por qué lo hiciste esta vez?_ preguntó Bea lanzando otro golpe, veía a Shael incómodo con las vendas y sabía que cada golpe que bloqueaba le resultaba doloroso, pero no se inmutó. Shael no sólo era alguien que amaba, también era una de las personas que protegía su espalda en la caza, debía estar segura que podía confiarle su vida.
_Se escucha como si lo hiciera para llamar la atención.
Shael retrocedió por un respiro.
_Sé que eres infeliz, pero no quiero que te lastimes Shael.
Él trató de que sus palabras no calaran tanto, pero cuando Bea hablaba él no podía hacer nada más que escucharla.
_Lo que me pase no debería ser de tu preocupación_ vociferó Shael sintiendo la amargura en la voz.