Ev sentía su respiración pesada, cada vez le costaba mucho más tomar aire, pero se sentía tranquila. Siempre se había sentido tranquila sentada en el jardín de su casa. Azul había desarrollado una extraña obsesión por las flores.
_ ¿Estás lista?_ preguntó Azul sentándose a su lado.
Ev la miró. Su rostro no había cambiado, jamás cambiaba, sus ojos azules seguían siendo tan profundos como el mar y su sonrisa era ya mucho más ligera, más fácil. Era una sonrisa que siempre le recordaba a Bea.
Ella la extrañaba, tenía décadas extrañándola. Incluso cuando su piel se arrugó junto a la de Shael, su cabello seguía siendo tan dorado como en su juventud, y su sonrisa seguía siendo igual de brillante. No pudo evitar mirar el girasol.
El único girasol del jardín.
Con la muerte de Bea, Ev le había pedido a Azul que siempre dejara un girasol para ver. Jamás le había producido tristeza, sino una gran alegría. Bea y Shael habían tenido una buena y larga vida juntos, aunque no tan larga como la de ella.
Ellos no habían alcanzado a ver los nietos de sus hijos, mientras que Ev sí. Incluso había tenido la oportunidad de envejecer con su hermano y jugar con él en la silla de rueda mientras ambos morían, pero Ev jamás terminaba de morir.
_ ¿Estás lista?_ volvió a preguntar Azul.
Ev tomó sus manos y las estrechó con la mayor fuerza que podía. Sus manos surcadas de arrugas y manchas eran un contraste fuerte contra las manos tersas y jóvenes de Azul.
_Esta vez no_ dijo Ev sintiendo que algo le dolía en el pecho, pero el dolor era muy lejano.
_ ¿Cómo que esta vez no?
Ev sonrió. Azul tenía una expresión desconcertada, había sido la misma expresión que había puesto cuando le dijo que quería una familia. Y luego tuvo que lidiar con los miedos internos de Azul por la muerte de Verónica, e irónicamente sus hijos no tuvieron ojos grises, ni azules, o los ojos del donador, sino los ojos rosados de su madre. Eran los ojos de cazadores, pero fue por ellos que Azul comenzó a querer otra vez ese color.
_Ya he vivido demasiado. Nuestros nietos tienen nietos y nos han olvidado_ dijo Ev mirando las flores rosadas y sintiendo la calma de poder convertirse en una flor como sus hijos.
_ ¿Vas a dejarme?_ los ojos de Azul se cristalizaron y Ev se esforzó por limpiar la lágrima que bajaba por su mejilla.
Azul siempre se había encargado de estar con ella en sus últimos minutos para devolverla a la vida y a su juventud. Pero Ev había llegado en un punto que había sido tan plenamente feliz que sólo quería descansar.
_No estarás sola, estarás con Trueno y yo jamás te dejaría, eres un ángel de almas, tienes todas nuestras almas aquí.
Ev vio las flores, en las rosas blancas estaba Shael, rodeaban el girasol de Bea como si la abrazaran. Las petunias de Uri se esparcían junto a las orquídeas rosadas que tenían a todos sus hijos y Ev estaba ansiosa por estar otra vez con todos ellos.
_Sabes que no es lo mismo_ dijo Azul sintiendo la urgencia de abrazarla.
El banco donde estaba sentada no era lo suficientemente grande para tenerlas a las dos, y Azul tuvo que arrodillarse en el suelo para aferrarse a su regazo.
_Sólo digo que yo no quiero una flor.
Ev podía sentir las lágrimas de Azul traspasar la tela de su vestido mientras ella hundía los dedos en sus cabellos.
_ ¿Qué quieres?_ Azul se las ingeniaba para mantener una voz serena.
_Quiero un árbol.
_Tú siempre con tus exigencias ¿Sabes cuánto me costara plantar un árbol aquí?
_No me importa.
_ ¿Tienes alguna preferencia de árbol?
_No.
_ ¿Por qué te vas?
Ev sintió que le costaba mucho más respirar. No le era doloroso, pero sí agotador. Quería decirle que no la dejaba, que jamás la dejaría, quería decirle una última vez que la amaba, pero sabía que ella podía ver todo eso en su alma.
Sabía que al morir tomaría su alma y la guardaría hasta que encontrara la flor perfecta para que la portara, y cuando la flor muriese buscaría otra para que albergará el alma, por eso había pedido un árbol, era más difícil de plantar pero más duradero.
_Porque me has hecho libre, y me has hecho feliz.
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