Si hay algo que debemos aceptar, es que el amor no se puede esconder.
El viento sopla nuestros pensamientos, sentimos que todo se borra, pero el amor permanece tan latente que nos hallamos en la quietud.
Ojalá odiar fuera tan fácil como amar, porque no podemos negar que los cambios de amor siempre llegan demasiado rápido, y nuestro odio no se apiada, y nuestro amor se ralentiza, jamás se apaga.
Y ojalá comprender el universo fuera tan simple como observar el cielo, y poder ver con claridad las respuestas que buscamos en la eternidad.
Y que esas respuestas lleguen tan rápido como el amor, y que permanezcan tan latentes como nuestra realidad, y que nuestro odio nunca se apiade.
Porque los daños a nuestra cordura serían irreparables.
Los daños que el amor causa son demasiado fuertes como para soportar que nuestra única salvación sea destruida.
La salvación de odiar a quienes nos han provocado ese daño.
Y que el amor permanezca muerto, porque nunca se esconde, y el viento sopla mis anhelos, pero jamás de apiada de salvarme de esta tortura llamada sentimiento.
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Editado: 01.11.2020